Escenario

Paul Giamatti y el contacto “cara a cara” en ‘The holdovers’ para una sociedad “sobreconectada”

ENTREVISTA. El protagonista del nuevo filme de Alexander Payne habla de su trabajo y el mensaje detrás de una historia sobre personajes solitarios

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Fotograma de The holdovers.

Fotograma de The holdovers.

CORTESIA

Los que se quedan (The holdovers), retrato amargo y tierno de un grupo de náufragos sociales recluidos en un internado durante las navidades, ha dado a su protagonista, Paul Giamatti, un personaje icónico, pese a que él se sienta “saciado” y tema haberse convertido en “un perro amaestrado”.

A las órdenes de Alexander Payne, quien lo catapultó a la fama hace 20 años con su papel en Entre copas (Sideways), Giamatti vuelve a bordar a un gruñón de mediana edad con dificultades para relacionarse pero dotado de un gran corazón.

En una entrevista con medios internacionales, entre ellos EFE, Giamatti califica a Payne como “el mejor director” con el que ha trabajado y reconoce que su pasado, con una familia llena de profesores, fue una de las razones por las que fue elegido para encarnar al atormentado maestro Paul Hunham.

“(Payne) pensó que había mucho que yo entendería por mi propio contexto, así que tenía sentido. Y me inspiró mucho el guión, saqué tantas cosas de él, como su comportamiento, incluso la forma en que viste…”, explica.

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El estricto profesor Hunham se ve obligado a pasar las navidades de 1970 en el internado de Barton Academy, en el noreste de EU, para cuidar de un grupo de alumnos que por distintas razones no pueden irse con sus familias. Allí, aislados junto a la cocinera Mary Lamb (Da'Vine Joy Randolph) que acaba de perder a su hijo en Vietnam, tejerá unos lazos que le devuelven a la vida.

“Probablemente el ser humano siempre ha buscado la conexión con los otros, pero está bien conectar de verdad, cara a cara, y es una forma de descubrir realmente la empatía hacia los demás”, considera Giamatti.

Al mismo tiempo, llama la atención de que quizá hoy estemos “sobreconectados” y de que ese exceso hace conveniente reducir la cantidad de contactos con otras personas, sin olvidar que “está bien que se nos recuerde la necesidad de amor, cariño y comprensión”.

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Almas solitarias

Giamatti, junto a Randolph y el joven debutante Dominique Sessa, componen el triángulo sobre el que gira esta comedia dramática, que cuenta con tres nominaciones a los Globos de Oro: mejor película, mejor actor y mejor actriz secundaria.

Giamatti recuerda cómo Payne les insistía a lo largo del rodaje que recordasen que los tres estaban solos en un colegio inmenso, “tres almas solitarias vagando por ese lugar”, y eso profundiza en la sensación de aislamiento y naufragio.

Y envidia la fuerza con la que el debutante Sessa defendía a su personaje durante el rodaje, “en formas que yo ya he olvidado”.

“Me he convertido en un profesional saciado, que siempre está como: ‘¿Qué quieres que haga? ¿Dónde voy? ¿Qué hago ahora?’. Tomaré una decisión, pero si quieres que haga otra cosa, soy como un perro amaestrado. Y él (Sessa) todavía no es así”, reflexiona.

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El filme transcurre con el trasfondo de la guerra de Vietnam, en el comienzo de la década de los setenta en la que el propio Giamatti vivió su niñez. Eso le ha hecho sentirse “nostálgico” por una época en la que era “muy interesante estar vivo”, aunque a la vez estaba “llena de amenazas”.

Y al margen de sus padres profesores, admite que se inspiró para su papel en un estricto maestro de Biología que tuvo a sus 15 años.

“Era duro, sarcástico y muy riguroso, pero me gustaba. Podía ver que debajo había una persona decente”, explica, al tiempo que defiende que esa estirpe de educadores, ahora en extinción, eran en realidad “intelectuales frustrados” que deberían haber estado enseñando en la universidad, como su propio personaje.