Hijo ven, pásame la caja de cerillos. Sí, ésa que está sobre la mesa, anda, dame otra, anda, dame más. Se han acabado. La lumbre ya calienta sobre el fogón, pero no lo suficiente.

Hijo, pásame los periódicos viejos, bueno, también el de hoy, también el de mañana, anda, pásamelos todos. Gracias, buen chico. Ya no pasaremos frío, ¿ves? Pero aún no está lo suficiente caliente, tenemos que pensar en grande, no queremos congelarnos esta noche, pásame el cucharón de madera, sí, el de la sopa, sí, también la ensaladera, todo eso, venga. Ya está agarrando más la lumbre, no nos congelaremos esta noche.
Hijo, el fuego se está consumiendo, alimentémoslo con algo más duradero, échale los cojines de los sillones, anda, y las figuritas de lladró. Pásame las verduras de la cocina y las macetas del balcón. Este fuego aún no calienta lo suficiente para mantenernos esta noche, hay que echarle más sustancia, anda hijo, sé creativo.
Grandísima idea la de traerme los libros infantiles, total que ya ni los leías. Y esta colección de enciclopedias será perfecta para alimentar las llamas. Quema todos los libros que veas. Anda, no paremos, vamos bien, síguele echando tiliches para que no pasemos frío esta noche, ponle más zapatos, y todas las sábanas, aviéntale los tenedores, el espejito y la foto de bodas, anda, échale más al fuego, que la noche es larga y, si no lo hacemos, nos dará frío.
Bien, muy bien, ahora la pata del sofá, vaya, el sofá entero. La cama. La mesa del comedor. El escritorio del abuelo. Echémosle todo que la noche es fría y nosotros debemos estar calientitos. La lámpara, el diván, las pinturas y las libretas.

¿No te gusta el sonido de la madera quemándose, hijo? El crujido mientras se consumen nuestras vidas enteras, hijo. Hijo, por favor trae más cosas para quemar, la noche es fría, y sólo el fuego nos da vida.
¿Hijo?
¿Cómo que ya no queda nada? Siempre hay algo que quemar.
Hijo, aviéntate al fuego.
Pues es que si no lo haces me va a dar frío esta noche.