Opinión

La retórica de la Cuarta Transformación

Transformar, según el diccionario de la RAE significa cambiar de forma a alguien o algo(1). Transmutar algo en otra cosa(2). El Diccionario de María Moliner apunta que la palabra quiere decir Cambiar(1). Metamorfosear(2). Mudar(3). Escoja usted el vocablo que más le guste para definir la famosa Cuarta Transformación que se supone que realiza el presidente de los Estados Unidos Mexicanos, el licenciado Andrés Manuel López Obrador. ¿Ha habido mudanza, metamorfosis, cambio? ¿Se dejó atrás el neoliberalismo y mudamos a otra teoría política y económica en la que no haya libre mercado? ¿Ha imperado la reducción del gasto público y reducción de impuestos a las personas más ricas?

Según parece, sí ha habido reducción de gasto en muchas entidades gubernamentales, la austeridad republicana que se llama, pero creció el aumento de gasto, y mucho, en los proyectos presidenciales: el aeropuerto de Santa Lucía, la construcción del Tren Maya y la Refinería Dos Bocas. El pago por abortar el aeropuerto de Texcoco. También se compró una refinería tejana perteneciente a Shell, Deer Park, para formar parte de PEMEX y no costó una bicoca. Luego existen otros gastos, peccata minuta, como el lujoso avión presidencial, que hasta el ex presidente Enrique Peña Nieto manifestó su interés por poner en venta porque caía en críticas por su elevado costo. Finalmente no le quedó más que usarlo. López Obrador, no. Antes que treparse a la nave prefiere pagar por su manutención y el hangar donde se halla. Lo ha tratado de vender y de rifar, pero no logra deshacerse de él. O sea, hay austeridad para el servicio público, para Cultura, Educación, Salud, mientras se acrecienta el gasto superlativo para otros asuntos. En la cuestión tributaria, los ricos mexicanos no pagan más impuestos. Al fin, supondrá el primer mandatario, son casi todos empresarios mexicanos, nacionalistas. Por eso quería que a Banamex lo comprara un millonario mexicano. Ay, esos millonarios mexicanos, que contra viento, marea y pandemia, ganan más y más dineros. Por eso cantan “Soy puro mexicano” y, si viajan fuera del país, entonan la canción Huasteca.

Pero no todos. La industria farmacéutica y los que obtuvieran ganancias en ese ramo, se han visto vapuleados. También los enfermos, en especial los niños con cáncer y los pacientes psiquiátricos. Y muchísimos de ellos son pobres Y es que el presidente del país quiso enmendar cualquier tipo de corrupción en la distribución de medicinas. Por lo menos ahí se puso muy firme. De otros cochupos no sabemos o sí sabemos pero la Cuatroté prefiere hacerse de la vista gorda. Y el sabio pueblo de México, chitón perrito.

O sea, ¿somos o no neoliberales? Pues sí somos, para eso está el T-Mec, otrora Tratado de Libre Comercio y no ha ocurrido, no todavía, un cambio, una mudanza, una metamorfosis económica que nos deslinde del proyecto económico neoliberal. Y luego agréguenle ustedes los golpes pandémicos, un gobierno que no regula los costos y que alardea de las remesas enviadas por los emigrantes que viven en el exterior, la pauperización de las clases medias y el crecimiento de la pobreza. Es decir, somos neoliberales poco efectivos. Margaret Thatcher nos pondría una mala calificación.

¿Entonces qué política económica hemos adoptado con una Transformación que no transforma sino que empeora la situación a los que menos tienen en cuanto a Salud Pública, Empleo y Educación y cuyo cometido principal se ajusta, eso sí, ( o no acaba de ajustarse), a los grandes proyectos del señor presidente? Como diría mi amigo Luis González de Alba, (espero que, en lugar de descansar en paz, se haya transmutado o reencarnado en otro personaje extraordinario como él,) “sabe”. Es decir, lo ignoramos.

Y, si no existe cambio económico ¿dónde ocurre la Transformación?

Podríamos decir que en la militarización del país, en el debilitamiento del Estado y en la imposición de quebrantar a los órganos autónomos como el Instituto Nacional Electoral, que es el verdadero espacio de la democracia, caro, sí, pero que garantiza a los electores el ejercicio y el conteo preciso de sus votos. Mudanza en las decisiones de los académicos y estudiantes del CIDE y, en su lugar, imposición de la titular del CONACYT para cambiar al director y los estatutos de ese centro de investigación y docencia económica. Se acaba de anunciar, además, que el CONACYT suspenderá las becas de quienes se manifiesten en protestas estudiantiles (podrían llamarse becas Díaz Ordaz) o de los procreen hijos durante la pensión otorgada por dicha entidad gubernamental.

¡Dioses, qué de cambios! (la que escribe es politeísta), una mudanza que no mejora las condiciones de los electores ni de los estudiantes y que, más bien, nos ponen a muchos los pelos de punta.

¿Más transformaciones? ¿Serán acaso la disminución de presupuesto a las universidades públicas desde el 2020 y muchos otras respuestas gubernamentales a las necesidades de la gente que se han cancelado: estancias infantiles, protección a las mujeres que han vivido violencia de género en sus casas, entre otras?

La ayuda de la Cuatroté a los de la tercera edad y a otros grupos sociales no resuelve ni la pobreza ni la desigualdad. Necesitamos crecimiento económico, no dádivas. Por lo tanto, no hay cambio transcendental en nada sino pura retórica. No se ha planteado un equilibrio, por más precario que fuera, entre una aparente concepción de izquierda y un pragmatismo de evolución económica para enfrentar el reto de gobernar frente a un panorama de enorme complejidad social.

No hay tal cosa, pues, como la Cuarta Transformación.

Foto: Cuartoscuro

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