Toda innovación tecnológica, como las monedas, tiene dos caras: puede servir a fines loables o, por el contrario, a otros cuestionables. Una hoja de acero muy afilada bien puede servir para arar la tierra o convertirse en una espada lista para la guerra. Todo está en el uso; el ser de una cosa o ente se define en su aplicación, y este uso lo determina el ser humano.
Ahora estamos frente a una nueva tecnología venida desde el Lejano Oriente; una que puede marcar un hito en el rubro de la reproducción humana: un útero sintético implantado en un androide. Suena a ciencia ficción, pero no lo es. Estamos hablando de una realidad que está a la vuelta de la esquina.

En el libro clásico de ciencia ficción “Un mundo feliz”, del escritor Aldous Huxley, se describe la fabricación en serie de seres humanos mediante el llamado “proceso Bokanovsky”. Al no ser gestados en un vientre materno, sino en una máquina, a su alumbramiento Huxley lo llama “decantación”. Granjas de seres humanos, nada más distópico. Difícil de desear: no queremos para nuestros descendientes que, en vez de apellidos, vengan con el código de barras de la empresa que los manufacturó.
Por otro lado, un útero sintético podría ser la solución a muchos problemas actuales. Muchas parejas enfrentan dificultades de fertilidad o aplazan cada vez más el tiempo de concebir. El reloj biológico avanza y, cuando sienten estar listos para ser padres, resulta que su edad fértil —sobre todo en el caso de las mujeres— ya pasó. Ese sería un uso sin duda loable para un útero sintético. Un uso que volvería obsoletos los vientres de alquiler y, yendo a lo grande, podría rescatar del invierno demográfico a tantas naciones primermundistas, incluida China.
Si los ciudadanos posmodernos de las naciones más progresistas ya no se quieren reproducir o lo están aplazando demasiado, ciertos países como China o Israel (otra nación pionera en estos desarrollos) podrían considerar pedirles que donen esperma y óvulos y dejar que la biotecnología haga el resto.
Pero ¿cómo va todo este asunto? El futuro marcha vertiginosamente; sin embargo, los hombres de los laboratorios aún se toman su tiempo.
El robot capaz de llevar un embarazo y alumbrar como un humano es una invención china que ya se encuentra en una etapa avanzada de desarrollo, aunque aún no ha sido probado con un embrión humano. Su desarrollador, la compañía Caiwa Robot, proyecta lanzar un prototipo totalmente operativo en 2026, con un precio estimado de 100 mil yuanes.
Lo más parecido a un vientre de mujer. En efecto, este androide nodriza tiene integrado en su cavidad abdominal un útero artificial. En este espacio se desarrollará el embrión, sumergido en líquido amniótico y conectado a una serie de tubos de alimentación que imitan lo más posible el funcionamiento de una placenta humana.

El investigador a cargo del proyecto, el doctor Zhang Qifeng, dejó en claro que su robot gestante no será una simple incubadora como las utilizadas en el caso de los nacimientos prematuros; se diferenciará sustancialmente de ellas, ya que esta tecnología permitirá sustentar todas las etapas de la gestación, comenzando con la fertilización y concluyendo con el alumbramiento.
Qifeng explicó que el sistema ya ha sido probado con animales y que el siguiente paso será adaptarlo al robot humanoide para efectuar un ensayo de gestación completo.
Ya otros lo habían intentado. En efecto, en 2017 el Hospital Infantil de Filadelfia creó un dispositivo denominado biobag, en el que lograron mantener con vida embriones de corderos prematuros con una etapa de gestación equivalente a la de un feto humano de 23 semanas. No obstante, este dispositivo solo funcionó como una incubadora muy sofisticada; en cambio, el androide chino replicará la experiencia completa del embarazo.
Una innovación que trae consigo muchos cuestionamientos y dudas, pero también promesas y esperanzas. En redes sociales muchos usuarios se preguntan si estos robots gestantes no deshumanizarán el proceso del embarazo. ¿Será igual nacer de una máquina humanoide que de una madre humana? ¿Acaso no existe una conexión, un vínculo hormonal y, no se diga, emocional entre el bebé y su progenitora, que con esta nueva tecnología obviamente se perderá?

Otras voces celebran estos desarrollos, viendo en ellos —como ya lo referimos— la oportunidad de utilizarlos en países como China, donde existe un decrecimiento en las tasas de natalidad. También se presentan como una alternativa para las parejas que sufren de infertilidad y que, por ahora, recurren a los vientres de alquiler. Con esta innovación, los vientres de alquiler quedarían atrás.
Las polémicas bioéticas están a la orden. ¿No nacer de una madre hará mella en nuestra humanidad? En 2026, muy posiblemente, nazca tras nueve meses el primer bebé gestado en un espacio artificial. Esto será todo un acontecimiento no solo para la medicina, sino también para la civilización humana que emerge en esta cuarta revolución industrial.