
Un acuerdo internacional para reducir la contaminación por plásticos
Durante los próximos diez días, del 5 al 14 de agosto se llevará a cabo en Suiza la última reunión programada para negociar el acuerdo global para la reducción de plásticos. El Comité Intergubernamental de Negociación (INC, por sus siglas en inglés) fue convocado por la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente con el objetivo de elaborar un tratado internacional jurídicamente vinculante para poner fin a la contaminación por plásticos. Desde la primera reunión (Uruguay, 2022), participan representantes de los Estados Miembros de la ONU, organizaciones intergubernamentales, sociedad civil, sector privado y comunidades científicas, en un proceso que busca completarse para finales de 2025.
Reportes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), indican que el consumo de plástico prácticamente se duplicó durante los primeros 20 años de este siglo y si no se modifican patrones se prevé que las 460 millones de toneladas consumidas en 2019 podrían triplicarse hacia el año 2060. Para ponerlo en perspectiva, el consumo per cápita en 2019 fue de 60 kilogramos al año, equivalente a 2,000 botellas plásticas de un litro o 6,000 bolsas plásticas para el supermercado.
Si bien, las emisiones que se vierten a la atmósfera durante el proceso de producción de plásticos son considerables representando 3.4% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, las problemáticas ambientales que surgen durante la fase de disposición final de desechos son graves. Con tan solo el 9% de los residuos plásticos reciclados, la gran mayoría termina en rellenos sanitarios o incinerados deteriorando el funcionamiento de ecosistemas marinos y terrestres.
La contaminación plástica daña nuestra salud
La contaminación de los ecosistemas no solo amenaza la supervivencia de numerosas especies y degrada el paisaje, sino que también pasa factura a la salud humana. Así lo indican diversos estudios científicos acerca de los impactos por la contaminación derivada de los residuos plásticos en rellenos sanitarios, tierras de cultivo y océanos. En particular, los rellenos manejados en condiciones subóptimas permiten la infiltración de microplásticos y toxinas en acuíferos, suelos y tierras agrícolas, alterando su estructura, reduciendo su fertilidad y aumentando la toxicidad. En el mar, los microplásticos se incorporan a la cadena trófica, acumulándose en peces y mariscos que consumimos, lo que implica la ingestión directa de estas partículas con posibles riesgos para nuestra salud.
Según National Geographic, en promedio, una persona podría estar consumiendo microplásticos hasta en una cantidad equivalente al peso de una tarjeta bancaria cada semana. Aunque los efectos de largo plazo aún se investigan, organismos como la OMS y la ONU advierten que los microplásticos pueden causar inflamación, estrés oxidativo, alteraciones hormonales e incluso estar vinculados a cáncer y problemas respiratorios, ya que transportan compuestos tóxicos que se han detectado en órganos humanos y hasta en la placenta.
¿Qué se propone en el acuerdo?
Desde su inicio, el INC ha debatido políticas para reducir la contaminación plástica a lo largo de toda su cadena, incluyendo la prohibición de plásticos de un solo uso, criterios de diseño para envases reciclables y sistemas vinculantes de responsabilidad ampliada del productor. También se abordan mecanismos de financiamiento para apoyar a países en desarrollo, así como transparencia y cumplimiento. En este marco, un documento elaborado por expertos nórdicos para la tercera reunión del INC, complementa estas discusiones al enfatizar incentivos económicos como impuestos a plásticos vírgenes, subsidios a tecnologías sostenibles y sistemas de depósito y devolución, buscando impulsar la transición hacia una economía circular.
El consumo de plástico en México y la iniciativa nacional
México se encuentra entre los países que impulsan activamente políticas para reducir la contaminación por plásticos, alineándose con las discusiones internacionales como las del INC. Su consumo per cápita de plástico, alrededor de 66 kg al año, y la proporción significativa de residuos plásticos de un solo uso (cerca de la mitad del total), son comparables a las tendencias globales.
