
Es escandaloso pero es verdad. Baltimore y Cincinnati perdieron a sus líderes y, de ser contendientes, se han transformado en meros espectadores con una muy larga temporada por delante. Es increíble como la pérdida de un jugador los hizo colapsar, pero sucedió.
Sin Lamar Jackson con los Cuervos, ni Joe Burrow con los Bengalíes, estos equipos parecen a la deriva, porque ciertamente no sólo son las bujías de su ataque, sino sus líderes naturales que le dan confianza y credibilidad a todo un equipo; sin ellos son como un escuadrón perdido en una selva; y en este caso en una división en donde, como reza el refrán, “El tuerto es rey”, si, porque con la nula productividad de Baltimore y Cincinnati, aunado a la ya tradicional inproductividad de Cleveland, Pittsburgh no tiene rival en el grupo del Norte para llevarse el título y llegar a playoffs.
Y aunque resulte odioso meter al socer aquí, no sé porque me recordó esos procesos de clasificación mundialista donde México debe medirse a equipos muy inferiores como Isla Guadalupe, San Vicente o Bahamas para ganar un boleto al Mundial; bueno, pues así están los Acereros en este momento, con una oportunidad en charola de plata, pues desde ahorita sabemos que para cuando regresen al campo tanto Jackson como Burrow será muy tarde para enderezar el rumbo de sus equipos.
El colapso para estas dos organizaciones ha sido tal que no puede pasar desapercibido para nadie, es elocuente su dependencia a un sólo jugador, pero quizá más evidente aún la poca capacidad de sus entrenadores, o de su staff, para manejar la situación ante la nula profundidad en la posición, es decir, no haber elegido en su momento un suplente de calidad o, peor aún, carecer de la habilidad para manejar la situación y mantener al equipo en la contienda.
SIN PROFUNDIDAD Y SIN SISTEMA
Lo anterior demuestra que son equipos que no manejan un sistema efectivo para seguir siendo competitivos con otros jugadores. Y es en este punto cuando surge la pregunta: ¿De verdad pensaban que sus quarterbacks eran invulnerables a las lesiones?, más aún cuando Burrow tiene un historial importante en su haber, y el mismo Jackson, que parece muy durable, tan sólo recordemos que en 2022 se perdió cinco juegos, por una seria lesión en la rodilla, situación que incluso ponía en duda su carrera al no tener un contrato a largo plazo.
Parece irrisorio que John Harbaugh, coach de Baltimore, ganador de Super Bowl, se haya decantado por contratar a Cooper Rush en temporada baja, para suplir a Jackson en caso de una incidencia como ha sucedido ahora. Además, ¿qué lógica habrá imperado en dicha elección toda vez que el estilo ofensivo de lo Cuervos gira en torno a un pasador de gran movilidad? Jackson es una culebra, mientras que Rush es un tronco. Es el mismo que nada hizo en Dallas cuando Dak Prescott se perdió varias semanas por una lesión.
Mismo caso es lo sucedido en Cincinnati. El coach Zach Taylor dio por hecho que Burrow era eterno y dejó como sustituto a un chico promedio de nombre Jake Browning en un sistema donde la pieza maestra es un cerebro en la bolsa de protección que distribuye el juego (como lo es Burrow). Browning carece de esas habilidades innatas de Burrow como mariscal.
¿Hacía dónde vamos con esto?, pues a que hay coaches que poseen un sistema en que, con las piezas adecuadas, quizá unas menos talentosas que otras (en este caso los suplentes), puedan mantener andando la máquina.
DOS EXCEPCIONES
Durante esta atípica campaña de lesiones en la posición de quarterback, podemos señalar que dos equipos si que demostraron tener claro un sistema y un suplente adecuado para enfrentar la pérdida del mariscal titular.
El primero es Washington. Perdieron a Jayden Daniels y sin embargo el equipo caminó con Marcus Mariota al frente. La razón: la claridad de ideas y un sistema definido de Kliff Kingsbury, el coordinador ofensivo, quien seguramente tuvo voz en la elección de Mariota para ser el suplente, un jugador con mucho menor talento que Daniels, pero de características similares: buena movilidad y certero en pases cortos. Recordemos que cuando Kingsbury fue coach de Arizona padeció algo similar con la pérdida de Kyler Murray por un tiempo prolongado. Su sistema le permitió mantener de manera decente a los Cardenales con Colt McCoy al frente de la ofensiva.
El otro caso, San Francisco. La baja de Purdy ha sido suplida con creces por Mac Jones. El entrenador Kyle Shanahan aprendió de sus errores anteriores, y por fin se hizo de un tándem de mariscales de campo similares. Jones, sin ser tan explosivo y elusivo como Purdy, tiene ciertas similitudes en su manera de jugar; en otras palabras, se ajusta al sistema.
En ambos casos podemos ver ese patrón de sistema establecido que permite a un equipo mantener un inercia de juego y no caer en un colapso ante la carencia del estrella en la posición.
LA HISTORIA NO MIENTE
Y nadie ha descubierto el hilo negro en esto, ya existía, y maestros de estas situaciones han dejado claras lecciones como para aprender de las mismas: tener quarterbacks que compartan similitudes en su manera de jugar.
Don Shula lo hizo dos veces, al frente de los Potros de Baltimore y los Delfines de Miami. Con los Potros perdió a Johnny Unitas y lo suplió a la perfección con Earl Morral en 1968 (llegaron hasta el Super Bowl 3 y Unitas fue el titular pero perdió); con los Delfines la baja fue el maestro Bob Griese y curiosamente el exitoso suplente fue también Earl Morral (ganó el Super Bowl 8, pero con Griese como titular).
Bill Walsh lo hizo un par de ocasiones al perder a Joe Montana durante dos meses en San Francisco en 1986. Walsh mantuvo la inercia ganadora con un tal Jeff Kemp, se metió a playoffs ya cin Montana al mando, instancia donde casi lo mata de un golpe Jim Burt, tacle defensivo de los Gigantes. En 1988, Walsh también lo hizo con el recién desempacado Steve Young supliendo a Montana.
Bill Parcells dio cátedra en 1990 con los Gigantes de Nueva York tras perder al titular Phil Simms antes de iniciar los playoffs. Con el suplente Jeff Hostetler ganó el Super Bowl 25.
Marv Levy prescindió del sensacional Jim Kelly a finales de 1992 con Buffalo. Con Frank Reich soportó parte de la postemporada y llegó a disputar el Super Bowl 27 ya con Kelly al mando.
Bill Belichick lo logró en 2008 en Nueva Inglaterra tras le lesión de rodilla que dejó fuera a Tom Brady toda la temporada. Un desconocido de nombre Matt Cassel se hizo cargo del equipo de manera muy decorosa para lograr un récord ganador en la campaña.
Gary Kubiak y su manera de manejar las constantes lesiones de Payton Manning en Denver en 2015. Mantuvo al equipo como contendiente con un chico de nombre Brock Osweiler. Ganó el Super Bowl 50 con un muy mermado Manning como titular.
Por esa razón es de vital importancia la implementación de un sistema bien establecido, y quizá el mejor ejemplo de eso sea el que poseía el “inmortal” Tom Landry, en Dallas, con Danny White supliendo al gran Roger Staubach al final de los setentas.