
El cine, como reflejo político, también tiene a sus personajes. Algunos más polémicos que otros, como es el caso de Clint Eastwood, un declarado aficionado a las armas, conservador y nacionalista. A lo largo de su carrera se ha encargado de apoyar a candidatos republicanos como Nixon, Reagan y Mitt Romney. Recientemente también a Donald Trump, pero fue crítico ante la Guerra de Vietnam. La polémica siempre lo ha perseguido por eso, pero a él ni le va ni le vienen los comentarios al respecto. A sus 86 años de edad se ha mantenido firme en la línea de hacer películas nacionalistas con una manufactura impecable.
Una de sus grandes cualidades ha sido su capacidad para adaptar a cada época la imagen del héroe y antihéroe, ya sea como actor o director. En los inicios de su carrera terminó, junto a la generación del western, con la imagen del estadunidense romántico y mujeriego para reemplazarlo por la de uno fuerte. Desde entonces no ha parado de estar en filmes que exalten su pasión por lo nacionalista, desde el lado republicano.
Es amante de las armas y a menudo filma películas con héroes muy patriotas, como lo fue recientemente El francotirador, que es una oda al espíritu republicano. Sin embargo este fin de semana llega a las salas de cine Sully: La hazaña en el Hudson, en la que aborda el nacionalismo y el heroísmo alejado de esa figura dura de sus personajes masculinos a la que nos tenía acostumbrados.
Esta vez utiliza la historia real de un hombre Chesley Sully Sullenberger, un piloto de avión que en 2009 se convirtió en un héroe cuando, al poco de despegar, su avión se averió y logró realizar un acuatizaje forzoso en pleno río Hudson, en Nueva York, con 155 pasajeros a bordo.
Para eso tomó como protagonista a Tom Hanks, uno de los más admirados actores de la historia, quien se encargó de ser el héroe en una película en la que el villano más importante del filme no es la catástrofe o accidente aéreo, sino las autoridades gubernamentales que ponen en duda la hazaña de Sully (justo en tiempos en los que se necesita a un héroe o una historia positiva sobre aviones después del 11 de septiembre). Curiosamente en el juicio en torno al accidente, el gobierno era demócrata.
Como cineasta que ha desarrollado un oficio, Eastwood es admirable a la hora de contar esta historia, que como hecho histórico y de acción, no parecería tener mayor trasfondo que una increíble hazaña de unos minutos. Utilizó todas sus cartas narrativas para poder manipular el contenido y armar un trasfondo que a los espectadores resulte interesante y en el que se note poco el discurso ideológico nacionalista con un héroe noble y, más aún, casi auténtico, de carne y hueso… cotidiano.
Acompañando la historia, los personajes que rodean al protagonista se mueven bien en el dramatismo e incluso el copiloto de la hazaña, Jeff Skiles, a quien da vida muy bien Aaron Eckhart, funciona como el personaje que neutraliza la tensión dramática con momentos divertidos.
El filme tiene su grado de trascendencia en el sector de las películas que se han hecho sobre dramas relacionados con la aviación; nos aproxima más a El vuelo (2012), de Robert Zemeckis, que a dramas sicóticos y profundos como El aviador (2004), de Martin Scorsese, o melodramas cursis como Pearl Harbor (2001), de Michael Bay. Sin embargo, dentro de la filmografía de Eastwood, no marcará mucho.
Es un filme mediano por lo forzado que puede llegar a parecer el drama del juicio en contra de un héroe que no tiene nada que perder. Tom Hanks cumple… sólo cumple; a menudo se repite y no sorprende en su papel de actor con emociones contenidas. Lo mejor de la película es, sin duda, la recreación de la hazaña misma en distintos momentos. Lo peor, el aferrado discurso nacionalista que a estas alturas del cine es un cartucho quemado. La película llegará a los Premios Oscar con algunas nominaciones y… nada más.
Director: Benoît Delépine y Gustave de Kervern (Francia, 2016)
A lo largo de su carrera, el dúo de cineastas franceses Benoît Delépine y Gustave Kervern se ha encargado de realizar películas en las que combina el drama y la comedia en historias un tanto surrealistas. Una apuesta interesante que poco a poco ha perdido su encanto. Primero, los directores nos maravillaron con películas extrañas y audaces como las genialidades Aaltra (2004) y Louise-Michel (2008), pero luego nos decepcionaron con filmes patéticos como Mammuth (2010) y Le grand soir (2012). Ahora regresan con Saint-Amour, un filme que se queda en el intento de maravillarnos con la historia de un padre y un hijo, ambos agricultores, cuyas relaciones son conflictivas y que, en un intento de forjar una nueva complicidad, emprenderán un viaje por la ruta del vino, con un taxista parisino. Con algunos buenos momentos de ternura y gracia, el resultado final es una película caótica, un desastre narrativo y una muestra más de la decadencia del desparramado Gérard Depardieu. Lo más destacado es el belga Benoît Poelvoorde, quien en los últimos tiempos ha brillado con su papel de Dios en El nuevo Nuevo Testamento.
Director: Luis Eduardo Reyes (México, 2016)
Qué pena tu vida es una comedia mexicana más del montón. Y más: una pena es que el cine mexicano, para levantar en los últimos años, ha decidido tomar una de las peores costumbres del cine hollywoodense, hacer refritos de éxitos de otros países de poca calidad. Este año también ya se mostró en la mediocre y vulgar No manches Frida, tomada de la alemana Fack ju Göhte (2013). Y eso hace parecer que el cine mexicano carece de poca originalidad cuando en realidad hay grandes comedias en el cine mexicano y se ha demostrado con Mexican Gangster (2014) o los buenos intentos del cine de Manolo Caro. En Qué pena tu vida tenemos otro remake basado en una película chilena del mismo nombre que se estrenó en el 2010 y que cuenta la plana historia de un joven publicista que se queda sin trabajo, sin novia y, conforme las vicisitudes de la vida lo van golpeando, se da cuenta de lo importante que es para él su mejor amiga. Un desastre de película llena de lugares comunes.
Director: John Musker y Ron Clements (EU, 2016)
El empoderamiento de las mujeres, su independencia y su valentía se muestran en la nueva cinta de los estudios Disney. Moana es una historia inspirada, en parte, en los relatos orales de los pueblos y culturas de Oceanía. La nueva heroína de Disney tiene una particularidad, no vive una historia de amor, como ha pasado en otras cintas animadas; es por eso que la cinta se vuelve innovadora y atractiva para los fanáticos de las películas de éstos estudios, porque no siguió la misma línea. Los directores Ron Clements y John Musker además agregaron algo muy especial: no hay un malo específico, aseguran que el único villano son las consecuencias de los actos, y así la definen como una historia de valores y aventuras. (Nayely Ramírez)
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