Ricardo Jesús López es un jovencito de 14 años callado y retraído con domicilio en Xalpa, Iztapalapa; apenas el lunes pasado hablaba con su madre sobre la posibilidad de pagar un curso para prepararse y afrontar el examen de admisión a la Vocacional del IPN, la misma donde su madre trabaja como personal de limpieza. Pero Ricardo Jesús desapareció el día 4 de diciembre y a la fecha no se sabe nada de él. Está en peligro inminente porque un grupo de criminales locales lo estaba presionando para sumarse a sus filas.
En este contexto, las autoridades de la Fiscalía capitalina han mostrado todas sus debilidades para afrontar un caso crítico: el MP de Santa Martha se negó a tomarle la declaración y la remitió al Bunker ‘porque aquí vamos a tardarle 2 días’; los policías de investigación se han mostrado ineficaces en recopilar información y ha debido ser la madre de Ricardo quien investigue y les pase sus hallazgos; la fiscalía se sintió conforme con crear una ficha de desaparecido, pero ha sido la familia, amigos y compañeros quienes se han lanzado a las calles de Xalpa y colonias cercanas a pegar papeles para alertar sobre la desaparición del muchacho; incluso, para efectos de ver las cámaras del C5, las autoridades de la Fiscalía le han comentado a la madre que eso se hace de lunes a viernes, así que este fin de semana ha sido perdido para efectos de la investigación.
El caso hubiera merecido otro trato al ocurrir en una zona de violencia desbordada. Las calles que recorre Ricardo camino a la secundaria, a varias cuadras de su casa, están plagadas de venta de drogas. “La escuela es foco rojo”, señala Alejandra, la madre de Ricardo, en torno a ella y sin ningún disimulo, “venden droga, hay prostitución”.
Se trata de una verdad que todo mundo conoce en la zona y que sólo cerrando los ojos las autoridades no ven: niños y adolescentes yendo a la escuela en un ambiente donde la venta de droga reina, donde jovencitas, desde que cumplen la edad de Ricardo, ofrecen favores sexuales para ganar 50 pesos.

Las indagatorias de la madre de Ricardo le dieron finalmente una pista delicada: su hijo no convive prácticamente nada en los grupillos de alumnos de su secundaria o de su cuadra, pero esa lejanía y su aspecto serio atrajeron a maleantes locales que le ofrecieron ser “recadero”. Un mensajero de los que no levantan sospechas ni a la policía ni a las mafias rivales. No sería ni el primero ni el último muchacho en esa zona alta de Xalpa que escuchaba ese ofrecimiento “laboral”. Más aún en el turno vespertino de la secundaria Hermilo Novelo.
Al parecer la oferta, relativamente reciente por lo que se sabe hasta ahora, no alteró la conducta del muchacho. Su madre se fue a trabajar el jueves 4 de diciembre como siempre, de madrugada para llegar a tiempo a su trabajo (6:00 am), por lo que sólo vio a su hijo dormido. Pero después se dieron los mensajes de WhatsApp habituales:
“¿ya te levantaste?”, le preguntó Alejandra.
“Ya estoy haciendo tarea”, respondió el hijo.
Una firma de boletas para ese mismo día también era tema del intercambio de mensajes y, finalmente, Ricardo le recordó a la mamá que debía ir a comprar algunos artículos a la papelería para sus tareas y luego salir rumbo a la escuela.
Ese 4 de diciembre Ricardo no llegó a sus clases y su ausencia se hizo más notoria por la firma boletas: la escuela se percató de la ausencia del muchacho en ese momento.
Cuando se hizo evidente que Ricardo no estaba en casa y tampoco con ningún familiar, la madre fue a presentar la denuncia de inmediato (así de anormal era que el muchacho estuviera fuera de sus hábitos que se limitaban a escuela y hogar).
Una vez que el MP de Santa Martha se negó a tomarle la declaración, Alejandra se trasladó al Bunker central de la fiscalía y salió de allí el día 5, en la madrugada, con una ficha de desaparición para su hijo. La mujer le indicó a los policías de investigación el nivel de peligro que corren los muchachos en esa zona, que había además una cámara del C5 (les dio la clave que aparece en la base de la misma) frente a su casa, pero todo esto no sirvió para acelerar nada.
Dos policías se presentaron el sábado a preguntar a los vecinos lo qué sabían y se fueron con las manos vacías. La madre no quedó satisfecha y dio con un vecino que le mostró un video captado por su cámara privada: poco después de las 12 horas, Ricardo aparecía dirigiéndose hacia la Avenida Minas, la principal de la zona, algo que es consistente con la idea de que iba en camino a una papelería que se encuentra en la zona. Pero después no reapareció, hubiera debido apresurarse para regresar a casa, ponerse el uniforme e ir a la escuela.
La madre contactó a los policías para notificarles este hallazgo.
Decidió entonces profundizar sus propias indagatorias y encontró testigos en la escuela que sabían del ofrecimiento que Ricardo recibió para ser “mensajero” de los hampones locales. Eso que para Alejandra significaba aún más apremio por encontrar a Ricardo, no fue asumido igual por los policías de investigación, a quienes la madre contactó nuevamente y alertó sobre la necesidad de ver si las cámaras del C5 registraron algo más de los movimientos de su hijo y si alguien lo había interceptado.
Fue allí cuando le dijeron que eso se hacía de lunes a viernes.
“¿Pero y lo que les digo del video de la cámara del vecino y lo que me dicen que lo estaban tratando de enganchar para que se convirtiera en recadero de los mafiosos no es información que sirva?”.
“Sí, sí; gracias”, fue lo único que obtuvo por respuesta.