
A cualquiera le extrañaría –si no conociera este país— la insistencia territorial de los políticos de Morena, especialmente su fundador, Andrés López y su sucesora, la presidenta (con A), Claudia Sheinbaun.
Su persistencia en permanecer en el foco gráfico y geográfico en todos los rumbos de México (una gira semanal además de las especiales con o sin inundaciones, sumadas a la abrumadora presencia mañanera en todos los medios, formales e informales), hace de la presidencia una institución itinerante. Y así fue desde el comienzo de eso ahora denominado el “obradorato”, cuya rima con maximato es inevitable.
Una de las estrategias de campaña, de aquella interminable labor de veinte años de Don Andrés, fue caminar por el país hasta completar los dos mil y tantos municipios nacionales, con mítines de cualquier tamaño, desde multitudes entusiastas (donde el PRD o Morena podían acarrear) hasta poblachos desinteresados con diez o veinte curiosos como toda audiencia. Todo lo cubría, todo lo visitaba. Todo es pueblo.
De ahí provino su capacidad de organización y persuasión. No sólo de ese recorrido peregrino sino de repetirlo años más tarde. Dos vueltas completas al país, además de los mítines –llamémosle así--. formales para acompañar las candidaturas de alcaldes o gobernadores o diputados.
La estrategia del movimiento fue su alta movilidad. Y derivada de esta, la proximidad, la cercanía, el contacto personal. Y como consecuencia de éstas, la empatía del elector olvidado hacia quien se acercaba a su soledad pueblerina, –obviamente más sincera que la del político “interesado” por el pueblo. Todo un éxito.
Por eso llama la atención el rumor o el “globo sonda” de una nueva gira del infatigable político tabasqueño, ahora con un pretexto baladí: promover, mostrar y hasta presumir su más reciente libro, porque ya lo sabemos, Don Andrés (a pesar de la ola digital) sigue siendo un político de papel y suela. Zapato para caminar los pueblos y papel para plasmar sus ideas, sus investigaciones, sus planteamientos, en libros y más libros.
No importa si son del Fobaproa, Trump o la invención de Catarino Garza; la mitad de su mandato presidencial, las gracias al final del periodo administrativo y de gobierno, cualquier tema. Él escribe (o le ayudan a escribir) libros y libros y más libros. Tiene más volúmenes que lectores dijo hace días un irrespetuoso.
Obviamente a Don Andrés no le importan ni la biblioteca ni la historia, ni la cultura, ni el cine, ni la literatura, ni cómo se prepara el sushi de medusa o hasta dónde se extiende el infinito número Pi. A él le importa su pulsión política en todas sus modalidades, incluso durante este aparente distanciamiento sabático.
Por eso se ha soltado a correr el borrego de su gira. Para ver cómo reaccionan los medios, la opinión publicada y quizá parte de la pública. Pero sobre todo ver cómo se mueven los “claudistas” porque frente a esto cuyo fulgor opacaría la figura presidencial debe haber cierta cautela, así la señora presidenta saque un libro suyo (algo se pega) en el cual –por desgracia—el personaje no es ella sino quien le dio el bastón de mando y la subió a sus últimas giras para preparar el relevo presidencial.
CANACO
Frente a la invasión china, ayer en la apertura de la “Cumbre empresarial CANACO”, Vicente Gutiérrez Camposeco, su presidente, dijo: “...en 1899, pocos años después de nuestro nacimiento como organización empresarial y económica, se firmó un tratado comercial sino-mexicano” entre el gobierno de Porfirio Díaz y la dinastía Ching, en su última etapa. Hoy el comercio chino, con todo y sus prácticas mafiosas, se ha apoderado –sin reglas--, de buena parte del mercado de la ciudad. Y el gobierno ni lo evita, ni lo regula.
“La informalidad no nos afecta por los artesanos de México; nos sofoca con productos de las grandes plantas de Shanghái, Pekín o Hong Kong”.
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