
En el desayunadero donde vi el sorteo para la Copa del Mundo 2026, comensales y meseros coincidieron en opinar que a la selección mexicana le tocó un grupo accesible, transitable dirían en San Lázaro. Corea y Sudáfrica son rivales a los que se les puede ganar. De hecho, algunos en la mesa de junto, mientras le entraban a los huevitos con machaca, comenzaron a hablar de los posibles rivales de la siguiente ronda.
Apuesto que en Johannesburgo o Seúl los aficionados pensaron justo lo mismo, que les tocó un grupo a modo y se estarán preguntando qué rivales les podrían tocar cuando avancen a la siguiente etapa. Y es que los equipos del Grupo A viven, como le gustaría al Benemérito, en la honrada medianía. Ninguno tiene posibilidades reales de alzar el trofeo, pero hay que jugarles con seriedad.
De los jugadores del Grupo A, el más destacado es el coreano Son Heung-min, es capitán del equipo y hace poco fichó con el equipo de Los Angeles de la Major League Soccer, aunque pasó sus mejores años en el Tottenham de la Liga Premier. Juega de extremo izquierdo, por lo que la selección mexicana tiene que tener al mejor lateral derecho posible. El Grupo A no tiene estrellas. Los equipos que las tienen, hablo de las estrellas, y que sí compiten por la copa, están en otros grupos.
Los partidos más recientes de la selección de Javier Aguirre dan para pensar, en un alarde de optimismo, en un triunfo apretado y por ahí un par de empates y a seguir la fiesta, que de eso se trata, de pasarse un mes a todo dar. Ni siquiera hay que gastarse el aguinaldo para conseguir un boleto en algún estadio, habrá docenas de pantallas gigantes y amenidades en las tres ciudades sede: Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara.
De la ceremonia del sorteo quedó claro que el poder de la FIFA es un tema de ciencia política más que deportivo. Tres políticos curtidos como Sheinbaum, Trump y Carney parecían abrumados, mientras que Gianni Infantino, jefe de la FIFA, estaba como pez en agua, haciendo y deshaciendo a su antojo. Aunque usted no lo crea.