
Aunque México es una república desde hace más de 150 años, la llamada Casa Real mexicana todavía despierta curiosidad y mantiene un lugar simbólico en la memoria colectiva. En 2025, este linaje no tiene ningún poder político ni reconocimiento oficial, pero su historia está ligada a momentos clave de la construcción del país y a dos intentos fallidos de establecer una monarquía en suelo mexicano.
Hay que aclarar que el reconocimiento de esta línea como “Casa Real” es simbólico y no oficial en México, dado que la Constitución mexicana prohíbe títulos de nobleza u honores hereditarios
El primer capítulo de esta historia se dio en 1822, cuando Agustín de Iturbide, héroe de la independencia y autor del Plan de Iguala, fue proclamado emperador. Su reinado duró poco más de un año, pues abdicó en 1823 y fue fusilado un año después. Aun así, dejó tras de sí a la Casa de Iturbide, cuyos descendientes continuaron portando de manera simbólica los títulos imperiales.
Décadas después, en 1864, el Segundo Imperio Mexicano encabezado por Maximiliano de Habsburgo y Carlota de Bélgica volvió a colocar la monarquía en el centro de la vida pública. Para asegurar cierta legitimidad, Maximiliano incluso reconoció a algunos nietos de Iturbide como príncipes, lo que permitió unir ambos linajes de forma protocolaria.
En la actualidad, los descendientes de Iturbide son considerados la rama principal de la Casa Real mexicana. Sus miembros llevan una vida privada y en muchos casos residen fuera de México, dedicados a actividades profesionales y académicas. Sin embargo, en fechas conmemorativas suelen ser invitados a ceremonias históricas, charlas culturales o actos simbólicos relacionados con la independencia y el imperio. Aunque no poseen ningún rol oficial, conservan objetos familiares, retratos y documentos que forman parte del legado de la época imperial, algunos de los cuales se exhiben en museos o archivos históricos.

Hoy, la función de la Casa Real mexicana es sobre todo cultural y simbólica. Para los historiadores, representa una ventana al pasado que ayuda a comprender por qué México eligió la república como forma de gobierno.
Entre los datos curiosos se cuenta que Iturbide fue nombrado “Padre de la Patria” por algunos sectores en su época, y que Maximiliano, antes de aceptar el trono mexicano, pidió garantías de que el pueblo lo quería como emperador. También que, incluso después de la caída del Segundo Imperio, algunos descendientes de Iturbide fueron reconocidos en Europa con títulos de nobleza, lo que mantuvo vivo el apellido en círculos aristocráticos.
En 2025, la Casa Real mexicana no tiene palacio ni corte, pero sí una historia fascinante que mezcla la ambición política, los ideales de independencia y la influencia europea en América. Más que una realeza vigente, es un recuerdo vivo de los caminos que México pudo haber tomado y no tomó, y que hoy se estudia con interés desde una perspectiva cultural y divulgativa.