Opinión

Un acercamiento a la Generación Z (II)

Marcha Marcha de la Generación Z. (Iván Guevara)

Con los jóvenes, muchos adultos piensan – entre estos, aquellos encargados de construir políticas públicas y oportunidades para las juventudes – que no saben lo que quieren, que aquello que hoy les motiva a quejarse y demandar, mañana se les habrá olvidado y que, en el peor de los casos, como al pueblo romano de la antigüedad, bastará darles “pan y circo” para entretenerles. Peor aún, a la juventud suele caracterizársele como si fuera una sola, aquella que vive en centros urbanos y que acude con regularidad a la secundaria, el bachillerato o la universidad. Por eso las respuestas gubernamentales e institucionales parten, ahora y antes, de ofrecer música, deporte y, en la medida de lo posible, becas educativas. Fuera de todo esto quedan más de la mitad de los 38 millones de jóvenes que en México pertenecen a la Generación Z, unos por vivir en sitios donde la recreación, el arte y la cultura son simple fantasía y otros por no tener como actividad principal el estudio, ya sea por falta de oportunidades o, incluso, por ya haber terminado el nivel superior.

Cuando hace poco menos de un mes la Generación Z irrumpió en el terreno de la discusión política y social por su convocatoria a una marcha de protesta contra el gobierno, afloraron análisis centrados en lo que mencionamos anteriormente: los jóvenes no saben lo que quieren y aquello por lo que hoy protestan mañana se les habrá olvidado; de qué se quejan, si hoy hay más becas que en cualquier momento de la historia y sobran oportunidades de ocio y recreación a las que pueden acudir. Más allá de que los jóvenes no reclaman dinero, conciertos o torneos, si esta fuera la respuesta a las problemáticas que les aquejan, lo sería solamente para la juventud urbana con acceso a la educación. Quizá por ello sería mejor, además de entender que no hay una juventud, sino que existen muchas juventudes, reconocer que la Generación Z no es homogénea en su conformación, por más que existan necesidades y expectativas que sean compartidas por la gran mayoría de las y los jóvenes.

La nota periodística que motivó esta reflexión que cuenta con una primera entrega y a la que seguirá otra más, señala como preocupaciones principales la incertidumbre laboral, la precariedad de los salarios, la informalidad de la mayoría de los empleos, la dificultad para siquiera imaginar poder contar con una vivienda propia, la inseguridad rampante que atemoriza y alimenta condiciones de salud mental como ansiedad, estrés o depresión, la desconfianza en la clase política y en sectores sociales diversos al propio, las pésimas condiciones de infraestructura y transporte, así como la falta de información fiable por la enorme cantidad de contenidos falsos y tramposos en las redes sociales, el principal medio de consumo y comunicación de quienes hoy están entre los 15 y los 29 años. Con este diagnóstico, yo quisiera saber de qué manera los conciertos de reguetón, hip hop o música electrónica generan un sistema de seguridad social viable; cómo es que las cascaritas de fútbol callejero o las retas de básquetbol facilitan el acceso a vivienda digna y accesible o cuál es la medida de impacto que las becas escolares tienen en la salud mental de aquellos que ya terminaron la educación superior pero no encuentran un empleo con paga mayor a la del salario mínimo.

Por supuesto que la cultura, el arte, el deporte y las becas son necesarias y útiles, pero solo resuelven una pequeña e inmediata necesidad a una parte menor de las juventudes mexicanas que hoy son parte de la Generación Z. Si funcionaran mínimamente bien las políticas públicas de salud, educación, empleo, seguridad social, vivienda, seguridad pública y tantas más, lo que hoy se ofrece a las y los jóvenes sería un gran complemento, pero no puede pensarse que eso, lo accesorio de estas acciones, sea la respuesta principal del Estado hacia sus juventudes. Y no se trata de politizar, porque el problema no lo causó Claudia Sheinbaum, Andrés Manuel López Obrador o Enrique Peña Nieto. Tampoco fueron causantes directos y únicos Felipe Calderón, Vicente Fox o cualquiera de los presidentes que haya tenido nuestro país. Los responsables de lo que hoy tenemos y que mucho se parece a lo que siempre hemos tenido, pero peor, somos y hemos sido todos. Por eso la respuesta no puede ser ningunear a estos jóvenes y pretender que son carne de cañón. Por eso no podemos ser frívolos y responder con conciertos, torneos o becas. En nuestra siguiente entrega haré algunas valoraciones y propuestas al respecto.

Profesor y titular de la DGACO, UNAM

Twitter: @JoaquinNarro

Correo electrónico: joaquin.narro@gmail.com

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