Nacional

Más vigente que nunca el reclamo estudiantil

Manifestación por el 2 de octubre (Iván Guevara Ramírez)

Este 2 de octubre pintaba para ser como cualquier otro, una marcha o más bien un desfile de contingentes universitarios que conmemoraban los hechos aciagos de 1968, cuya relevancia entre quienes la andaban había perdido significado y presencia de cara al duro y corrosivo paso del tiempo, casi sesenta años han pasado desde que Tlatelolco se pintara de rojo y el olor a metálico saturara su atmósfera. La conmemoración del movimiento estudiantil, ese que brotó en un año particularmente convulso para la historia contemporánea, se habituó a recorrer las calles de la ciudad en un intento por mantener viva la memoria de la represión que caracterizó los años heridos de México, de ese poder panóptico que se afincó en Los Pinos por al menos tres sexenios y que tuvo a bien criminalizar garantías ciudadanas tan elementales como la protesta y el ejercicio de la participación política, demandas a las que se sumó la exigencia de liberación de los presos políticos y otra más que pidió el deslinde de responsabilidades de todos los funcionarios involucrados en actos de violencia en contra de los estudiantes.

Hace once años los hechos de Iguala, en los que 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa fueron desaparecidos por un grupo criminal en colusión con corporaciones de seguridad de diverso orden, aunque sucedidos en las estribaciones serranas de la históricamente otrizada ruralidad mexicana, insuflaron vida y rabia al reclamo estudiantil urbano que año con año se toma la Plaza de las Tres Culturas. Hoy, cuando ese relato ha comenzado a flaquear, víctima del desgaste y la erosión que provoca tanto a víctimas como a victimarios, los grupos de estudiantes y contingentes que se congregan de nueva cuenta ostentan un nuevo y digno reclamo: Aquel que exige garantías de seguridad al interior de los planteles educativos y clama por que se dé la importancia que realmente tiene ese tropo tan menospreciado por las generaciones del Boom, los X e inclusive algunos Millenials, se trata del tema de la salud psico-emocional, afectiva y social.

Manifestación por el 2 de octubre (Iván Guevara Ramírez)

Como en varias naciones últimamente la generación mal llamada “de cristal”, la Z, pretende ganar la calle luego de que una tragedia más le azotase y le persiguiera hasta el interior de las aulas, casos de abuso sexual, acoso, violación y feminicidio abrieron paso al odio alentado en redes sociales cuando el CCH Sur se convirtió en escenario de un ataque perpetrado por uno de sus alumnos, al que hoy sabemos diagnosticado tardíamente con bradipsiquia y bradilalia (ambos, trastornos neuronales y psiquiátricos asociados con la depresión), en contra de uno de sus compañeros, episodio que podría haber terminado todavía peor si le preguntan a su hacedor cuál, en concreto, era su objetivo.

Es así como la marcha estudiantil en conmemoración de la masacre de Tlatelolco, y del movimiento de sus pares en 1968, enarboló este 2 de octubre un par de cientos de goyas, varios huélum y rugidos de panteras que, entremezclados con el “¡Autonomía, educación y libertad!” de la UACM, y el “¡¿por qué asesinan al futuro de América Latina!?” de los normalistas, adquirieron una vigencia inusitada cuando, a la fecha, al menos 24 planteles de la Universidad Nacional se encuentran en paro ante la alarmante cantidad de amenazas hechas en internet por parte de más grupos de odio que comulgan con la entropía y que muy probablemente cuentan entre sus adeptos a decenas de personas con una sanidad mental deficiente, algo que grita e implora por atención.

La gráfica de la protesta de este jueves en la CDMX mostró varias de las heridas que México ha infligido contra natura a su juventud, como quien se da un tiro en el pie y pretende con ello seguir caminando con holgura; las pancartas de todos aquí rezan por que el nuevo proyecto de Gobierno Federal entienda que avanzar así no es posible y que la juventud, a la que continuamente dice hablar, quizá sí sea de cristal, pero tan solo por los tiempos de transparencia a los que aspira y porque desea entregar a las autoridades una nueva óptica bajo la cual noten que garantizar la seguridad y cuidar el bienestar emocional y psicológico de las niñas, niños y adolescentes es como se protege, en realidad, a México.

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