
Stanley Kubrick no entendía por qué en la secuencia de la presentación de Claudia Cardinale en Érase una vez en el Oeste (1958), la música y las imágenes sincronizaban tan perfectamente. Así que Kubrick llamó a Sergio Leone y se lo preguntó directamente: “La música la grabamos antes. La escena, los movimientos y los intervalos de la cámara los hice a partir de la música que ya teníamos y que se tocaba a todo volumen en el plató”, le respondió. “Claro, por supuesto”, dijo Kubrick.
Así de vital era la música de Ennio Morricone en la obra de Leone. Esta anécdota forma parte del libro En busca de aquel sonido, en la que Il maestro repasa su trayectoria y reflexiona profundamente sobre su oficio.
El italiano es una leyenda viva. En noviembre cumplió 90 años de vida y apenas este lunes hizo oficial el anuncio de su jubilación. Hace algunos años que no compone música para películas, pero los escenarios no los había dejado. Probablemente a partir de este año su rutina cambiará: “Me levanto a la cinco de la mañana. Primero hago gimnasia y después camino. Leo los periódicos y me meto en faena a las ocho”, dijo en una entrevista el año pasado.
Nació en la capital italiana el 10 de noviembre de 1926. Vivió durante su infancia en el bohemio barrio romano de Trastévere —al igual que el otro gran músico de cine europeo, Nino Rota—, con sus cuatro hermanos, y sus padres, Libera (ama de casa que puso un pequeño taller de costura) y Mario, trompetista profesional.
Se dice que Morricone empezó a componer a los seis años. A los 9 entró en la Academia Nacional de Santa Cecilia, una de las más antiguas instituciones musicales del mundo. A los 16 años, ya tocaba con varias orquestas en hoteles romanos. Tras unos comienzos como compositor de música sinfónica y de cámara, extendió su actividad a la música ligera y trabajó de arreglista de cantantes como Gianni Morandi o Jimmy Fontana. También colaboró con Paul Anka y Rita Pavone.
El compositor recuerda que, tras estrenar su primer concierto para orquesta en La Fenice de Venecia en 1957, comprendió que los paupérrimos derechos de autor no alcanzaban para mantener a su familia. En 1961 debutó en el mundo cinematográfico con la banda musical de la película Il federale, de Luciano Salcio, aunque antes había trabajado en Muerte de un amigo, de Mario Nascimbene, aunque no apareció en los créditos.
A la música de orquesta Ennio le llama música absoluta, cuando trabaja en cine le llama música aplicada. Así divide el inicio de su historia en el cine: “Mis primeros filmes fueron comedias ligeras que requerían scores muy simples, un género que nunca abandoné cuando empecé a trabajar en títulos más importantes con grandes directores”, recuerda el músico.
Cuando ganó algo de reconocimiento una productora lo unió con un viejo compañero de infancia: Sergio Leone. Estudiaron juntos en la escuela primaria en Roma, pero perdieron contacto hasta la llegada del proyecto: “No éramos amigos en la escuela, pero lo fuimos a partir de ese momento”, contó Morricone
Curiosamente, en un inicio Leone se negaba a trabajar con él pues él quería trabajar con Angelo Francesco Lavagnino, que había escrito la banda sonora de El Coloso de Rodas, su ópera prima; “me hicieron ver Duelo nel Texas (1963), pero la música me pareció horrible, como de un Dimitri Tiomkin miserable”, dijo Leone. Finalmente aceptó el trato.
Leone se entusiasmó al oír “Pasture of Plenty”, donde Morricone había hecho los arreglos para un barítono americano y le pidió que lo tomara de base para el tema central. Ese trabajo fue Por un puñado de dólares (1965), la catapulta de lanzamiento de ambos creativos, aunque el compositor afirma que este filme contiene “los peores temas que he escrito”. De hecho, cuenta que antes del estreno los dos vieron el filme y pensaron “qué película tan mala”. Se rieron cuando fue un éxito.
La música del filme se hizo tan popular que a Morricone se le empezó a conocer como “el hombre del silbido”. Así fue que le dio alma a algunos de los títulos indispensables del spaghetti western, según Ennio, lo único que hizo fue utilizar instrumentos pobres y arcaicos “porque los personajes era exactamente así”.
Desde entonces nunca le ha hecho falta irse a vivir a Hollywood o aprender inglés para trabajar con directores como John Carpenter, Brian de Palma, Barry Levinson, Oliver Stone, Warren Beatty, Terrence Malick, Roland Joffé y Quentin Tarantino. También trabajó con Bernardo Bertolucci, Sergio Leone, Pier Paolo Pasolini, Gillo Pontecorvo, Mauro Bolognini, Elio Petri, Samuel Fuller, Marco Bellocchio, Marco Ferreri o Luis Buñuel.
En 1985, Morricone estaba decidido a dejar la música aplicada y centrarse en la música absoluta. Es decir: no rendir cuentas a nadie. Pero se congració de nuevo con La misión, lo más cerca que ha estado de esa música absoluta que siempre ha perseguido, asegura. “On earth as it is in heaven”, el tema más conocido de la película de Joffé, generó más ganancias que la propia película. Y no esconde que le escoció no ganar el Oscar en 1986. Una maldición de la que le rescató Quentin Tarantino con Los 8 más odiados, en el 2016.
Con más de 500 partituras entre películas y programas de televisión, Morricone ha anunciado una gira de despedida que le llevará por toda Europa hasta el verano. Tras dos conciertos en la Arena de Verona, colgará la batuta el 22 de junio en las romanas Termas de Caracalla al frente de una orquesta de 200 músicos.
“Esos que me critican por prolífico tendrían que informarse de lo que escribieron Bach y Mozart durante su vida. Siempre tengo una respuesta estándar para esta pregunta: si me comparo con ellos, soy un vago”, dijo.
Sin embargo, antes de ganar su Oscar, Tarantino recogió el Globo de Oro en su nombre y lo situó en su discurso como el “Mozart, Beethoven o Schubert de la actualidad”. Morricone respondió en el mencionado libro: “Me lo he tomado como una broma, pero graciosamente sacrílega. Por suerte, yo no tengo que situarme y, con perspectiva, la historia se encargará de hacerlo”.
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