La reportera Ana Espinosa Rosete participó, el martes 5 de julio pasado, en una cobertura para nuestro diario de los bloqueos en apoyo a la CNTE. Su misión era observar a detalle la realización de estas acciones con las que la capital sería oaxacanizada.
Muy joven y capaz, esta reportera se acercó lo suficiente para detectar que un individuo era encapsulado por las fuerzas policiales; se pensó inicialmente que era otro reportero, al final se supo que se trataba de un diputado de Morena.
Espinosa Rosete fue agredida allí por policías capitalinos que rompieron todas las normas de una operación adecuada. Para golpearla, los uniformados se desentendieron de la formación que encapsulaba al diputado morenista, quien se había metido entre dos líneas policiales en una clara provocación. Ese debía ser el foco de atención de todos los uniformados. Aún sin saber qué hacía allí la reportera, no representaba para ellos ningún peligro y no estaba interfiriendo, como el diputado, con las labores para enfrentar bloqueos de calles.
El argumento del diputado para justificar su presencia era que “pasaba por allí”. En una grabación se ve a este sujeto alegando que solo está caminando, por lo que exigía no ser encapsulado. Descarado, nada honesto ni congruente, este sujeto nunca explicó cuál era el interés real que lo llevaba a encontrarse allí y meterse en una formación policial. Aunque es fácil adivinarlo.
La reportera Espinosa Rosete, por el contrario, estaba realizando su trabajo y se acercó mucho a las líneas policiales (sin invadirlas) como parte de su labor.
Las agresiones de granaderos de última fila, los que no estaban directamente conteniendo al diputado morenista, echaron a perder el trabajo de todos sus compañeros.
Para los intereses del diputado morenista, el objetivo estaba logrado: Mancera y su policía (rivales de Andrés Manuel López Obrador) se convirtieron en los ogros del día.
¿Qué trae consigo, a mitad del caos imperante en el país, que un policía suelte un golpe artero y sin motivo? Pues justamente su labor se convierta en un detonador más de caos. Incluso, sin mala intención en un inicio, comenzó a circular la versión de que Ana había sido noqueada a punta de toletazos y se mostraba la foto en la que se le ve tendida en el suelo como prueba de ello. Después se agregó que había sido pateada en el suelo.
Ana había sufrido la agresión y había encarado a sus agresores, a sus mandos, y se había alejado del lugar. Sólo hasta entonces se había desvanecido (sin duda por la agresión, pero esto cambiaba sustancialmente los eventos para quienes buscaban comprobar que el problema real era el gobierno del DF y sus policías y no los bloqueos callejeros); aún así la versión inicial, de una agresión mucho más salvaje, siguió corriendo en las redes sociales, en este caso, ya sólo motivada por interés de quienes saben mover la torpeza que reina en internet.
El correcto encapsulamiento del diputado se pierde por las acciones de unos cuantos policías nerviosos y mal preparados que estaban en última fila. La sanción contra ellos debe ser promovida por la propia corporación y debe ser ejemplar.
Estamos agradecidos con las muestras de solidaridad sinceras que recibió nuestra compañera, una parte central de las pautas a seguir en Crónica es que nosotros no somos la noticia. Insistimos en que la cobertura cercana a lo que hace la CNTE y sus aliados es una forma correctísima de informar a nuestros lectores. Parafraseando a la propia Ana, lo último que queremos es ser recordados porque sufrimos una agresión policial. De la agresión y los agresores se deben encargar las instancias competentes ante las que ya se interpuso denuncia.
Desde esa perspectiva también vale una aclaración más, destinada a quienes se preocuparon con sinceridad por Ana (que sin duda fue mayoría): Ana fue apoyada por todos los que conformamos Crónica de principio a fin, como ocurre cotidianamente con muchos de los croniquitos cuando nos vemos en dificultades.
Aún así, lo relevante para todos nosotros seguirá siendo informar a nuestros lectores sobre lo que la vida pública del país encierra.
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