Deportes

Columna: Es martes y el cuerpo lo sabe

El esfuerzo no se mide sólo con cronómetro

. .

Hay días en que uno entrena menos tiempo… pero termina más cansado.Días en que el cuerpo se siente ágil aunque el reloj marque menos.Y momentos donde un solo minuto parece eterno.

Ahí surge la pregunta:¿cómo se mide realmente el esfuerzo?¿Es cuestión de minutos? ¿De calorías? ¿De distancia?O quizá, de algo más profundo: la percepción del propio cuerpo cuando se mueve.

EL CUERPO TIENE SU PROPIA ESCALA

Existe un concepto clave en fisiología del ejercicio: la Escala de Esfuerzo Percibido (RPE).No necesita máquinas ni sensores. Solo una pregunta:“¿Qué tan difícil se siente esto ahora?”

Del 1 (sin esfuerzo) al 10 (esfuerzo máximo), esta escala integra todo lo que sientes en el momento: respiración, fatiga muscular, ritmo cardíaco, concentración, ánimo.Es la única métrica que no puedes falsificar.Porque el cuerpo, cuando se le pregunta con honestidad, responde.

Y es poderosa: estudios han demostrado que esta percepción coincide con valores objetivos como la frecuencia cardíaca y el consumo de oxígeno.Es decir: el cuerpo sabe, incluso antes de que lo midas con aparatos.

NO ENTRENAS EN EL VACÍO

El esfuerzo no solo depende del ejercicio.Depende de lo que traes encima.Dormiste mal, comiste rápido, discutiste con alguien, hace calor, la mente se fue a otra parte…Y entonces, ese mismo entrenamiento que ayer parecía fácil, hoy te aplasta.

El cuerpo no funciona en condiciones de laboratorio.Funciona en la vida.Y por eso, medir el esfuerzo desde adentro tiene sentido.Porque no se trata de cuánto haces, sino de cómo lo vive tu cuerpo ese día.

Hay entrenamientos breves que enseñan más que una hora de rutina.Y hay rutinas largas que solo acumulan cansancio sin aprendizaje.La diferencia está en la conciencia del esfuerzo.

Escuchar al cuerpo no es flojera.Es técnica.

MENOS NÚMEROS, MÁS SEÑALES

Los relojes, las apps, las zonas, los gráficos.Todo eso ayuda.Pero a veces, lo que más importa no aparece en pantalla:La respiración desacompasada. El temblor del músculo. El impulso de parar.Y también: el placer de moverse. La conexión. El ritmo.

Por eso, entrenar con el cuerpo y no contra él implica afinar la sensibilidad al esfuerzo.No como excusa, sino como estrategia.

Hay quien corre 30 minutos a ritmo constante y termina sereno.Y quien corre 10 con ansiedad y termina exhausto.La diferencia no fue el tiempo. Fue la percepción.

Cuando se entrena desde el cuerpo, el cronómetro no desaparece, pero deja de ser juez y se vuelve acompañante.No dicta, sugiere.

Porque sí: el cuerpo tiene reloj.Pero también tiene conciencia.Y esa conciencia, bien entrenada, vale más que cualquier marca.

Tendencias