Opinión

Negros nubarrones se aproximan desde el norte

TMEC El presidente de Estados Unidos, Donald Trump espera para saludar al primer ministro canadiense en la Casa Blanca en Washington. Afirmó que el TMEC “ha sido muy efectivo y sigue siéndolo, pero la gente tiene que respetarlo. Y eso ha sido un problema”. (WILL OLIVER/EFE)

En la algarabía de haber sorteado con fortuna la embestida arancelaria emprendida por Donald Trump, el gobierno mexicano echó campanas al vuelo por lo que muchos pensaron sería la tónica de la relación con la administración estadounidense, una basada en el respeto, el diálogo y el comedimiento especial a partir de la condición de vecindad que implica una cultura e historia compartidas. Donald Trump y su gobierno han demostrado, sin embargo, que el sello de su política exterior es y será el pragmatismo por encima de cualquier consideración de corte diplomático. En las semanas más recientes, algunos hechos han dejado constancia de los negros nubarrones que se aproximan desde el norte y se posan sobre el gobierno mexicano, como anunciando una tormenta de esas que empapan y dejan un frío que cala hasta los huesos.

Desde su campaña a la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump fue enfático en señalar a México como uno de los puntos de origen de dos de los asuntos que el hoy presidente identifica como prioritarios para la seguridad de aquel país: el descontrolado flujo de migrantes y el interminable trasiego de drogas, particularmente fentanilo. Tan pronto como tomó posesión de su cargo, Trump puso manos a la obra y en el caso de la migración, decretó el fortalecimiento de los controles de ingreso por las garitas e impuso duras medidas para expulsar a quienes se encontraran o ingresaran al territorio norteamericano de manera irregular. Por lo que se refiere al tráfico de drogas, designó a los cárteles mexicanos más importantes como grupos terroristas, al tiempo que anunció el inicio de investigaciones y procedimientos en contra de personajes vinculados a las actividades de aquellos.

En poco menos de un mes, cuatro acciones han dado cuenta de que Trump y su administración han comenzado la persecución en contra de aquellos a quienes consideran como presuntos cómplices de los cárteles mexicanos que hoy son equiparados, para fines legales, con Al Qaeda, Hezbolá o ISIS. El 17 de abril, Alberto Granados Favila, alcalde de Matamoros, Tamaulipas, fue detenido en Brownsville y su visa y la de siete de sus acompañantes le fue retirada. El 23 de abril, James Jensen, su esposa y sus hijos, fueron detenidos en Utah, acusados de ser cómplices de la trama de huachicol fiscal que ha sido detectada en México y que presuntamente opera entre políticos mexicanos, cárteles del narcotráfico y empresarios estadounidenses. El 11 de mayo se conoció del retiro de visas a la gobernadora de Baja California, Marina del Pilar Ávila Olmeda y su esposo, sin que exista información de las causas de ello, pero con indicios del inicio de una investigación por estar vinculados al Cartel de Sinaloa. El 12 de mayo ingresaron a Estados Unidos 17 familiares de Ovidio Guzmán López, presuntamente como resultado de una negociación entre este último y las autoridades norteamericanas.

El panorama político a partir de las acciones que ha comenzado a implementar el gobierno norteamericano no parece nada halagüeño para el gobierno de la presidenta Sheinbaum. Estados Unidos detuvo, porque así le convenía, la escalada de aranceles que en principio se habían anunciado, pero ha comenzado a avanzar en su estrategia para cercar a quienes considera cómplices de los cárteles del narcotráfico que hoy son considerados como grupos terroristas. En los próximos días, es previsible que veremos más acciones encaminadas a este fin que complicarán, aun más, el desempeño del gobierno mexicano.

Claudia Sheinbaum, como cualquier personaje del poder, llegó al cargo y tuvo la necesidad de heredar a algunos viejos colaboradores de su antecesor y de dar espacio a quienes el régimen anterior le recomendó. Nada nuevo que deba sorprender. Son las reglas del juego y quien participa en este las asume. Sin embargo, estas mismas normas prevén que llegan momentos en los que las fichas del tablero son sustituidas por aquellas que más convienen a la estrategia de quien enfrenta la partida. Parece ser que ha llegado el momento para Claudia Sheinbaum y el cambio de fichas y el ajuste de posiciones en ese tablero del poder presidencial, se deben realizar. Los nubarrones que hoy se posan sobre el gobierno mexicano no necesariamente fueron provocados por la actual administración, pero la tormenta que aquellos presagian podría terminan por inundar a quien hoy ocupa la silla del poder.

Profesor y titular de la DGACO, UNAM

Twitter: @JoaquinNarro

Correo electrónico: joaquin.narro@gmail.com

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