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‘La niña callada’: Sensacional historia sobre la transición hacia la madurez

CORTE Y QUEDA. El filme de Colm Bairéad llegó este fin de semana a las salas de cine nacionales luego de competir en los Oscar a la Mejor Película Internacional

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Fotograma del filme.

Fotograma del filme.

Cortesía

En el fascinante mundo de la cinematografía contemporánea, surge una joya oculta bajo el título de La niña callada, de Colm Bairéad, una cinta que ha logrado cautivar tanto al público como a los críticos, y que se alzó con una nominación al codiciado premio de Mejor Película Internacional en los premios Oscar. Ahora que recién se estrena en algunas salas de cine en México, es momento de desentrañar esta película irlandesa.

La trama se desenvuelve en torno a una niña adoptada, cuya historia encierra una enigmática mezcla de intriga y autodescubrimiento. Aunque el eje de los secretos familiares que nos promete la sinopsis es inicialmente atrayente, la película toma un giro sorprendente al alejarse de esta premisa para enfocarse en la protagonista silente. Su silencio habla a volúmenes, transmitiendo el trauma pasado que carga sobre sus hombros. En un complejo juego de actuación por parte de Catherine Clinch, el personaje principal (Cáit) encarna la lucha interna de quien ha vivido lo indecible, y con el tiempo, emprende un viaje de autorreflexión y apertura emocional hacia su nueva familia.

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El alma de la película reside en las actuaciones, en particular en la interpretación de la joven actriz que encarna a la niña tranquila. Su expresión silente y los matices que plasma en cada gesto y mirada, logran transmitir al público la carga emocional que subyace en la trama. Con habilidad magistral, la actriz, cuya actuación nobel sorprende, nos arrastra a su mundo interior y nos permite empatizar con su proceso de sanación y crecimiento personal. Esta transformación gradual, desde la reserva hacia la apertura, es un viaje lleno de matices que evoca resonancia emocional.

Sin embargo, la película no escapa a dos puntos clave un tanto contractuales. En primer lugar, es importante destacar la notable repetición narrativa que, a ratos, puede diluir la intensidad de la historia. En segundo lugar, se cuestiona la escasez de diálogo en la película, una elección que puede crear un distanciamiento entre el público y los personajes. El diálogo, a menudo, actúa como un puente que conecta al espectador con las vivencias de los protagonistas, y su falta puede crear una sensación de desconexión.

En cuanto al aspecto visual, la película brilla con su propia luz. Las imágenes capturadas en pantalla son una exhibición de la maestría de la dirección por parte de Colm Bairéad. La cinematografía se convierte en un medio para transmitir emociones y estados mentales a través de la estética visual, sumergiendo al espectador en un mundo en el que las palabras a menudo son superfluas. Esta elección estética complementa de manera efectiva el silencio del personaje principal, añadiendo un componente sensorial y simbólico a la experiencia cinematográfica.

A modo de conclusión, La niña callada o An Cailín Ciúin, se distingue como una película encantadora que aborda la transición hacia la madurez desde una perspectiva infantil. La protagonista silente se convierte en el corazón palpitante de la película, transmitiendo su historia a través de actos más que palabras. Aunque no está exenta de matices un poco más complejas, particularmente en relación a su narrativa repetitiva y su falta de diálogo, la película logra embelesar con su habilidad para crear una conexión emocional. En última instancia, La niña callada deja una impresión duradera como una obra cinematográfica que celebra el poder de la actuación y la imagen en movimiento para contar historias profundamente humanas.