
Lo que se anticipaba como una noche histórica para el hip hop en Colombia terminó convertido en un episodio de frustración e incertidumbre. El concierto de Kendrick Lamar en Bogotá, programado para el sábado 27 de septiembre en el Vive Claro, fue cancelado apenas horas antes de comenzar, en medio de versiones encontradas sobre los motivos reales de la suspensión. Aunque los organizadores aseguraron que la decisión respondió a “dificultades logísticas”, el caso escaló rápidamente a un asunto de interés público debido a las condiciones del recinto y a la falta de permisos clave.
Motivos oficiales y dudas sobre la seguridad del recinto
La productora Páramo Presenta, responsable del evento, explicó en un comunicado que la cancelación obedeció a fallas logísticas del promotor y del escenario. Entre los puntos más delicados se encontraba la falta de autorización para cambios de último momento en la pirotecnia, que no recibieron el aval del Cuerpo Oficial de Bomberos de Bogotá.
El tema no se limitó a los efectos visuales. El concejal José Cuesta Novoa advirtió públicamente que el Vive Claro Bogotá presentaba posibles fallas estructurales y exigió que se evaluara el cierre del recinto si no podía garantizar condiciones plenas de seguridad. Estas declaraciones reforzaron la percepción de que el espectáculo no estaba preparado para desarrollarse sin riesgos.
La falta de información clara desde temprano en la tarde contribuyó al desconcierto. Aunque la apertura de puertas estaba prevista para las 4:00 p. m., el ingreso nunca comenzó. Conforme pasaban las horas, la multitud se acumulaba a las afueras sin recibir explicaciones concretas, lo que alimentó rumores y malestar entre los asistentes.

Reacciones de los fans: indignación y desorden en el Vive Claro
El anuncio oficial de la cancelación cayó como un balde de agua fría sobre los más de 20 mil asistentes que esperaban el inicio del espectáculo. En cuestión de minutos, el ambiente pasó de expectación a indignación. Se registraron reclamos, abucheos e incluso intentos de ingreso forzado al recinto. Los pocos asistentes que habían logrado acceder antes de la suspensión fueron desalojados por el personal de seguridad.
Las redes sociales se convirtieron en un espacio de desahogo colectivo. Memes, denuncias y críticas hacia la organización inundaron plataformas como X (antes Twitter) e Instagram. Muchos usuarios acusaron falta de claridad en los horarios, deficiencia en los protocolos de comunicación y dudas sobre si la cancelación obedeció únicamente a problemas técnicos o si había factores más graves en juego.
La decepción fue mayor porque el propio equipo de Kendrick Lamar aseguró que el artista estaba listo para subir al escenario. Esto reforzó la percepción de que las causas fueron externas al rapero, pero no alivió la frustración de quienes habían esperado por meses la primera gran presentación del ganador del Pulitzer en la capital colombiana.

Reembolsos, promesa de reprogramación e investigación oficial
Tras la tormenta mediática, la productora informó que los reembolsos serán automáticos para quienes compraron boletos a través de Ticketmaster, con devolución al método de pago original. Sin embargo, quienes recurrieron a la reventa o a intermediarios deberán gestionar por su cuenta la recuperación del dinero, un punto que encendió aún más los reclamos en línea.
Aunque en el comunicado se usó el término “pospuesto”, hasta ahora no existe una fecha confirmada para la reprogramación del concierto. La gira Grand National Tour de Kendrick Lamar sigue en curso por otras ciudades, pero la escala en Bogotá quedó en un limbo que mantiene en suspenso a miles de fanáticos.
La Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) anunció que abrirá una investigación sobre la cancelación, con énfasis en la falta de permisos, los procesos logísticos y la información brindada a los consumidores. El organismo aseguró que revisará si los derechos de los asistentes fueron vulnerados y si hubo negligencia por parte de los organizadores o del recinto.
Lo cierto es que la noche del 27 de septiembre, que prometía ser un hito para la cultura urbana en Bogotá, se convirtió en un caso emblemático de fallas en la gestión de espectáculos masivos en el país. Más allá de los reembolsos y de la posibilidad de reprogramación, queda la lección sobre la importancia de la transparencia y la seguridad cuando se trata de eventos de gran magnitud.