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Herencia del CEU movilizaciones, diálogos, el regreso a la calle

Los sesentayocheros aspiraron al diálogo público y la represión canceló esa posibilidad. La generación del CEU logró la apertura de espacios de discusión como no se conocieron antes en la historia de los movimientos estudiantiles mexicanos.

Asamblea de trabajadores en España
Asamblea de trabajadores en España Asamblea de trabajadores en España (La Crónica de Hoy)

[ Segunda Parte ]

Los sesentayocheros aspiraron al diálogo público y la represión canceló esa posibilidad. La generación del CEU logró la apertura de espacios de discusión como no se conocieron antes en la historia de los movimientos estudiantiles mexicanos.

Desde un principio, las opiniones sobre el diagnóstico de Jorge Carpizo y el primer paquete de reformas llevado ante el Consejo Universitario generaron una corriente de opinión que rebasó, con mucho, el formato de manifestaciones por escrito que había establecido la Rectoría. “Nada nuevo descubre Carpizo”, tituló José Woldenberg a su texto periodístico, publicado en el desaparecido semanario Punto, a los pocos días de la publicación de “Fortaleza y debilidad de la UNAM”. La efervescencia que se generó en los distintos planteles de la Universidad demostró que la exigencia de diálogo no era un tema intrascendente y no desaparecería si se confiaba en el correr del tiempo.

También las autoridades universitarias estuvieron a la altura de las circunstancias: hubo voluntad de diálogo. Se armaron los espacios de la discusión: el auditorio Justo Sierra volvió a ser escenario principal, como recuperación simbólica de la herencia de otras movilizaciones. Allí se habló del futuro, de la Universidad que se deseaba, a la que se aspiraba, lo que no quiere decir que todos estuvieran de acuerdo. En lo que sí coincidían todos los que asistieron a aquel ejercicio de apertura, era en la voluntad del debate público, como expresión de una sociedad que reclamaba los espacios ganados en el pasado inmediato.

CRECE LA MOVILIZACIÓN. El 10 de noviembre de 1986, el rector Jorge Carpizo nombró una comisión, encargada de dialogar con el sector estudiantil que estaba en desacuerdo con las reformas. La apertura no impidió que las movilizaciones llegaran al paro de actividades. El primero ocurrió el 13 de noviembre.

Las marchas crecieron. Miles de estudiantes y grupos solidarios al CEU ganaron la calle el día 25 y caminaron  del Parque Hundido a la Ciudad Universitaria. Si en aquella ocasión el contingente fue abundante, en la siguiente marcha, efectuada el 11 de diciembre, resultó aún mayor.

Los primeros trabajos de la comisión creada por la Rectoría no fructificaron como se esperaba. Entonces, el Rector Carpizo propuso una variante: se crearía otra comisión, integrada por todos los sectores de la UNAM, y en cuyo seno se discutirían los detalles y consecuencias de la reforma universitaria.

El CEU respondió escalando la exigencia: era indispensable el diálogo público y en él se discutiría la derogación de los reglamentos emanados de lo que empezaba a conocerse como el “Plan Carpizo” y las características del Congreso. El diálogo, ese diálogo público que en 1968 se había quedado en el terreno de los sueños, del anhelo de hacer posible lo que parecía imposible, dieciocho años después se hacía presente y se convirtió en realidad. Si la Rectoría no accedía, presionó el CEU, se llamaría a una huelga indefinida. Pero el 15 de diciembre se llegó, por fin, a un acuerdo acerca de las características de aquel ejercicio  que era democrático, aunque tal vez no todos lo tuvieran claro,

Ineludiblemente, se había llegado a la polarización. Surgieron organizaciones estudiantiles afines a la reforma propuesta por la Rectoría, y aún dentro de la comisión designada por las autoridades para el diálogo con el CEU había una “ala dura” que insistía en denunciar la militancia de los dirigentes estudiantiles en organizaciones políticas de izquierda como el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), la Organización Revolucionaria Punto Crítico y muchas otras. Esa misma “ala dura” acusó al CEU, sistemáticamente, de incurrir en la manipulación informativa y la “difusión masiva de falsos argumentos”. Así llegaban, en esas condiciones, el CEU y la Rectoría, a una mesa común, ante la mirada de todo el país.

EL DIÁLOGO PÚBLICO. Entre el 6 y el 9 de enero de 1987, en el auditorio Justo Sierra —y desde luego, el eterno jaloneo por el nombre del lugar se hizo presente—, se efectuó el diálogo público que había exigido y obtenido el CEU. La experiencia no fructificó en acuerdos, pues una y otra parte se concentraron en reiterar sus posiciones, sin voluntad manifiesta de llegar a un punto de coincidencia con los que estaban al otro lado de la mesa.

Visto a la distancia, aquel ejercicio de diálogo mostraba a una generación de estudiantes altamente politizados, herederos de las transformaciones sociales del pasado reciente; del otro lado, a la comisión de Rectoría acaso le faltara ampliar la voluntad política que los había llevado a aquella mesa. El intercambio, a ratos ríspido y rudo; a ratos con su punto de regocijo derivado del ingenio estudiantil, se interrumpió en algún momento, ambas partes disputándose con un Goya —a ver quién gritaba más fuerte— la representatividad del espíritu universitario.

Aquel diálogo se transmitió por Radio UNAM, pudo verse por televisión. Algunos directivos de facultades, evitando apersonarse en el Justo Sierra, se reunían para escucharlo en otro de esos espacios desaparecidos ya, el café-librería El Ágora.  Los medios de comunicación eran otros también: desplegaron una cobertura cotidiana, constante, donde algunos tomaron partido y no por la Rectoría. El fenómeno mediático reveló que el país ya había cambiado y los estudiantes universitarios habían ejercido su derecho a que todo el país los escuchara.

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