La relación de Wim Vandekeybus con México no es nueva. El fundador de Última Vez recuerda que su primer asistente fue el pintor mexicano Octavio Iturbe en Madrid, lo que selló un lazo que ha perdurado a lo largo de décadas. “Con México siempre ha habido una conexión especial. Hemos presentado trabajos como Blush, El cuerpo que no recuerda, que incluso ganó el Bessie Award en Nueva York, y más recientemente Traces. Ahora estamos de gira con Void, una pieza íntima, pero muy poderosa”, comenta.
Para el creador, lo que distingue a la escena mexicana es la capacidad de organizar giras en diferentes ciudades, algo que no ocurre en todos los países: “En lugares como Italia o Australia presentas en una sola ciudad y ahí termina. En México, gracias a organizadores como Eleno, (su representante en México), se puede recorrer distintas regiones, lo cual enriquece tanto al público como a los artistas”.
En esta ocasión, la obra llega al Teatro Julio Castillo con el apoyo de la Coordinación Nacional de Danza y la Coordinación Nacional de Teatro, un esfuerzo que, según Vandekeybus, “combina audiencias y amplía el imaginario de los espectadores sobre lo que puede ser la danza y el teatro físico”.
Void: una exploración de personajes fuera de lo común
Definida por el propio Vandekeybus como una “exploración de individualidad y diferencia”, Void se construye a partir de personajes inspirados en historias reales. “No trabajo con cuerpos que hacen lo mismo, como si fueran una orquesta. Construyo personajes únicos, a veces ficticios, pero basados en experiencias personales de los intérpretes”, explica.
En el proceso creativo, los bailarines compartieron memorias cercanas para inspirar a sus personajes. “Adrián eligió a su abuela finlandesa, una mujer que vivió fiestas en Nueva York y regresó enferma a enfrentar la nostalgia de su país. Paula, en cambio, se inspiró en su hermano, quien percibe el mundo de manera distinta debido a una condición similar al autismo. Cada intérprete aportó un punto de partida cercano y verdadero, y a partir de ahí construimos un universo no lineal”.
Lejos del realismo, Void se sumerge en un terreno psicológico y poético. “La sociedad impone demasiadas reglas sobre lo normal. Pero todos tenemos elementos anormales que escondemos para encajar. En el escenario, esos aspectos ocultos se vuelven fascinantes y generan preguntas en el espectador. No me interesa levantar un dedo moral; me interesa crear un universo donde la anormalidad sea el acto principal”.
Nuevos horizontes: de la ópera a la celebración de 40 años de creación
El belga no solo trabaja en danza: también dirige cine y prepara su primera ópera, nada menos que Carmen de Bizet. “Es un reto enorme. Quiero crear un lenguaje propio dentro de algo ya escrito y hacer una declaración: en Europa, las óperas suelen ser demasiado blancas, tanto en el escenario como en el público. Mi montaje incluirá artistas de Mozambique, India y una cantante afroamericana, porque también se trata de romper con estructuras excluyentes”, revela.
Además, planea una nueva obra titulada Wither or Wonder, que servirá como celebración de los 40 años de Última Vez. “Será una investigación sobre el asombro, que puede ser bello o peligroso, político o social. Empezaremos en lo primitivo y quizá terminemos en un futuro de ciencia ficción. Me interesa el teatro no lineal que puede viajar en el tiempo y en las emociones”.
Por otro lado, Vandekeybus reconoce la importancia de acercar la danza a nuevas generaciones: “El público se transforma cada cinco años. Jóvenes que hoy tienen 15 pronto serán los espectadores y artistas del futuro. Por eso trabajamos con talleres, clases magistrales y el remontaje de piezas históricas como Lo que el cuerpo no recuerda, que sigue siendo actual, a pesar de que ninguno de los nuevos intérpretes había nacido cuando se estrenó”.
Finalmente, confiesa estar entusiasmado por volver a un país que lo ha marcado profundamente: “México tiene una apertura especial hacia la diferencia. Estoy feliz de regresar y de seguir construyendo puentes con bailarines y públicos de aquí. La danza, al final, es compartir, y este país siempre nos recibe con generosidad”.