La organización El Caracol presentó el foro Chiras, Pelas, Calacas, Flacas 2025, un espacio dedicado a visibilizar la situación de las personas que viven y mueren en las calles sin ser reconocidas y sin que existan datos oficiales sobre su identidad.
Bajo el lema “Porque nadie puede borrarnos de la historia: memoria, resistencia y dignidad”, se reunieron especialistas, activistas, legisladores, académicos y colectivos que trabajan diariamente con poblaciones callejeras. La campaña, que ya suma 22 años de trabajo, busca recuperar los nombres, historias y condiciones en las que fallecen miles de personas que permanecen en el olvido institucional.
Durante el encuentro, se insistió que en México no hay un registro oficial que indique cuántas personas en situación de calle mueren cada año, lo que complica la creación de políticas públicas que atiendan y prevengan estas muertes. Debido a esta falta de datos, la organización ha tenido que documentar por su cuenta los casos a través de testimonios, monitoreo en medios digitales y acompañamiento directo.

De acuerdo con las cifras presentadas, entre 2014 y 2023 El Caracol ha logrado registrar 6,041 muertes de personas en situación de calle. Sin embargo, aclararon que esta cifra no representa la totalidad de los casos, pues la movilidad constante de los grupos callejeros, el uso de nombres falsos o cambiados y la ausencia de documentos oficiales dificultan conocer el número real de muertes.
La organización explicó que más del 70% de los casos documentados se concentran en los años 2020, 2021, 2022 y 2023, cuando se fortalecieron los métodos de sistematización. Entre los datos más alarmantes se encuentra el hecho de que el 78% de las personas fallecidas no tenía identidad conocida, por lo que no se sabe su nombre, apellido o incluso un apodo. Esta situación provoca que las autoridades no puedan contactar a familiares ni garantizar la restitución digna del cuerpo.
El foro también reveló que en el 95% de los casos no existe información sobre el destino final del cuerpo, lo que significa que la mayoría pudo haber sido enviada a la fosa común sin registros, incinerada sin aviso o trasladada sin protocolo adecuado. Para los especialistas, esta falta de información representa una grave violación al derecho a la identidad y al derecho de sus familias a la verdad.
Durante las exposiciones, también se señalaron las causas de muerte más frecuentes entre las poblaciones callejeras, destacando la hipocalemia, una baja de potasio causada por deshidratación o malnutrición. A diferencia de lo que ocurre en la población general, esta condición se vuelve mortal en personas que viven sin acceso a servicios médicos.
Otra de las principales causas reportadas fueron los accidentes de tránsito, sobre todo atropellamientos en avenidas donde suelen ubicarse los grupos callejeros. Se mencionaron muertes por hipotermia, consumo de sustancias, violencia física y otros factores vinculados con la precariedad extrema en la que viven estas poblaciones.
En el caso de las mujeres, la situación es más grave, ya que los registros muestran que muchas mueren por envenenamiento o estrangulamiento, lo que evidencia la presencia de feminicidios, que en la mayoría de las ocasiones no llegan a investigarse ni clasificarse de manera adecuada, simplemente porque no se difunde la gravedad de los casos que viven las personas de la calle.
A lo largo de la jornada, se analizó que uno de los mayores obstáculos para documentar estos casos es la movilidad constante de las poblaciones callejeras, provocada por operativos policiales, desalojos, persecución institucional y presiones cotidianas que obligan a estos grupos a desplazarse a lugares más escondidos o de difícil acceso.
Integrantes de la organización explicaron que los desalojos recurrentes, conocidos como prácticas de limpieza social, separan a los grupos y dificultan el seguimiento de personas que ya estaban siendo monitoreadas. A esto se suman los cambios porel consumo de sustancias, pasando del uso de solventes a drogas como el cristal, lo que modifica los patrones de riesgo y las causas relacionadas con los fallecimientos.
También se mencionó que las condiciones climáticas extremas agravan la situación y provocan muertes que podrían evitarse con medidas básicas de protección.Otro punto clave del foro fue la presentación de estimaciones sobre cuántas personas viven actualmente en situación de calle. Mientras que el conteo oficial del gobierno capitalino reportó cerca de 1,124 personas, los análisis independientes presentados durante el evento señalaron que la cifra real podría ser diez veces mayor, llegando a alrededor de 10,000 personas en toda la Ciudad de México.
