Somos inquilinos de la aldea global, en un mundo interconectado en el que no hay secretos, aislamiento o atrincheramientos, salvo en pueblos remotos o encriptados que, por decisión de algún poder totalitario, le han puesto cerrojo a sus fronteras físicas y virtuales.
La información fluye gracias a las cada vez mejores tecnologías de la información. La variedad de contenidos es desbordante y de las procedencias más diversas.
Todo este caudal informativo conforma una cultura global que no reconoce denominaciones de origen excluyentes. Esta cultura global hace consonancia con la cultura de masas, hechura de las trasnacionales de la información como Disney, Warner Bros., Amazon Prime o Netflix.
La cultura de masas tiene la característica de ser de consumo fácil; no requiere de mucho esfuerzo para su asimilación y adopción. Está creada para gustar a cualquiera, sin importar su nacionalidad, creencia o idiosincrasia. Se basa en la estandarización del gusto global. Casi a todo el mundo le gusta la Navidad, y no hay país de la aldea global donde no se pueda comer una hamburguesa o beber una Coca-Cola.
México ha aportado a la cultura de masas productos culturales como el Día de Muertos. Es una festividad muy mexicana, de profundas raíces históricas y culturales, cimentadas en el folclor vernáculo, que ha trascendido trasnacionalmente las fronteras nacionales gracias a la difusión que le han dado las películas, las series y las animaciones.

El pasar por el tamiz de la cultura global ha reinventado y resignificado el Día de Muertos. Ahora ya no sólo se le explica a partir de los principios y definiciones de una tradición centenaria. En manos de los creativos trasnacionales, la festividad ha inspirado una gran gama de obras, siendo una de las más representativas “Coco” (2017), de Disney-Pixar, que, centrándose en el Día de Muertos, nos cuenta la historia de Miguel, un niño ilusionado con el sueño de ser músico que, en este afán, termina en el mundo de los muertos encontrándose con sus antepasados.
La muerte no es el final. Nuestros difuntos —reza la creencia popular— permanecen en la medida en que sigan siendo recordados por sus deudos. De allí la relevancia de rendirles culto con altares y ofrendas.

Sin llegar a ser un éxito global como “Coco”, está “El libro de la vida” (2014), de Guillermo del Toro y Jorge R. Gutiérrez. La animación es, en lo estético, de una exuberancia barroca que lleva impresas las formas y los colores de la cultura mexicana. Pero lo que más cautiva en ella es su historia: la de Manolo, un torero y músico que, como Orfeo, desciende al inframundo en rescate de su amada. El filme animado tiene el mérito de ser uno de los primeros de carácter global en tocar el tema del Día de Muertos. Es una película muy recomendable que vale la pena ver; salvando prejuicios, el ser una animación no supedita su nicho al público infantil: es para toda la familia.
Siguiendo con las animaciones, una que ya tiene casi dos décadas es “La leyenda de la Nahuala” (2007), de Ricardo Arnaiz. Esta película es más un producto local que global, pero dio arranque a una saga animada mexicana llamada “Las leyendas”, cuyo personaje protagónico es Leo San Juan, un niño que enfrenta seres y criaturas sobrenaturales en el México virreinal. Su historia está ambientada en las tradiciones y leyendas del Día de Muertos.

Es casi una cábala moderna la que enuncia que, si algo pasa en Los Simpson, trasciende o hasta resulta profético o simplemente relevante. Con el Día de Muertos ocurrió así: en “Treehouse of Horror XXIX” (2018), uno de sus segmentos parodia “Coco”, presentando a la familia amarilla —los Simpson— en un mundo inspirado en el Día de Muertos. Con su característico tono satírico, el episodio realza cómo esta festividad mexicana ha logrado proyectarse globalmente.
Otra de las grandes marcas globales del entretenimiento infantil, Cartoon Network, también ha retomado esta tradición mexicana en la serie “Víctor and Valentino” (2019), creada por Diego Molano, en la cual se entremezclan mitos mesoamericanos con humor. En algunos de sus capítulos se destaca el Día de Muertos como una festividad esencial del pueblo imaginario de Monte Macabro, lugar donde los descarnados conviven con los vivos.

La referencia cultural obligada sobre el tema es, sin duda, la película de la saga de James Bond, “Spectre” (2015), de Sam Mendes, la cual comienza con la ya clásica e icónica escena de un magno desfile del Día de Muertos en la Ciudad de México. Ideado para la película, el desfile tuvo tal impacto en el imaginario cultural mexicano que las autoridades capitalinas decidieron retomarlo e instituirlo como una festividad anual desde 2016.
Finalmente, en la exitosa serie de Netflix “Altered Carbon” (Carbono alterado), hay una referencia al Día de Muertos planteada desde la ficción de un mundo globalizado e hipertecnologizado en el que la humanidad ha logrado la inmortalidad. No obstante, la festividad persiste, y lo más interesante es que ya no sólo pertenece a su país de origen: es un día conmemorativo mundial.
El Día de Muertos es emblemático de México, pero gracias a la cultura global y, sobre todo, a la de masas, ha logrado trascender fronteras y ahora es conocido en la aldea global. Quizás, con el tiempo, sea adoptado por otros pueblos de cultura distinta a la mexicana.