Opinión

La manifestación del próximo domingo

Me parece un desatino que la Jefa del Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, haya llamado a la “Marcha en Defensa de la Democracia”, que se llevará a cabo este próximo domingo 26 de febrero, en la Ciudad de México y sesenta ciudades más, “Marcha para volver al pasado”. Además de que es un desatino es un insulto para quienes vamos a asistir a ese evento y una soberana mentira. El asunto es exactamente al revés, señora Sheinbaum: queremos evitar una regresión autoritaria que, usted sabe, está en marcha a través de múltiples artimañas que se han urdido desde Palacio Nacional. El objetivo más preciado de la 4T es destazar al INE, institución que les estorba para poder imponer en México una autocracia bolivariana.

Marcha en Defensa de la Democracia

Marcha en Defensa de la Democracia

Cuartoscuro

Esa es la verdad; sin embargo, como bien se sabe, uno de los instrumentos favoritos del populismo son la mentira y la manipulación. Una de las grandes falsedades que utiliza recurrentemente el presidente, Andrés Manuel López Obrador, es la de llamar a sus adversarios, en conjunto, “conservadores”. Se trata de un desdoblamiento psicológico: quiere repetir el conflicto que se registró entre los conservadores y los liberales lidereados por Benito Juárez. Aquellos eran dos bloques bien definidos, cuyo conflicto terminó con la derrota de los conservadores plasmada, simbólicamente, con el fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo en el Cerro de las Campanas, en Querétaro, el 19 de julio de 1867.

Sabemos de sobra que López Obrador ha utilizado como figura señera al Benemérito de las Américas, aunque muchas de las acciones emprendidas por el tabasqueño contradigan el ideario juarista. Aclaremos las cosas: ni Andrés Manuel López Obrador es Benito Juárez, ni nosotros somos conservadores. Convengamos en que hoy la sociedad y la política mexicanas son muy diferentes de las del siglo XIX. En este movimiento hay de todo. Es más, el acuerdo es que sea una movilización ciudadana, como la que se dio el 13 de noviembre. Un fenómeno impresionante tanto por la asistencia masiva como por ser la primera vez en que salieron a las calles y plazas ciudadanos, de todos los colores y sabores, convencidos de que hay que defender la democracia.

Lo fácil es descalificarnos y endilgarnos el mote de “conservadores”, lo difícil es reconocer que este es un movimiento pluralista y transversal. El problema es que para los populistas es difícil entender la complejidad; lo más sencillo para ellos es simplificar las cosas. Así se evitan el esfuerzo de pensar.

La convocatoria para la manifestación del próximo domingo tiene como propósito defender al INE frente al llamado “Plan B”: “Vivimos una situación de emergencia nacional y por ello es urgente organizarnos, plantear soluciones y manifestarnos en pro de la defensa de nuestras instituciones democráticas, así como para hacer patente nuestro rechazo a todas aquellas acciones políticas y legislativas que el régimen actual promueve con fin de perpetuarse en el poder.”

La evidencia es contundente: el proceso de transición a la democracia en nuestro país comenzó con el movimiento estudiantil de 1968: el Viejo Régimen entendió que sus bases de legitimidad habían sido mermadas y tenía que cambiar. Por eso, el 1977 se llevó a cabo la reforma política que permitió la entrada a la escena pública de nuevos partidos políticos. Fue una reforma acordada, sobre todo, con los líderes de las organizaciones de izquierda. Así sucedió también con la reforma de 1986 que permitió la formación de candidaturas comunes. Otra reforma de gran calado, acicateada por el levantamiento armado del EZLN el 1 de enero de 1994, el asesinato de Luis Donaldo Colosio el 23 de marzo de 1994 y el crimen cometido contra José Francisco Ruíz Massieu, el 28 de septiembre de 1994, fue la que se registró en 1996. Estableció condiciones más equitativas en la competencia por el voto popular.

En México, las reformas político-electorales han sido previamente discutidas y consensadas entre el gobierno en turno y los diversos partidos políticos. Esta vez, no ocurrió así. Se trata de una imposición del gobierno y del partido oficial que privilegia a la mayoría y hace a un lado a las minorías; vale decir, estamos ante una reforma de confección antidemocrática que quiere revivir los tiempos del partido hegemónico y del presidencialismo autoritario. Esa sí es una verdadera y propia regresión.

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David Frum publicó en “The Atlantic” (21/02/2023) un artículo titulado “The Autocrat Next Door” (literalmente, “El autócrata de la puerta de al lado”). Allí dice: “La democracia liberal en México está bajo asedio. Peor aún, el atacante es el propio presidente de la nación, Andrés Manuel López Obrador.” Y señala: “El errático y autoritario presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, está pensando poner fin al compromiso establecido durante un cuarto de siglo por este país con la democracia liberal multipartidista. Está mermando las instituciones que han respaldados los logros democráticos de México, sobre todo, al admirado sistema electoral independiente. Con base en la actual ruta que está siguiendo López Obrador, las elecciones federales programadas para el verano de 2024, quizá sean menos libres y mucho menos justas.”

La única forma de frenar este embate autoritario es que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) declare la inconstitucionalidad del “Plan B”. Eso es lo que vamos a pedir el próximo domingo. Confiamos en la independencia del Poder Judicial, encabezado por la Ministra Norma Piña.