Esta diferencia tan amplia evidencia fallas en los métodos oficiales de conteo y confirma que actualmente no existe una base estadística confiable. Para las organizaciones, esta falta de datos dificulta la planificación de políticas públicas, el cálculo de presupuesto, la creación de albergues y la atención adecuada a esta población.
La Mesa titulada“Dignidad, Nombrar, Reconocer y Acompañar para devolverle su lugar en la historia”, tuvo como eje principal la importancia de garantizar un trato digno y la restitución de derechos a las personas fallecidas en calidad de desconocidas, así como a sus familias, ya sean consanguíneas o familias elegidas.
El diputado Rubén Víctor González abrió la sesión con un llamado a reconocer la deuda histórica que existe con las poblaciones callejeras. Señaló que durante años han sido víctimas de políticas de exclusión, desalojos violentos y criminalización, lo que ha derivado en que muchas mueran sin documentos y sin acceso a servicios básicos. Subrayó que la ausencia de censos y datos oficiales provoca que estas poblaciones no existan en las políticas públicas, por lo que su atención se vuelve aún más complicada.
Posteriormente, Berenice Vargas, subdirectora de Planeación de Copred, expuso que México vive una crisis de identificación humana sin precedentes. Explicó que en el país existen miles de cuerpos sin identificar en morgues y fosas comunes, lo que vulnera derechos básicos como la identidad y la memoria. También resaltó que muchas de estas personas pertenecen a grupos históricamente discriminados, como migrantes, mujeres trans o personas en situación de calle.
Ambos ponentes coincidieron en que ninguna persona debe morir en el anonimato y que las instituciones deben fortalecer sus procesos de registro, identificación y acompañamiento a las familias. El foro continuará con más mesas de diálogo para profundizar en esta problemática y plantear soluciones.
Susana: la voz que devuelve nombre, memoria y dignidad
En una pequeña sala comunitaria, Susana toma el micrófono con manos firmes, aunque su voz carga años de pérdidas, resistencias y amor. Ella ha tejido redes de apoyo entre personas en situación de calle; ha acompañado duelos, ha buscado cuerpos y ha exigido lo que a muchos les negaron en vida: un nombre, un derecho, un lugar.“Muy buenos días”, dice, mirando al público que la escucha en silencio. Se presenta y agradece a quienes se tomaron el tiempo de asistir.
Luego explica por qué está ahí: para hablar de amigos y amigas que ya no están, para poner rostro a quienes siguen sobreviviendo entre el frío, la pobreza y el rechazo. Su voz se quiebra por momentos, pero no retrocede.Susana narra que, en la calle, también hay historias de migración, de despojo, de familias rotas, de personas que perdieron un hogar y no encontraron otro.
“Nos etiquetan sin saber por qué llegamos ahí”, reclama. Habla de madres que cargan a sus hijos porque no tienen dónde dejarlos, de hombres y mujeres cuyo único delito fue quedarse sin red, de adultos mayores expulsados de sus casas, de migrantes que se quedaron sin un peso al llegar a la ciudad.
En su relato aparece Paco, un compañero que murió sin identificación. A ella le tocó buscar su cuerpo y pelear para que no fuera tratado como “nadie”. Recuperarlo, cuenta, dio esperanza a otros: “Si encontramos a Paco, algún día también los vamos a encontrar a ustedes”. En los rostros de su comunidad veía el alivio de saber que su historia no terminaría en el olvido.
Susana también recuerda a su pareja, atrapado por las adicciones, y el desafío de explicarle a su hijo que su padre no era malo, sino enfermo. Con ternura relata cómo aprendió a no romper la imagen que su hijo tenía de él, aun cuando la realidad era dura. “Para ella, su papá seguía siendo su papá”, dice. Y en ese gesto se resume la fuerza de las mujeres que cuidan incluso desde la precariedad.
Para Susana, hablar de estos temas es un acto de memoria y resistencia. Su vida, marcada por pérdidas y aprendizajes, la ha convertido en una voz imprescindible. Desde el podio, reafirma que quienes viven en la calle también sienten, aman, sueñan y merecen derechos.“
Nadie debería ser olvidado”, concluye. Y su declaración queda suspendida en el aire como una promesa y, al mismo tiempo, un llamado urgente a la empatía.