
Cada 15 de agosto Japón conmemora la rendición del país en la segunda guerra mundial, y hoy en el 80 aniversario de la rendición se volvió a poner sobre la mesa las diferencias históricas entre Tokio y Pekín.
Mientras en la capital nipona se celebraban actos oficiales con llamados a la paz, desde China llegaron duras críticas por lo que consideran una falta de reconocimiento pleno de las agresiones cometidas durante el conflicto.
El ministro de Exteriores chino, Wang Yi, instó a Japón a “afrontar la historia” y “aprender de ella”, acusando a ciertos sectores políticos nipones de “glorificar” y “negar” su pasado militar, distorsionando los hechos e incluso intentando rehabilitar a criminales de guerra. Wang recordó que la Declaración de El Cairo y la Proclamación de Potsdam, firmadas en 1943 y 1945, establecieron que Japón debía devolver a China todos los territorios arrebatados, incluida Taiwán, un punto que Pekín considera parte central del orden internacional posterior a 1945.
Ese mismo día, la Embajada china en Tokio criticó las ofrendas del primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, y las visitas de varios miembros de su Gobierno al santuario Yasukuni, donde se honra, entre otros, a 14 criminales de guerra de clase A.
Para China y Corea del Sur, este gesto es una muestra de falta de arrepentimiento, mientras que Japón lo defiende como un homenaje a todos sus caídos.

En la ceremonia oficial celebrada en el Nippon Budokan de Tokio, Ishiba expresó sus “remordimientos” y reiteró el compromiso de que Japón “nunca más librará una guerra”. El emperador Naruhito, acompañado por la emperatriz Masako, manifestó su “profundo arrepentimiento” por las vidas perdidas y deseó que “los estragos de la guerra nunca más se repitan”.
Sin embargo, ninguno de los dos hizo referencia directa a las agresiones perpetradas en países vecinos, como China o Corea, ocupados durante décadas por Japón.
El acto, al que asistieron unas 3.400 personas (incluidos supervivientes, familiares de víctimas y autoridades), recordó a las más de tres millones de víctimas japonesas, entre ellas las de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki y de la sangrienta batalla de Okinawa. Este año, más de la mitad de los asistentes nacieron después de la guerra, lo que refleja la urgencia de transmitir estos testimonios a las nuevas generaciones.
Horas antes de la ceremonia, figuras políticas como el ministro de Agricultura, Shinjiro Koizumi, y la exministra Sanae Takaichi visitaron el santuario Yasukuni, una práctica habitual que reaviva tensiones diplomáticas. Ishiba optó por no acudir, aunque envió una ofrenda ritual, siguiendo la línea de los últimos doce años en la que ningún primer ministro en funciones ha visitado el lugar por presiones internacionales, en especial de Estados Unidos.
Japón conmemora cada 15 de agosto la rendición de 1945, cuando el emperador Hirohito anunció por radio la aceptación de la Proclamación de Potsdam, marcando de facto el final de la guerra. Sin embargo, ocho décadas después, el recuerdo del conflicto sigue dividiendo a Japón y sus vecinos, y el camino hacia una reconciliación plena continúa siendo incierto.