En términos absolutos, México se ubica entre los principales consumidores de plástico a nivel mundial, debido a su tamaño poblacional y actividad industrial. A nivel nacional, además de las restricciones de algunos estados a plásticos de un solo uso, destaca el Acuerdo Nacional para la Nueva Economía del Plástico, un compromiso voluntario firmado por más de 80 actores del sector público, privado y sociedad civil para impulsar la reducción, reutilización y reciclaje, y avanzar hacia una economía circular.
También se han promovido iniciativas para mejorar la gestión de residuos y fortalecer la responsabilidad ampliada del productor (EPR), buscando no solo reducir el volumen de residuos, sino transformar el sistema productivo y de consumo hacia modelos más sostenibles.
El círculo vicioso del agua embotellada y su impacto ambiental
México encabeza el consumo per cápita de agua embotellada a nivel mundial, con aproximadamente 220 litros por persona al año, y también figura entre los principales consumidores de refrescos, con cerca de 163 litros anuales por habitante. Este patrón de consumo se traduce en una gran generación de residuos plásticos, ya que las botellas de agua y bebidas azucaradas representan entre el 30% y 40% de los plásticos de un solo uso en el país. Esta situación subraya la necesidad de enfocar estrategias públicas en este sector específico, clave para avanzar hacia una economía circular y reducir la contaminación plástica, en línea con compromisos nacionales e internacionales.
Paradójicamente, muchas personas eligen beber agua embotellada para evitar contaminantes como los microplásticos, aunque diversas investigaciones han demostrado que el agua embotellada no necesariamente está libre de ellos. Esta práctica refuerza un ciclo de consumo insostenible de envases plásticos. En paralelo, el precio del agua embotellada compite con el de bebidas endulzadas, que suelen percibirse como más “atractivas” por su sabor y contenido calórico, a pesar de sus conocidos efectos nocivos sobre la salud.
Si el agua de la red pública fuera percibida como segura y libre de contaminantes, el principal “costo” para los hogares sería la incomodidad de cargar una botella reutilizable. En esta línea, el estudio “La información es/en la llave” de Bejarano, Heres, Martinsson y Alpízar muestra que proveer información transparente y visible sobre la calidad del agua potable puede aumentar su consumo. En dicho estudio —realizado en parques de la Ciudad de México—, al colocar carteles informativos en bebederos seleccionados aleatoriamente, se observó un aumento en su uso.
Además, aunque en el estudio casi la totalidad de los encuestados reportaron consumir agua embotellada de manera habitual, en promedio estarían dispuestos a pagar 160 pesos adicionales al mes en su recibo de agua si se garantizara su potabilidad.
Cabe notar que aunque el uso de garrafones retornables de 10 a 20 litros constituye alrededor del 70% del consumo total de agua embotellada y representa una significativa reducción de residuos comparada con botellas desechables, ésta opción también genera residuos plásticos, requiere transporte y conlleva emisiones, lo que refuerza la urgencia de fortalecer la infraestructura de agua potable segura como una política central tanto de salud pública como de sostenibilidad ambiental.
Del acuerdo global al compromiso personal
En los próximos días sabremos si se logró un acuerdo global para frenar la contaminación por plásticos, y en ese caso, qué medidas incluye: si habrá restricciones fiscales, impuestos a la producción o compromisos vinculantes. Mientras tanto, cada uno podemos comenzar a contribuir. Aunque la campaña global Julio sin Plástico, que se celebra cada año desde 2011 y busca inspirar a millones de personas a rechazar plásticos de un solo uso durante todo el mes, ya ha concluido, el final de las vacaciones de verano y el reinicio del ciclo escolar ofrecen un buen pretexto para revisar y transformar nuestros hábitos de consumo. Una manera concreta de empezar, sin necesidad de esperar a nuevas leyes o acuerdos, es proponerse reducir el uso personal de plásticos de un solo uso a la mitad. Puede sonar ambicioso, pero si de cada dos veces que pedimos comida para llevar reutilizamos los cubiertos y el vaso de la vez anterior, ya habremos logrado buena parte del objetivo. Si adoptamos una botella reutilizable como parte indispensable del día a día, también estaremos haciendo nuestra parte. El cambio empieza con decisiones pequeñas, pero sostenidas y compartidas.