
El cine mexicano contemporáneo vive una efervescencia destacable con nuevas miradas que están poniendo sobre la mesa la capacidad de los cineastas mexicanos para contar historias y extraer del anonimato las historias que viven en los resquicios de nuestro país.
Una de esas miradas es la de Juan Carlos Rulfo, un cineasta y documentalista mexicano quien acaba de presentar su nuevo filme Binnizá en el Festival Internacional de Cine de Morelia, el cual ha captado la mirada de los asistentes por esta nueva exploración que hace sobre las comunidades indígenas de la sierra de Oaxaca.
¿Quién es Juan Carlos Rulfo?
Heredero de una sensibilidad que mira hacia lo invisible, Juan Carlos Rulfo (Ciudad de México, 1964) es uno de los documentalistas más reconocidos del cine mexicano contemporáneo. Hijo del escritor Juan Rulfo y de la fotógrafa Clara Aparicio, ha forjado una voz propia que, aunque dialoga con el universo de su padre, se sostiene por la fuerza de su mirada fílmica: una que busca la memoria, el tiempo y las historias que habitan en los márgenes.
Estudió cine en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), donde comenzó a desarrollar su interés por los relatos humanos y las geografías emocionales del país. Su ópera prima, Del olvido al no me acuerdo (1999), un homenaje a la figura de su padre, se convirtió en una de las piezas más entrañables del documental mexicano. Desde entonces, ha construido una filmografía que explora la identidad, la dignidad del trabajo y la relación entre el hombre y su entorno, como en En el hoyo (2006) —ganadora del Premio al Mejor Documental en el Festival de Sundance— o Carrière, 250 metros (2011), un retrato del guionista francés Jean-Claude Carrière.

Binizzá: una mirada hacia las raíces ancestrales
Para Juan Carlos Rulfo, el cine no es un acto de registro, sino una forma de recuperar lo invisible. Con “Binnizá, los seres de las nubes”, su más reciente documental, el director de Del olvido al no me acuerdo y En el hoyo vuelve a los territorios de la memoria, la comunidad y la identidad mexicana, esta vez desde la cosmovisión zapoteca.
“Me interesaba explorar cómo el tiempo pasa, pero deja huellas en las personas, en las montañas, en los silencios”, explica Rulfo en entrevista telefónica. “En los pueblos zapotecas hay una noción del tiempo completamente distinta, una que no se mide con relojes, sino con los ciclos de la tierra y las historias que se cuentan de generación en generación”.
El documental —cuyo título hace referencia al nombre original de los zapotecas, Binnizá, que significa “gente de las nubes”— surge de una necesidad personal: mirar de frente a un México que a menudo se margina a sí mismo. “Quería acercarme a ellos sin imponer una mirada externa. Solo dejar que hablaran, que su lenguaje y su ritmo nos enseñaran otra forma de estar en el mundo”, comenta.

En la cinta, la cámara de Rulfo se convierte en testigo de rituales, paisajes y conversaciones que fluyen como fragmentos de una memoria colectiva. “No busco contar una historia lineal. Lo que intento es construir una atmósfera donde el espectador sienta el paso del tiempo, la respiración de los lugares, el peso de las palabras”, explica.
El cineasta, hijo del legendario escritor Juan Rulfo, reconoce que la sombra del apellido lo acompaña, pero también lo impulsa a mirar más allá de la nostalgia. “No se trata de repetir una voz, sino de escuchar otras. Mi trabajo siempre ha tenido que ver con eso: con dar lugar a quienes no siempre tienen espacio en la historia oficial.”
“Binnizá, los seres de las nubes” combina elementos de documental, ensayo visual y poesía fílmica, con una fotografía que privilegia la niebla, la tierra y los rostros que habitan la montaña. En su mirada, las comunidades zapotecas no son solo sujetos de registro, sino guardianes de una forma de existencia que resiste.

“El cine puede ser una manera de resistir el olvido”, dice Rulfo. “Cuando uno filma, no solo guarda imágenes, guarda afectos. Cada historia que se cuenta es una forma de decir: esto pasó, esto sigue vivo.”
A través de esta obra, el director confirma su vocación por capturar lo intangible: la memoria, el silencio y la dignidad de quienes viven entre la historia y el presente. En tiempos donde el ruido domina, “Binnizá” propone mirar con pausa, escuchar con atención y volver a preguntarse quiénes somos realmente.