
“No seas niña”, “no llores como vieja”, “marica”, “no seas puto”, “cobarde”, “tienes que ser un hombre”. Estas son algunas de las frases con las que crece y se construye la mayoría de los niños y jóvenes. Pero, ¿realmente qué significa ser hombre?
En un magnifico documental titulado The mask you live in, la cineasta Jennifer Siebel Newsom retrata la fragilidad de la construcción de la masculinidad hegemónica o tradicional que provoca que los hombres desde niños comiencen a utilizar una máscara para ocultar sus emociones y terminen generando violencia y padeciendo depresión, ansiedad y opten por el suicidio.
Hay una diferencia entre el sexo biológico y el género. El primero determina con cuantos cromosomas nace un ser humano, mientras que el segundo es una categoría construida social y culturalmente, es decir, cada sociedad o cultura determina lo que se supone debe ser femenino o masculino.
La masculinidad se ha ido asociando al tamaño, la fuerza física, las habilidades atléticas, las conquistas sexuales, el éxito económico, el poder, la valentía. Eso provoca que los hombres crezcan con múltiples inseguridades y tengan que reforzar y probar todo el tiempo su masculinidad de cristal, que se puede romper fácilmente si no rechazan todo lo relacionado a lo femenino.
Es común que los niños o jóvenes que no son heterosexuales, altos, fuertes, atléticos o tienen intereses asociados a las mujeres - por ejemplo, la cocina, el ballet, la danza o el teatro-, sean molestados, excluidos, castigados y agredidos constantemente por otros niños. Los hombres aprenden y aprehenden, la mayoría de las veces por las propias figuras paternas, que deben odiar todo lo que temen de sí mismos. Todo aquello que no es “masculino”.
Las drogas y sobretodo el alcohol ayudan a los hombres a relajar esas reglas en las que basan su masculinidad y es por ello, que ebrios pueden abrazar a sus amigos, expresar sus sentimientos o incluso sus preferencias sexuales.
En el filme se puede apreciar un programa con convictos de San Quintín, una de las prisiones más peligrosas de Estados Unidos, en el que se les pregunta ¿cómo aprendieron la masculinidad cuando eran niños? Los reos responden que no podían demostrar sus emociones o eran considerados débiles, en sus casas no podían llorar, no les estaba permitido ser soplones, tenían que defenderse: un “verdadero hombre siempre usa la violencia para resolver sus problemas”, tenían que ser mujeriegos.
Asimismo, expertos explican que realmente las habilidades entre niños y niñas no son muy distintas. Gracias al avance del feminismo se ha podido replantear la construcción del género; sin embargo, también existe otra oleada fuerte por parte de los productos culturales y mercadotécnicos que promueven la hipermasculinidad e hiperfeminidad: los juegos, programas de televisión, películas, juguetes para niños son mucho más violentos y agresivos, mientras que para las niñas son más rosados, tienden a lo doméstico y a la exaltación de las princesas sumisas.
La caracterización estereotipada de lo femenino y lo masculino delimita valores, conductas, expectativas y genera desigualdades. Se tiene que apostar por una diversidad de masculinidades, donde los hombres puedan relacionarse abiertamente con sus sentimientos y emociones, que sean también empáticos y solidarios, de esta forma el camino será más sencillo para ellos y se podrá construir una sociedad realmente libre, abierta y menos violenta.
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