Opinión

Neofascismo americano

Trump envía mensaje a la nación El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, con el secretario de Defensa de los Estados Unidos, Pete Hegseth (der.), el vicepresidente de los Estados Unidos, JD Vance (izq.) y el secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio (2-der.), pronuncian un discurso a la nación en la Casa Blanca en Washington. (Carlos Barria / POOL/EFE)

La intervención militar promovida por Donald Trump en el conflicto de Medio Oriente, ilustra los alcances de la involución política que se desarrolla en los Estados Unidos. El ataque contra Irán para destruir sus plantas nucleares se llevó a cabo con artefactos explosivos antibúnker que solo EU posee. Las consecuencias de esta acción se conocerán muy pronto. Mientras tanto, esta declaración de guerra obliga a pensar que actualmente no existe nada más amenazante para la democracia estadounidense que involucrarse en el conflicto armado, dado que su presidente podría usar este “estado de guerra” para fortalecer el control dictatorial sobre su país. El problema que se presenta, y que muchos analistas no consideran, es que los EU ya no son la potencia hegemónica que se desplegó al finalizar la Segunda Guerra Mundial, que dictaba reglas sobre la economía y la política. El tablero internacional ya no es unipolar, sino que se reconfiguró con otros actores relevantes y distintas potencias emergentes.

El ataque militar estadounidense -al lado del criminal de guerra Netanyahu- muestra a la ultraderecha como un fenómeno amenazante. Desde hace tiempo se advierte que las derechas radicales, aunque diversas y localmente específicas, comparten vínculos transnacionales. Aunque los movimientos de la derecha no estén centralizados, existen nexos reales a través de acciones coordinadas y de difusión de propaganda que busca constituirse en ideología. Actualmente, presenciamos una “guerra de posiciones” militares, que es también una guerra política y cultural contra la democracia liberal que busca instaurar una nueva hegemonía conservadora. Detrás de esta guerra se encuentra una acción coordinada de la extrema derecha, cuyos objetivos no son solamente de tipo militar, sino que también representan un esfuerzo para moldear a la opinión pública y redefinir las prioridades políticas del planeta.

Los EU actualmente son gobernados por fuerzas antiliberales que tratan de revertir los ideales democráticos y universalistas, para reemplazarlos con una identidad étnico-religiosa típica del supremacismo blanco. La narrativa del conservadurismo identifica al viejo orden internacional liberal como el responsable del desarraigo cultural y del desastre económico actual. Se presenta así, una figura clara de “enemigo” a quien combatir, movilizando a diversos sectores bajo una bandera común. La lucha es contra la erosión de las identidades nacionales y el declive de los valores tradicionales. El viejo orden político se constituye como el enemigo tangible de la derecha radical que busca la ruptura del orden democrático, utilizando a partidos y movimientos que llegaron democráticamente al poder.

Las guerras que actualmente se desarrollan representan una fase del nuevo orden mundial conservador. Esta estrategia ya está provocando rupturas en los sistemas democráticos, debilitándolos mediante coaliciones políticas y narrativas concertadas. Las

nuevas alianzas internacionales no buscan mejorar la calidad de la democracia, sino la imposición de las diferencias culturales para legitimar nacionalismos, exclusiones, racismos y autoritarismos. Por medio de la guerra, la derecha radical ha salido del ámbito estrictamente nacional para proyectar una visión transnacional, estratégica y cultural. Además, la concepción geopolítica del conservadurismo se fundamenta en valores civilizacionales no democráticos.

Resulta necesario tomar en serio el alcance real de la derecha radical transnacional. Se ha configurado un neofascismo internacional que no resurge como una versión clásica del viejo fascismo negro, sino como una forma camaleónica adaptable a los cambios sociales y a la crisis de la democracia. Este “neofascismo gris” no mira al pasado sino al futuro, articulando un discurso de protección de la diferencia, manipulando los miedos y las angustias sociales. No se trata del renacimiento del viejo fascismo, sino de una nueva reformulación política que no excluye el uso de la fuerza militar. El conservadurismo extremo busca conquistar el sentido común, redefiniendo las prioridades políticas colectivas. El neofascismo se caracteriza por su profunda ambigüedad ideológica presentándose como apolítico y espontáneo. De aquí su peligrosidad global.

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