
José de la Herrán*
Mover objetos con la mente ha sido un tema muy socorrido por ilusionistas, magos y autores de novelas de ciencia-ficción; hemos visto en el teatro magos que levantan floreros de una mesa y hemos leído sobre seres de otros planetas que pueden, con la mente, desviar misiles, paralizar a sus enemigos, etcétera.
Ya, en el mundo real, en el famoso Hospital John Hopkins de Baltimore, ligado a la Universidad, un grupo de médicos consiguieron que una paciente, antes de ser operada de un mal epiléptico, realizara varias veces un “acto telekinético” satisfactoriamente. Este logro abre las puertas a una verdadera inmensidad de aplicaciones en los años venideros, convirtiendo en realidad acciones que antes sólo podían ocurrir en novelas o en nuestra imaginación.
La cura de afecciones epilépticas se realiza mediante determinar en qué sitio del cerebro se configuran conjuntos de neuronas que generan el mal y cuando éste no se controla con medicamentos, los cirujanos proceden a extirpar el sitio enfermo. Para ello, primero se colocan detectores electromagnéticos en el cráneo del paciente, electrodos que reciben las ondas cerebrales para alimentar a una computadora y localizar así las coordenadas del sitio dañado; con ello, los doctores pueden proceder a su extirpación.
El grupo de médicos especialistas dirigido por el doctor Thakor ha inventado un tercer método no invasivo al propio cerebro para colocar los sensores, porque los ya existentes no dan la resolución requerida. El primero consistía en pegar al cuero cabelludo del paciente los electrodos que captan las ondas cerebrales; este sistema no da la resolución necesaria. El segundo implica penetrar el Córtex cerebral con los electrodos para obtener señales más precisas, pero con el consecuente daño cerebral que la implantación causa. El método desarrollado por el grupo de especialistas consiste en colocar los sensores directamente sobre la superficie del cerebro sin penetrarlo, cosa que exige descubrir gran parte del mismo al igual que el segundo método, pero que no lastima el córtex cerebral. Este nuevo método se llama ElectroCorticoGrafía (ECoG).
Primero se opera al paciente para hacer la colocación de los sensores, que actualmente son sesenta y cuatro y luego se le despierta para que su cerebro funcione normalmente y se pueda llevar a cabo el registro de las ondas que éste emite, señales que el sistema computacional procesa para proporcionar a los cirujanos las coordenadas de la zona afectada. Por cierto, en este caso, antes de efectuar la extirpación que curó a la enferma, se llevó a cabo el experimento que al final vamos a relatar.
Al mismo tiempo que el grupo de especialistas conducido por el doctor Tahkor perfeccionaba su método de extirpación, ensayándolo primero en monos, la agencia de los Estados Unidos DARPA (U S Defense Advance Research Projets Agency), misma que organizó la red InterNet y que está al tanto de los logros en todos los centros de investigación y desarrollo, encargaba al Laboratorio de Física Aplicada de John Hopkins la creación de un brazo mecánico dotado de 26 movimientos (hombro, codo, muñeca y falanges) y montado en un pedestal que contendría las fuentes de poder, convertidores digital-analógicos, amplificadores, etcétera. (hardware) para ser conectado a un sistema computacional; el objetivo de DARPA era que éste brazo (prótesis) fuera controlado mentalmente por la persona que hubiera perdido el suyo, propuesta que comunicó al grupo médico, con la finalidad de que, antes de operar a sus enfermos, obtuvieran de ellos información para poder controlar el brazo mecánico con sus mentes.
Un brazo mecánico con 26 grados de libertad, esto es, posibilidades de control, era un proyecto muy ambicioso, ya que haría posible controlar las articulaciones de los cinco dedos, tal como la persona lo hiciera con su brazo natural; esta novedosa prótesis se dotó además de sensibilidad de presión en las yemas de los dedos con lo que duplicaría prácticamente a la perfección la condición de “sentir” las características del objeto por medio del tacto, por parte de quien la tuviera que usar.
El grupo de especialistas se preparó, solicitando la hechura de los programas de computación (software) necesarios, así como las interfaces indispensables para poder realizar, por una parte, su objetivo principal, el de la extirpación del sitio dañado en los enfermos de epilepsia y, por la otra, el que éstos ensayaran las pruebas sugeridas por DARPA respecto al posible control mental de la novedosa prótesis experimental.
La primera fase del experimento consistió, cosa nada fácil, en obtener una correlación entre las señales captadas por los electrodos y el movimiento que dichas señales transmiten al brazo. La primera experiencia en éste sentido se hizo en 2011 con un paciente de 12 años que padecía una epilepsia no severa.
Una vez colocados los 64 electrodos sobre su córtex cerebral, se le despertó y se colocó ante él una mesita con un cubo de madera, pidiéndole que hiciera el movimiento de levantarlo y volver a posarlo sobre la mesa, a la vez que se registraban las señales de los 64 electrodos en la memoria de la computadora. Al analizar el registro se encontró que las señales caían en la banda “gamma” cuyas frecuencias están entre 70 y 140 hertz; también se encontró que cuando el paciente movía sus dedos aparecían señales en la banda “mu”, con frecuencias entre 10 y 13 hertz.
Esta experiencia se realizó con otros pacientes al tiempo que los expertos en computación desarrollaban algoritmos matemáticos para que los datos obtenidos accionaran a los mecanismos de la prótesis y ésta imitara los movimientos correspondientes. Como es de suponer, el lograr que el sistema funcionara de una manera satisfactoria, es decir, que al repetirse el experimento se obtuvieran resultados coherentes, requirió un trabajo de conjunto entre el grupo de médicos, el de computólogos y el del laboratorio de física aplicada de la universidad.
Finalmente y después de mucho trabajo de equipo y gracias a la colaboración de muchos enfermos que aceptaban participar en el experimento, le tocó a una paciente realizar varias veces el “acto telekinético” mencionado al principio:
Ya terminada la operación necesaria para colocarle los 64 sensores sobre la superficie de su cerebro, la paciente fue despertada y, una vez consciente, pusieron frente a ella una pantalla de televisión en la que se veía una mesita sobre la que descansaba una naranja. La paciente había sido aleccionada previamente para que llevara a cabo los movimientos que el experimento requería; así que, al ver en la pantalla la naranja sobre la mesita, acercó su brazo a la pantalla pensando al mismo tiempo en tomar la naranja con la mano.
Cuando su mano estuvo cerca de la imagen de la naranja, apareció en la pantalla la mano del brazo robótico que estaba en la pieza contigua acercándose a la naranja real puesta sobre la mesita… Acto seguido, la paciente hizo el movimiento de tomar la naranja y el brazo robótico repitió la acción cogiendo la naranja y levantándola conforme la paciente pensaba en el movimiento; una vez levantada la naranja, la paciente hizo el movimiento de colocarla en la mesita y el brazo mecánico realizó la acción, secuencia que repitió la paciente varias veces.
Ya terminado el experimento, la paciente fue operada de su mal epiléptico, operación que se efectuó con todo éxito.
No creo necesario abundar en el hecho de que este experimento telekinético consistente en levantar con la mente un objeto a distancia, abre, como dije al principio, un sinnúmero de aplicaciones y que muchas de ellas por ahora estamos lejos de imaginar. Y es claro también que dichas aplicaciones ocurrirán en prácticamente todos los campos del quehacer humano…
*Miembro del Comité de Tecnología y Diseño del Consejo Consultivo de Ciencias.
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