
En el calor de una tarde chilanga, Johan Rashid —el artista multidisciplinario detrás de Promiseland— llega a Co-Dependiente con una calma que contrasta con la furia física de su show. “Para un angloparlante, Co-Dependiente es un trabalenguas”, bromea, antes de contar que Ciudad de México es su casa alterna desde 2015: “Vengo y vuelvo, toco, filmo, colaboro; se siente como primer hogar a ratos”.
Su conexión con la escena local no es casual. A lo largo de los años, Promiseland tejió amistades creativas con músicos de la capital. Una de las más sólidas es con Rosca (Rodrigo Blanco) de Rey Pila, la banda mexicana firmada también en Cult Records; Rosca y Promiseland se conocen desde 2017, cuando ambos orbitaban el sello de Julian Casablancas. En su site oficial, Cult Records presenta a Promiseland como un choque de “voces punk, beats propulsores y cantos rituales”, y recupera el mote que le lanzó Casablancas: “The Future Prince of Anarchy” (el futuro príncipe de la anarquía).

El pretexto para esta sesión en vivo es “Consultation”, una pieza de Sad But Happy, el LP debut de Promiseland editado por Cult Records y disponible en plataformas. En el tracklist oficial figuran cortes como “Personal Reflektor”, “Take Down The House” y la propia “Consultation”. “En el álbum, ‘Consultation’ es de las más relajadas: un delirio en viaje, arriba de las nubes”, dice Johan. Hacerla con banda completa en CDMX le permitió cambiar de piel: la versión de estudio tiene texturas electrónicas y sax; aquí, Pablo Cantú tomó la batería y el groove se volvió tangible. (Cantú es conocido por su trabajo en la banda mexicana Reyno.)
La idea de abrir la sesión con “Consultation” no fue accidental: “No suelo tocarla en festivales, mi set en vivo es de energía altísima; esto fue bajar las pulsaciones para escuchar la letra”. Días después, Promiseland publicaría el clip “Consultation (Live at Co-Dependiente, CDMX)” en sus redes, confirmando el lugar de la grabación.

La conversación gira hacia Mazmorra Brillante, el colectivo multi-género que Johan codirige en CDMX con la actriz y cantante Daniella (Daniela) Valdez. En el sitio de Rashid se define al proyecto como una plataforma colaborativa que ya trabajó con artistas como Ms Nina y Jay de la Cueva; de hecho, el primer sencillo del EP, “Infernal”, incluye a Jay y fue dirigido/producido por el propio Promiseland. “Con Daniella armamos canciones en español e inglés; hay algo ritual y teatral en su voz que me fascina”, cuenta.
Ritual es palabra clave. Promiseland en vivo es una ceremonia que desborda la noción de concierto: “El show decide a dónde vamos; la energía del público dicta la historia”. Esa intuición explotó en CDMX durante Noche de Primavera 2025, festival gratuito que encendió el Centro Histórico. En la Plaza Tolsá, el cartel oficial marcó secuencia: Instituto Mexicano del Sonido (20:05), Promiseland (21:50), EREX (23:00) y Silverio al cierre, una línea de tiempo que explica por qué la actuación de Johan acabó en catarsis colectiva. “Compartir escena con Silverio y ese público intensísimo fue gasolina pura”, recuerda.

La biografía de Rashid ayuda a entender el vértigo. Nacido en Australia y asentado en Nueva York desde 2014, construyó una reputación de shows viscerales y performáticos —el single “Take Down The House” terminó incluso en la banda sonora de Grand Theft Auto V—, y el propio sello de Casablancas subraya ese carácter “anárquico” en su presentación oficial. “Me siento narrador antes que provocador: cuento historias con cuerpo y sonido; a veces acabo molido, pero es el precio del trance”, dice, entre risas.
Las colaboraciones son su oxígeno inmediato. Johan avanza que trabaja en un EP de colaboraciones, que hizo remixes —incluido uno para Albert Hammond Jr.— y que estrenará un tema con una artista de la órbita de Crack Cloud. En la constelación del colectivo canadiense, nombres como Emma Acs figuran ya como miembros y colaboradoras recientes en su álbum Red Mile (2024), lo que encaja con el interés de Rashid por ese universo. “Me atraen los proyectos que son familias creativas; Crack Cloud entiende la música como comunidad”, dice.
De vuelta a la sesión en CDMX, queda una postal: fans vestidos de fantasmas, Johan trepando monitores, golpes de batería y un final en espiral que desemboca en abrazo. “Ojalá se vayan con un recuerdo sensorial —como un olor— que los regrese a este momento. Si al pensarlo se atreven a bailar sin miedo, ya ganamos”, concluye.