Cronomicón

Crónicas de Cronomicón

La movilidad que viene y va

En la ciudad importa la forma de desplazarse, ir de aquí allá ha cambiado y en las calles por donde circulan los autos y los camiones, así como en las banquetas por donde transitamos los muy inofensivos peatones, ahora se trasladan sin ruido y veloces (veloces por decir presurosos y ágiles) los Vehículos de Movilidad Personal (VMP): scooters eléctricos, bicimotos o triciclos futuristas que parecen salidas de un catálogo de ciencia ficción.

Sí, omito a los consentidos ciclistas porque son una especie a la que se le han construido, a lo largo de los años, una serie de circuitos muy definidos y rutas específicas, que ellos no los quieran seguir (o los ignoren) es otra cosa.

Cada vez son y serán más esas maquinitas que se deslizan tan ligeras como el viento y casi en silencio por calles y banquetas: los VMP, que pertenecen a eso de la micromovilidad, para viajes urbanos de corta distancia.

Una forma de trasladarse de manera eléctrica y eficiente, que además ofrecen beneficios para reducir la molesta congestión de autos y eliminar las emisiones contaminantes, brindan un desplazamiento más rápido, cómodo y sostenible en las ciudades.

Y en el Congreso de Jalisco se propone discutir cómo regular toda esa diversidad sobre ruedas. Le llaman “Rodando Seguro”, una iniciativa que pretende clasificar, ordenar y hasta poner casco a los aventureros que se animan a retar la jungla urbana arriba de un VMP que, según la propia Agencia Metropolitana de Infraestructura de Movilidad, puede alcanzar velocidades de 80 o hasta 100 kilómetros por hora. Es decir: lo mismo que un Tsuru (que ya hay pocos) con mofle modificado, pero sin carrocería que amortigüe el madrazo.

Uno podría pensar que estas discusiones legislativas son puro rollo, pero en el centro histórico ya se venden VMP como si fueran paletas en temporada de calor. Y así los verás cada vez más: jóvenes universitarios, repartidores, oficinistas con prisa (o con flojera de caminar) y otras especies suburbanas deslizándose a todo dar por calles y banquetas; insisto en lo de calles y banquetas porque no van tan rápido como un auto (o casi, algunos), y son invasivos y molestos para los peatones en la banqueta.

Las diputadas Alejandra Giadans y Mónica Magaña, ambas de Movimiento Ciudadano, dicen que no buscan desincentivar la micromovilidad, sino darle reglas claras. Bien intencionado, sin duda. Porque si de algo pecamos en Guadalajara es de hacer como que la Virgen nos habla y no enfrentar los temas importantes hasta que “alguien” ya no aguantan el tráfico de López Mateos y se le ocurre promover lo de un segundo piso… en fin.

En un conversatorio, que reunió a expertos, colectivos y empresarios, todos estuvieron muy de acuerdo en que hace falta infraestructura, sanciones y hasta un padrón de usuarios. ¿Un padrón? Sí, imagínese: “Scooter placa número 256, conducido por Juan P, multado por exceso de velocidad en López Mateos”. El futuro nos alcanzó, y como siempre, nos encontró con las manos en los bolsillos y sin reglamento a la vista.

Sin duda los VMP tienen ventajas: son baratos, ecológicos y, para muchos, más rápidos que cualquier (mítica y extinta) ruta 380. Pero el problema no son los VMP, sino la ciudad que los recibe y el cumplimiento de normas y conducta de los usuarios.

Si bien, lo correcto es que se deben regular los VMP, también hay que promover la educación en conductores y peatones, para respetar desde los cruces hasta las simples y comunes normas básicas como la de ceder el paso.

Guadalajara, laboratorio urbano de movilidad: cada esquina puede llegar a ser un exitoso o fallido experimento, así como cada trayecto, un capítulo de supervivencia (en particular con las luvias, pero eso es otra cosa).

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