
El actor argentino Nahuel Pérez Biscayart es una de las grandes revelaciones del año. A pesar de tener una carrera en cine y televisión desde hace 13 años, cuando tenía 18 años, fue hasta que el cineasta Robin Campillo lo reclutó para formar parte de la película 120 latidos por minuto que ha encontrado el reconocimiento internacional.
El tercer largometraje de Campillo, quien era más conocido como el editor de cabecera de Laurent Cantet, se estrenó en el Festival de Cannes en donde no solo recibió el Gran Premio del Jurado, sino que también sorprendió la versatilidad en pantalla de Nahuel. En entrevista, el actor argentino comparte su experiencia, alrededor de la lucha de un grupo de jóvenes activistas que buscan hacer conciencia en la lucha contra el VIH:
“Ha sido una vorágine de experiencias que se desataron desde hace un año cuando se presentó la película. Aún no puedo apreciar claramente qué es lo que ha cambiado en mí porque no se han asentado las experiencias como para verlas a la distancia. Lo que sí podría decir es que, aunque mi trabajo como actor siempre ha sido tratar de entender al otro, ahora me preocupa más, incluso con un componente más político”, dijo.
La historia que nos muestra se desarrolla en Francia, a principios de los años 90. Un grupo de jóvenes activistas conocidos como Act Up multiplican sus medidas para luchar contra la indiferencia del gobierno e intentan generar conciencia sobre lo letal que es el virus. Particularmente, la historia se centra en Nathan, un recién llegado al grupo, se enamora de Sean un chico enérgico y radical que gasta su último aliento en esta ponderosa y emotiva lucha.
Nahuel Pérez Biscayart interpreta de manera brillante a Sean, uno de los fundadores de Act Up, homosexual, seropositivo y militante, quien vive una apasionada historia de amor al tiempo que lucha contra el virus que le carcome el cuerpo. Una interpretación que la ha valido excelentes críticas.
“Sé que es uno de esos personajes que solo aparecen una vez en la vida. He vivido toda la experiencia intentado estar lo más presente posible en cada momento. Ya en el rodaje nos dimos cuenta de que había algo muy fuerte en juego. La película habla de cosas muy importantes y queríamos hacerles justicia. Todas las escenas eran muy intensas”, dijo.
“Me parece que la película muestra la humanidad de este grupo que había sido visto durante muchos años como un grupo radical y provocador. La gran valía que tiene la película es que nos permite ver dentro, ponernos a la par de esa gente, vivir como ellos vivían, estar en ese cerebro”, añadió.
Finalmente, cabe destacar que en la vida real el cineasta Robin Campillo fue uno de los activistas de la película junto con otros miembros del equipo de producción, es por eso que el actor considera que esta película también lo tocó de forma personal:
“La película nos permite dejar de juzgar a todos aquellos que pasan por esto, nos permite dejar de interpretar lo que se había oído por los medios y empatizar con su deber de activistas, con su coraje y al mismo tiempo encarnar la enfermedad y vivirla de una manera muy linda y también amorosa”, concluyó.
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