Opinión

México: anarquía y tiranía

El 9 de agosto se desataron balaceras, bloqueos, quema de negocios y vehículos en Guanajuato y Jalisco. Primeramente, se dijo que había sido capturado uno de los altos mandos del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), Ricardo Ruíz Velasco, alias “el Doble R”, encargado de los cuerpos de élite de esa organización delictiva; sin embargo, posteriormente esa versión fue desmentida. En Guanajuato los municipios más afectados por la violencia desatada ese martes fueron Celaya e Irapuato. En Jalisco, los enfrentamientos entre sicarios y elementos del Ejército se registraron en Zapopan.

Hombres encapuchados quemaron vehículos en Guanajuato

Hombres encapuchados quemaron vehículos en Guanajuato

Dos días después, el 11 de agosto, en Ciudad Juárez, Chihuahua, se vivió una jornada violenta a raíz de que, dentro del penal de esa localidad, alrededor de las 13:00, se registró una riña entre miembros de pandillas rivales “Los Mexicles” contra “Los Chapos”. A partir de las 17:00, comenzó el caos en las calles: hombres armados prendieron fuego a tiendas de conveniencia y vehículos, bloquearon puntos de circulación neurálgicos de la ciudad. Cuatro empleados de la empresa radiofónica “Switch Mega Radio”, entre ellos el locutor Alan González, fueron asesinados cuando transmitían en vivo en el estacionamiento de una plaza comercial. En total, 11 personas perdieron la vida (aldíadallas, 12/08/2022).

En esta semana, el estado de Baja California ha sido blanco de ataques del crimen organizado: hubo 36 eventos vandálicos y 25 incendios en distintos puntos: en Tijuana se presentaron 15 incendios, en Mexicali 3, Tecate 2, Playas de Rosarito 3 y Ensenada 2.

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Además de estos hechos que han impactado a la opinión pública, sabemos que muchos municipios del país están, literalmente, tomados por los grupos criminales. Los habitantes de esos lugares viven en constante zozobra; no hay autoridad pública, sus vidas penden de un hilo.

Para decirlo en breve: la anarquía impera en amplias zonas del territorio nacional. Incluso, donde parece haber orden, estallan actos de barbarie como los que han vivido los estados, ciudades y localidades mencionados.

Los cárteles de la droga hacen lo que se les pega la gana; no hay una política de seguridad nacional. O mejor dicho sí la hay: es la establecida por la consigna presidencial “abrazos y no balazos.” La cual, traducida en la práctica, le ha dado vía libre a los delincuentes para que hagan de las suyas. Otro dicho presidencial es: “no voy a combatir la violencia con la violencia”. Discúlpeme, pero está usted equivocado: la violencia se combate con la ley. Un gobierno omiso da pie al desorden: como decía Thomas Hobbes, el regreso al estado de naturaleza, situación en la cual nadie tiene asegurada la vida.

Como decía Remo Bodei: en épocas de crisis la vida social se escinde. Cada parte, establece su propia realidad, pero también su propia falsedad y fantasía.

En connivencia con el desorden imperante, está el esfuerzo descarado de imponer en México una autocracia populista. En efecto, desde que Andrés Manuel López Obrador asumió la presidencia de la república ha tratado de concentrar el poder en su persona: doblegar a los otros dos poderes de la Unión, el Legislativo y el Judicial; hacer tabla rasa del federalismo con los “superdelegados”; atacar a los órganos autónomos, en especial al INE y al IFAI; debilitar el sistema de partidos; emprenderla contra las organizaciones de la sociedad civil al desaparecer el INDESOL; desacreditar a los periodistas y a la prensa crítica; sustituir el pluralismo ideológico con la imposición de una sola verdad, la suya; polarizar a la sociedad entre “el pueblo bueno” y “el no-pueblo”, es decir, los conservadores. Además, de que ha dado sobradas muestras de desprecio por la ley.

Hay un hecho muy grave, al cual no se le ha dado la debida importancia: la Revolución mexicana triunfó y con esa victoria asumieron el poder los caudillos militares. De hecho, luego del asesinato de Venustiano Carranza, en Tlaxcalantongo, el 21 de mayo de 1920, se quedaron con el poder los generales Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, en lo que se conoce como la “diarquía”. Cuando Obregón fue asesinado el 17 de julio de 1928, se instauró el Maximato, esto es, el jefe máximo de la Revolución fue Calles quien puso como sus peleles en la presidencia de la república a Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez. El General Lázaro Cárdenas se sacudió la influencia de Calles al sacarlo del país. Luego vino el General Manuel Ávila Camacho cuyo sucesor fue el Lic. Miguel Alemán Valdés. En ese momento México pasa del militarismo al civilismo. Eso ocurrió en 1946.

Lo inusitado es que López Obrador está yendo contra esa tradición civilista y está militarizando al país. Signo inequívoco de que está traicionando el proyecto constitucionalista y los esfuerzos que se hicieron en los últimos 45 años para democratizar al país.

Como lo vimos en Venezuela y Nicaragua, países que pasaron de ser autocracias populistas a tiranías, López Obrador está siguiendo el mismo libreto. No por casualidad el tabasqueño defiende a capa y espada a Daniel Ortega y Nicolás Maduro; son sus congéneres, igual que el cubano Miguel Díaz-Canel.

Así pues, en México se está dando una peligrosa conjunción entre anarquía y tiranía. Es difícil encontrar en los anales de la historia un caso como este, pero allí están las evidencias.

Mail: jsantillan@coljal.edu.mx