¿Dice el FBI en su informe que las cámaras del C5 fallaron o fueron hackeadas? No. Se refiere genéricamente a cámaras de la capital nacional; es decir, podrían, de haber ocurrido tal hecho, ser privadas o públicas. ¿Dice que ocurrió durante esta administración o la anterior? Tampoco.
De hecho, se refiriere al 2018. De ser comprobado el aludido hackeo utilizado por un organismo de alta peligrosidad, aquel habría ocurrido en la administración previa a diciembre de aquel año cuando inició el cambio de régimen.
Es, sin embargo y con todo, una oportunidad para reconocer y fortalecer la ciberseguridad, así como la atención con enfoque de derechos y colaboración con el sector privado, los cuales son ejes para redibujar la arquitectura institucional del centro de control más importante del país y el más robusto del continente, gracias a los esfuerzos de los gobiernos de Claudia Sheinbaum y de Clara Brugada, así como al acompañamiento especializado de la Agencia Digital de Innovación Pública (ADIP) y a la colaboración de 29 instituciones con quienes cotidianamente trabajamos a partir del Gabinete de Seguridad de la CDMX.
Y hay que subrayarlo en esta nueva época. No basta con observar desde las cámaras o reaccionar ante emergencias, la seguridad exige proteger datos, atender a todas las personas y construir alianzas. Destacadamente tenemos la oportunidad de asumir a la comunidad como la base de la seguridad.
Es, de cualquier manera, siempre deseable, fortalecer como objetivo la consolidación de protocolos de autenticación, sistemas de registro en tiempo real, cifrado de información, monitoreo constante de usuarios y segmentación de accesos.
La lógica de operación del C5 parte de alejarse del azar. Como advierte David Lyon en sus estudios sobre la “sociedad de la vigilancia”, el poder contemporáneo ya no reside solo en vigilar a las personas, sino en cuidar los sistemas que lo hacen posible y por supuesto también cuidar el derecho a la vida privada como sucede en las sociedades democráticas y no así en sistemas dictatoriales o autoritarios como el vivido por los nazis o actualmente en algunos países orientales.
El informe del FBI presentado la semana pasada sobre supuestas intrusiones al sistema de cámaras de la Ciudad de México por integrantes del crimen organizado es aludido para lastimar a los actores centrales de un cambio de régimen el cual dañó los intereses de las elites representadas entonces por la oposición.
El priista Enrique Peña Nieto ocupaba la presidencia y el perredista Miguel Ángel Mancera la Jefatura de Gobierno capitalina. Había maquillaje de cifras de incidencia delictiva, negación de la presencia del crimen organizado en la CDMX, con meses con un promedio diario de hasta cinco homicidios dolosos y redes de espionaje telefónico que a la fecha tienen a seis exservidores públicos bajo proceso penal. Lo denunciamos muchos años.
Desde el 2019 hay un cambio sustancial. Durante la administración local de la ahora Presidenta Claudia Sheinbaum, el Centro de Comando se convirtió en un cerebro de la ciudad como ahora es el corazón de la seguridad durante la administración de Clara Brugada. El crecimiento del ecosistema implicó aumento de dispositivos con inteligencia operativa y mecanismos de control de accesos, protocolos de privacidad y trazabilidad.
A la fecha, no hay reportes de intromisiones de ciberdelincuentes.
El C5 también ha repensado su relación con las personas. La participación el sábado en la Marcha del Orgullo —con un récord de 800 mil asistentes— con nuestra C2 móvil desplegada en campo, refrenda el compromiso de responder a las necesidades específicas de la comunidad LGBTTTIQ+. Temas odiados también por la ultraderecha.
La capital tiene un sistema operativo robusto y cercano a su población. La referencia del FBI a los supuestos hackeos de 2018 no es un juicio al actual C5 sino eventualmente al abandono institucional del pasado.