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‘Es martes y el cuerpo lo sabe’

Calentar no es sólo mover los brazos

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Hay quienes llegan al entrenamiento como quien llega tarde a una junta: sin aliento, sin preparación, sin transición.Se amarran los tenis, dan dos vueltas al parque, giran los brazos como hélices nerviosas… y ya.“Listo, ya calenté”.

Pero el cuerpo no funciona así.El cuerpo no salta a la acción solo porque tú lo decidiste. Necesita señales, progresión, un puente entre el reposo y el esfuerzo.Y ese puente se llama calentamiento.

EL ARTE DE AVISARLE AL CUERPO

Calentar no es solo subir la temperatura corporal.Es, ante todo, avisarle al cuerpo que va a empezar algo importante.Es activar la circulación, aumentar la elasticidad muscular, preparar las articulaciones, elevar la frecuencia cardiaca de manera gradual… y decirle al sistema nervioso: “ponte listo, que esto ya va en serio”.

Un buen calentamiento mejora la coordinación, reduce el riesgo de lesiones y optimiza el rendimiento.No es accesorio: es parte del entrenamiento.

Pero no cualquier movimiento sirve. El clásico estiramiento estático al inicio —quedarse quieto tocándose los pies como penitencia— es más tradición que ciencia.Hoy sabemos que lo ideal es el calentamiento dinámico: movimientos suaves, progresivos, controlados, que se parezcan a lo que harás después, pero en versión ligera.

Si vas a correr, trota.Si vas a levantar peso, activa las zonas clave con bandas o ejercicios de movilidad.Si vas a bailar, empieza bailando lento.Parece lógico, pero lo lógico a veces se olvida

EL CUERPO NO ENCIENDE EN FRÍO

El cuerpo, como un motor antiguo, no responde bien a los arranques bruscos.Entrenar sin calentar es como acelerar un coche congelado: puede avanzar… pero algo se rompe.Ligamentos que se quejan, músculos que no reaccionan, articulaciones que crujen como si despertaran con pereza.

Y lo más irónico: la mayoría de las personas que se lesionan entrenando, no lo hacen por el esfuerzo máximo, sino por haber empezado mal.Por no dar tiempo. Por no darle al cuerpo lo que necesitaba para activarse con dignidad.

Un buen calentamiento no solo previene lesiones: mejora la sensación subjetiva del esfuerzo. El cuerpo percibe menos dolor, se siente más coordinado, más seguro.Es como si, al prepararlo, lo convencieras de que todo está bajo control.

Y eso, en tiempos de ansiedad y prisa, es también una forma de autocuidado.

CALENTAR TAMBIÉN ES RESPETO

Calentar es un gesto de respeto.No solo hacia el cuerpo, sino hacia la actividad que vas a hacer.Es decirle al músculo: “no eres una herramienta de castigo, eres una parte de mí que merece atención”.

Y, aunque nadie lo diga, hay algo profundamente simbólico en calentar.Es tomarse un momento para llegar. Para aterrizar en el cuerpo. Para dejar atrás lo que pasó antes del entrenamiento, y enfocar la mente en lo que está por empezar.

No se trata de rituales complicados.Se trata de que, por unos minutos, te habites con intención.De que no solo muevas el cuerpo, sino que lo escuches. Que notes dónde duele, dónde está tenso, dónde necesita un segundo más.

Porque calentar no es trámite.Es comenzar bien.Es invitar al cuerpo a colaborar, no a resistirse.

Y cuando uno empieza así, entrenar se convierte en otra cosa: una negociación con uno mismo, no una imposición.

Porque sí: el cuerpo rinde más si se siente acompañado desde el principio.Y el calentamiento, aunque no venda libros ni se grabe en cámara lenta, es eso:el primer gesto de un cuerpo que se dispone a hacer algo importante… sin lastimarse en el intento.

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