Opinión

Dos educaciones

La educación básica, dice Durkheim, es una transmisión cultural, simbólica, de la generación adulta a la generación joven. Hoy hablamos de socialización. La educación misión de la básica es formar a una persona cada vez más autónoma, que adquieran crecientemente conocimientos y valores de su entorno que le permitan construir una vida satisfactoria, desempeñarse eficazmente como ciudadanos y, eventualmente, incorporarse al mercado laboral.

Preparar para la vida social, ergo, el primer elemento es que adquieran conciencia de que viven en una comunidad, que la sobrevivencia depende de todos y, por lo mismo, del reconocimiento, el respeto y la solidaridad con los demás. La economía capitalista milita contra este fin supremos, pues ella promueve, como sabemos, una ética individualista. Los mismo ocurre con los avances de la tecnología digital (celular, internet, videojuegos), aunque sabemos que desarrollan la inteligencia, también inducen al aislamiento.

La educación escolar debe contrarrestar esta inercia, pero no negando el individualismo, sino fomentando en las aulas, primero, la autonomía moral y, segundo, creando en el alumnado una fuerte conciencia social y valores y sentimientos fraternales y solidarios. Hasta ahora la educación ha fracasado en esta tarea.

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El gran desafío que enfrenta la educación básica es hacer frente a la revolución digital que presiona poderosamente para que la escuela y la enseñanza se transformen. En El futuro de las profesiones de Richard Suskind (2016) la profesión de maestro aparece como una de las profesiones más desafiadas.

Las razones las conocemos: la revolución tecnológica modificó radicalmente las formas de producción, transmisión y almacenamiento de la información. El celular y el internet se concierten en substitutos del profesor y que han desplazado al libro en su papel de fuente principal de información.

Los educadores lo vemos y lo sabemos, pero inercias tradicionalistas, que dominan en el gremio profesional, se oponen a que las tecnologías digitales se incorporen formalmente a los procesos educativos de la escuela. La experiencia crucial de la pandemia de COVID nos hizo tomar conciencia de la relevancia que podían tener los artefactos digitales en la transmisión educativa. Pero no pasó de ahí. El gobierno federal nunca tomó la decisión (que sí tomaron muchos otros países) de realizar una gran inversión de dinero para equipar a maestros y alumnos computadoras.

Pero el plano más crítico es la educación a distancia que generado u flujo enorme de alumnos de los programas institucionales hacia los programas a distancia. La educación a distancia suele ser más barata y se desgrana en un abanico de opciones o modalidades, muchas personalizadas, y bajo control de tutores personales que garantizan el éxito académico.

En la esfera de la formación inicial y continua de docentes, la revolución digital tiene con mucho la delantera. Bancos de información especializados, estándares internacionales, materiales educativos modernos, videos, redes de docentes, redes de investigadores, facilidad de comunicaciones académicas internacionales, infinidad de plataformas de contenidos educativos (como Khan Academy) sobre las más diversas temáticas, etc.

El abismo entre estos dos mundos se hace cada vez más grande y mientras los sistemas convencionales no reaccionen enérgicamente, renovando sus estructuras, se harán más onerosos y mediocres o e hundirán en una larga agonía.

Un alumno de primaria toma clases virtuales

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