Deportes

Y sin embargo responde por todo

El cuerpo no se pregunta si es cuerpo

LA CONCIENCIA NO ES UN PUNTO FIJO EN LA CORTEZA PREFRONTAL. Es una red muscular, un zumbido en el intestino, una punzada que te hace pensar. No estamos en un cuerpo. Somos cuerpo que piensa sin necesidad de separarse.

No es cosa. No es conciencia. Es lo que está debajo de ambas.

El cuerpo no se sienta a pensar si es cosa o conciencia. No se mira al espejo con angustia heideggeriana. No escribe ensayos sobre el “ser para la muerte”. El cuerpo no se detiene a preguntarse si es un objeto entre paréntesis o una conciencia que flota. Simplemente es. Y ese es nos salva de una vida vivida en abstracto.

Nosotros, en cambio, vivimos colgados entre paréntesis: que si el yo, que si el deber ser, que si la productividad. Nos tratamos como objetos con conciencia intermitente: funcionamos cuando nos conectamos, nos apagamos cuando no rendimos. ¿Y el cuerpo? El cuerpo sigue respirando, sudando, deseando. Aunque tú no lo notes. Aunque creas que lo dominas.

Los filósofos pusieron al cuerpo entre corchetes, el cuerpo les respondió con un calambre

Descartes lo mandó al rincón como cosa extensa. Kant lo convirtió en fenómeno que oculta el noúmeno. Husserl lo metió entre paréntesis para que no estorbara. Y el cuerpo, mientras tanto, bostezaba. Se rascaba una pierna. Se ponía tieso de tanto asiento.

Porque el cuerpo no acepta que lo nombren sin que tiemble. No se deja capturar por definiciones. Cuando le llaman “vehículo”, se enferma. Cuando lo tratan como máquina, se agota. Y cuando lo ignoran, se rebela: con vértigos, insomnios, impulsos que no caben en ninguna teoría.

La conciencia no es un punto fijo en la corteza prefrontal. Es una red muscular, un zumbido en el intestino, una punzada que te hace pensar. No estamos en un cuerpo. Somos cuerpo que piensa sin necesidad de separarse.

PENSAR COMO QUIEN RESPIRA: SIN DISTANCIA

No hay pensamiento más profundo que el que se fragua en la postura. En cómo te sientas a escribir. En cómo aprietas la mandíbula mientras decides. Pensar no es desconectarse del cuerpo, es meterse más hondo en él. Como cuando nadas sin saber nadar y el cuerpo lo hace por ti.

Ahí no hay objeto ni sujeto. Hay experiencia. Y esa experiencia no se analiza: se encarna. Se huele, se tiembla, se arruga. No necesitas saber si eres “una cosa con conciencia” o “una conciencia encarnada”. Solo necesitas escucharte cuando tu estómago interrumpe una reunión. Cuando tus piernas tiemblan antes de hablar en público. Cuando lloras sin razón aparente.

Ese eres tú. No entre paréntesis. No entre comillas. Tú.

EPÍLOGO CON CUERPO COMPLETO

Mientras los manuales discuten si somos cuerpo o mente, el cuerpo ya tomó una decisión. Se movió. Te dolió. Te abrazaron. Te rascaste. Exististe.

El cuerpo no se define. Se defiende. Contra el lenguaje que lo fragmenta. Contra los horarios que lo cronometrean. Contra las filosofías que lo separan de sí mismo.Y cuando se cansa, te avisa: No soy una idea. Soy lo que queda cuando ya no puedes pensar.

Así que la próxima vez que quieras saber si estás existiendo correctamente, no busques el espejo. Busca una caminata. Un bostezo. Un escalofrío. Una carcajada.Porque el cuerpo no se pregunta si existe.

Te lo dice.

Y a veces, hasta grita.

Tendencias