Opinión

El acertijo y el Banco de México

El 9 de febrero la Junta de Gobierno del Banco de México decidió por unanimidad aumentar 50 puntos base la tasa de interés interbancaria a un día, con lo que llevó su nivel a 11 por ciento. La mayoría de los analistas y participantes en los asuntos financieros fueron sorprendidos por la magnitud del movimiento porque esperaban un alza de 25 puntos, en sintonía exacta con el movimiento que la Reserva Federal había realizado una semana antes. La sorpresa también tiene relación con los mensajes que el propio Banxico había estado mandando a los agentes económicos desde el mes de noviembre, en el sentido de que era probable que los futuros incrementos fueran menores. ¿Qué fue lo que hizo cambiar la posición y perspectiva del banco central? Sin duda fueron los datos de inflación general y subyacente (7.91 y 8.45, respectivamente) dados a conocer ese mismo día por el INEGI, los cuales registraron un pequeño repunte con respecto a los del mes anterior y mostraron que las presiones inflacionarias no han cedido. En el boletín de política monetaria donde el banco explica su decisión señala que, en el balance de riesgos futuros, prevalecen los sesgos al alza, por lo que espera que la inflación no alcance su objetivo hasta finales del 2024.

Banxico

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Es la segunda vez, desde que iniciaron las recientes presiones inflacionarias, que los movimientos de Banxico no están alineados con los de la autoridad monetaria norteamericana. La primera ocasión ocurrió a mediados del 2021, cuando Banxico inició de manera adelantada el ciclo alcista de los tipos de interés, mientras que la FED fue más paciente y lo detonó con diez meses de retraso. El efecto de ese desacoplamiento o apresuramiento original fue que México incrementó de tres a seis puntos el premio diferencial que otorga a los ahorradores con respecto a los que les ofrece el país vecino. El movimiento de la semana pasada hizo más grande la diferencia, ubicándola en seis puntos y medio.

El movimiento sorpresivo, el cambio de narrativa y el aumento del premio a los inversionistas financieros, pero sobre todo la nula eficacia que la política monetaria ha tenido para disminuir las presiones inflacionarias, después de un año de restricción, nos llevan a la pregunta: ¿Tiene el Banxico el diagnóstico adecuado sobre el fenómeno inflacionario actual?

De acuerdo con el análisis que hace Alan Greenspan (La era de las turbulencias) de algunos episodios inflacionarios o deflacionarios en la historia reciente, existen ocasiones en los que la oferta monetaria de corto plazo tiene poca o nula influencia sobre los precios.

Así sucedió claramente con el proceso inflacionario de finales de los años setentas y principio de los ochentas y con la larga etapa de desinflación ocurrida desde los años noventa. En el primer caso, lo que disparó la inflación fue el shock producido por el aumento del precio de los combustibles originado por conflictos políticos en el medio oriente. En este episodio la inflación no cedió al desorbitado apretón monetario hasta después de algunos años, precipitando, eso sí, una dura recesión y un alto costo por la pérdida de empleos.

Otro ejemplo tiene que ver con el largo proceso de crecimiento económico sin presión inflacionaria iniciado desde la década de los noventas. La FED, como lo recomendaba el librito, quiso intervenir con el fin de enfriar la economía y en especial para desactivar el boom de la vivienda de esos años, pero sus “señales” monetarias resultaban infructuosas. La entrada al mercado mundial de los países del antiguo bloque comunista y la irrupción de la India y China le dieron un impulso a la globalización e hicieron posible el fenómeno de crecimiento económico sostenido con desinflación.

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El acertijo existe cuando los hechos no pueden ser explicados por el conocimiento tradicional y las fórmulas de la ortodoxia no funcionan. Es entonces cuando los bancos centrales necesitan hacer un esfuerzo adicional de comprensión para calibrar adecuadamente sus decisiones de política monetaria. La coyuntura actual nos presenta una serie de datos contradictorios que son un verdadero acertijo a desentrañar. La inflación en Estados Unidos empezó a descender desde mediados del año pasado, pero lo ha hecho con pleno empleo, con la tasa de desempleo más baja en cinco décadas y con la demanda de trabajadores por parte de las empresas que supera en 2 a 1 su disponibilidad. En México la presión sobre los precios continúa al alza, impulsada por los alimentos y los servicios, a pesar de lo restrictiva que ha sido la política monetaria, a que la presión internacional ha ido cediendo, y a que la economía se encuentra en un bajo nivel de crecimiento.

Los banqueros centrales, señala Greenspan, han asimilado el principio de que la estabilidad de precios es el camino para lograr el máximo crecimiento de la economía de manera sostenible y eso es valioso. Pero, los fenómenos de mercado inexplicables es algo con lo que tienen que enfrentarse todos los días y frente a los cuales no reaccionan siempre de la manera más certera. Por ejemplo, se piensa que para lograr controlar la inflación es condición necesaria un debilitamiento significativo del mercado laboral y si la tasa de desempleo no sube, se tienen que apretar más las tuercas.

El movimiento agresivo de tasas de la semana pasada fue aplaudido por muchos analistas financieros, a pesar de que algunos reconocen que existen presiones inflacionarias que están fuera del alcance de la política monetaria; lo hacen porque, afirman, manda una señal de determinación y de decidido compromiso del banco central por combatir la inflación. También porque con ello reafirma su independencia y autonomía respecto al gobierno federal.

Los agentes del mercado atienden tanto a la cantidad del movimiento como a la calidad de la explicación que lo respalda. Por eso, más allá del sentido y la magnitud en los que se manipulen los tipos de interés, la señal que tiene que mandar Banxico es que entiende razonablemente las causas objetivas del fenómeno inflacionario en las circunstancias internas y externas actuales y que tiene la capacidad de explicarlas con claridad y consistencia. En otras palabras, que se ha desentrañado el acertijo. Las sorpresas mandan el mensaje contrario e inducen a la desconfianza.