
A mediados del siglo pasado, el lobo mexicano se extinguió en Estados Unidos, por eso, dicho país junto con México iniciaron un programa de reinserción en la frontera y ahora la cifra de este mamífero es de 114 entre Arizona y Nuevo México, y 31 en territorio nacional. Así lo indica el último censo que ambas naciones realizan para conocer la reproducción de este animal incluido en la lista de especies en peligro de extinción tanto en México como en Estados Unidos.
“El lobo mexicano se encuentra en ambos países, específicamente en Arizona, Nuevo México, Sonora, Chihuahua y Durango. Ése ha sido su rango histórico y el original, pero el lobo sufrió una persecución humana y su población se redujo a tal grado”, señala Alejandro González Bernal, investigador del Laboratorio de Análisis Espacial de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Este mamífero, explica el biólogo, es la subespecie más pequeña en tamaño de todos los lobos de Norteamérica y es un animal que limitó de manera radical su distribución en 1950 por ser considerado un carnívoro que mata el ganado.
“A mediados del siglo pasado ya no había lobos mexicanos en Estados Unidos. Existieron unas personas contratadas por el gobierno estadunidense que se llamaban loberos y que se dedicaban a perseguirlos, trampearlos y luego, en 1950 cuando llegó la moda de los venenos, envenenaban a una vaca o un venado porque ése es el alimento de los lobos”, señala.
Entonces, en 1970, las autoridades estadunidenses se dieron cuenta de su error, añade González Bernal, y enviaron a esos mismos tramperos a México para ver si podían capturar a los últimos lobos en México.
“Capturaron los últimos 5 en México, más dos que estaban en un zoológico privado. Así comenzó la reproducción en cautiverio y a partir de estos ‘fundadores’ empezaron a hacer reproducción cruzada y el proceso duró 30 años”, comenta González Bernal.
Hasta 2011 no había lobos en México, por eso los expertos iniciaron la liberación de cinco individuos, desafortunadamente cuatro murieron y una loba llegó a Madera, Chihuahua. “Año tras año se liberan lobos porque es la única forma de reinsertarlos en la vida silvestre. No hay indicios de que haya una población que se pueda proteger y que de ahí resurja la especie”, explica.
El último conteo de estos mamíferos en Estados Unidos se hizo el pasado mes de marzo y la cifra que arrojó el estudio fue de 114 y, para el caso de México, el número corresponde a 2017 y es de 31 lobos.
“El conteo del lobo mexicano se hace de forma anual en México y Estados Unidos y se basa en el número de animales que tiene un collar especializado que emite señales GPS y puede localizarse en campo, a través de satélite y directamente en la computadora. Aparte se contabilizan los que no tienen collar y que son observados en campo y con trampas cámara”, indica.
—La cifra para México es muy pequeña…
—Sí, pero en relación con el tiempo que lleva el proyecto en México es esperanzador. El trabajo inició en 2011 y las poblaciones de lobo son muy particulares porque éste se maneja por manadas, en las que solamente una pareja dentro de la manada es la que se reproduce.
“Entonces puede haber 5 u 8 individuos en una manada pero del total, solamente la pareja que antes se le llamaba alfa o dominante era la que se reproducía. Su reproducción no es bianual como la mayoría de otros cánidos, es una vez por año y con máximo seis cachorros”, precisa el investigador.
La reproducción es muy lenta, añade, además de que si en ese lapso sucede la muerte de alguno de los individuos dominantes, la manada se dispersa y pueden pasar tres o cuatro años para que se forme una nueva y por ende, se reproduzcan cachorros.
“Investigo la ubicación de hábitat, es decir, cuáles son las mejores zonas para liberar individuos en México y Estados Unidos, basándome en las variables ambientales que favorecen al lobo, los centros poblacionales, las carreteras y los sitios alejados de la posibilidad de conflicto con los humanos”, señala.
La siguiente fase del proyecto, agrega, es estimar la capacidad de carga de los lobos, o bien, calcular el número máximo de éstos que puede sustentar un determinado lugar para evitar conflictos con las áreas ganaderas.
“Estimamos el número potencial de lobos con el número de venados que hay en el lugar. Contamos los venados porque ese número se puede transformar en un número potencial de lobos, porque cada venado representa comida para el carnívoro. A finales de 2019 tendremos la aproximación”, indica González Bernal.
La preservación del lobo mexicano, comenta, es uno de muchos proyectos transfronterizos. “Es importante no perder esa coordinación porque el tema transfronterizo no se puede ver con ojos del trasiego de drogas. Lo que si va a detener la fauna pero no a la droga es el muro. Los animales quedarían varados, las poblaciones silvestres necesitan estar conectadas para que haya flujo genético y recolonización de individuos en lugares donde puede haber extinción local”, destaca.
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