Opinión

13 de noviembre: la democracia en entredicho

Como lo hace usualmente, el presidente de la república, se adelantó a los acontecimientos y lanzó una serie de epítetos ofensivos contra quienes participarán en la marcha en defensa del INE del próximo domingo.

El presidente Andrés Manuel López Obrador em su conferencia matutina

El presidente Andrés Manuel López Obrador em su conferencia matutina

Cuartoscuro

“Son muy corruptos, muy rateros”. “Y cómo no van a serlo si los que impulsan ese movimiento fueron los que apoyaron el saqueo al país en los últimos 36 años del 1983 a 2018”. Lo que está en el fondo es que “quieren seguir robando porque no tiene llenadera, quieren mantener privilegios”.

Y continuó insultando: “Aunque vayan a misa los domingos no le tienen amor al pueblo”, además dijo que tampoco se deben asumir como demócratas, porque han participado en los fraudes electorales.

Claro, todos recordamos el más memorable de esos supuestos fraudes: el de 2006, cuando compitió contra Felipe Calderón ...y perdió. Lo que ocurre es que el narcicismo y megalomanía infantiles de AMLO le impiden aceptar cualquier derrota. No sabe perder.

La diferencia fue mínima, pero el conteo favoreció a su adversario. Reconocer la derrota es un principio esencial para la democracia, si tú has sido derrotado y te niegas a aceptarlo, crearás entre tus seguidores, una ola de incertidumbre y desconfianza en las instituciones electorales.

Eso pasó en 2006. Poseído por el demonio, AMLO, en vez de pedir al Tribunal Federal Electoral el recuento de votos, se lanzó furioso a la calle --movilizando a centenares de miles de seguidores-- para protestar contra “el fraude electoral”. ¿Fraude?

En la calle sus seguidores coreaban la consigna de recontar “voto por voto, casilla por casilla” pero su líder, en realidad, nunca quiso que se volvieran a contar los votos. En otras palabras, nunca AMLO solicitó a la autoridad electoral que eso se hiciera. Así creó el mito del fraude.

Ese mismo mito alimenta –por una transición lógica inexplicable—su odio actual contra el INE. Pero, hay algo muy extraño. ¿Por qué AMLO personaliza al punto de que frecuentemente ataca desde Palacio Nacional, durante sus conferencias matutinas --con denuestos e injurias terribles--, al actual presidente del organismo, Lorenzo Córdova, y a su colega, Ciro Murayama, que no fueron jueces de elección de 2006?

No se trata de un odio perdurable, es más bien, un fenómeno mágico, de transmigración (traslación en el tiempo) de sentimientos negativos, ofensas, agravios, ultrajes, vituperios, independientemente de los cambios en las circunstancias.

No, los que participarán en la marcha del domingo 13 que partirá del Monumento a la Independencia a las 10.30 horas, no son neoliberales, ni hipócritas, ni neoliberales, son mexicanos valientes que nos darán un ejemplo de coraje cívico en un país que, lamentablemente, desde hace 4 años, ha soportado las ofensas repetidas de un personaje hueco, vacío, siniestro, que fue beneficiado por el voto nuestro, nosotros, los que creíamos en él.

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