
El biólogo mexicano Gerardo Ceballos es uno de los más prestigiados ecólogos y conservacionistas hispanos en todo el mundo. Experto en especies carismáticas que tiene alta importancia en ecosistemas, como el jaguar, este investigador del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha sido autor de más de 45 libros, lo que lo convierte en uno de los biólogos escritores más prolíficos.
En 2016, acaba de entregar un libro que coordinó para Teléfonos de México, la Fundación Carlos Slim y la WWF, con el nombre Riquezas naturales de México. Servicios ambientales y conservación. Semanas después deberá presentar la nueva Estrategia Nacional de Conservación del Jaguar y estar atento a los trabajos de la Cumbre de Naciones Unidas, sobre biodiversidad, COP 13, que se realizará en Cancún, México, a partir del 4 de diciembre.
Afable, modesto, Ceballos platica con Crónica sobre el nacimiento de su vocación científica y sobre sus proyectos, así como sobre las razones que le han hecho enfocar energías en la protección de los jaguares de México, desde la frontera con Guatemala hasta la frontera con Estados Unidos.
“Este año vamos a presentar la Estrategia Nacional de Conservación del Jaguar, que ha funcionado muy bien. Si protegemos al jaguar estamos protegiendo al 60 % de la diversidad biológica de México, y sabiendo que México es un país megadiverso, al proteger al país se ayuda al planeta”, comenta el profesor e investigador en el Museo Soumaya, minutos después de presentar públicamente el libro más reciente que ha coordinado.
“Afortunadamente, en México lo que está ocurriendo es que la investigación y las propuestas hoy se pueden convertir en políticas públicas. La guía que nos da la ciencia y la tecnología ya se pueden convertir en decisiones sobre cuáles reservas hay que crear, cuántas y dónde. Por ejemplo, cómo podemos hacer que los dueños de los terrenos donde se ubican bosques, como el del Nevado de Toluca, puedan vivir honestamente, dignamente, sin destruir los bosques y las selvas. Ése es el siguiente reto, que es el que actualmente estamos viviendo”, dice el biólogo.
Cuando se le pide recordar en qué momento de la infancia o juventud supo que se quería dedicar a la investigación científica, responde que él es una de esas personas afortunadas que siempre supo lo que quería ser de grande, pues desde niño siempre supo que quería estudiar a los animales, aunque no sabía lo que era la Biología.
“Recuerdo que a los once años cayó en mis manos un libro que se llamaba El último chorlito, y hablaba de la extinción del chorlito esquimal, que era una especie relativamente abundante que desapareció. Eso marcó mi vida porque eso me hizo pensar que yo quería estudiar a los animales para salvarlos. Desde ahí supe que quería dedicarme a la conservación y lo logré”, indica.
En un momento recuerda un pasaje que fue muy importante en su orientación vocaciones. Dice que al terminar la preparatoria, les decía a sus amigos que quería ser científico y todos le decían que me iba a morir de hambre. Lo cual decidió platicar con su padre.
“Él me dijo: ‘No te preocupes, hijo. Tú haz lo que tengas que hacer porque es la única manera como vas a ser feliz’. Eso me ayudó mucho”, añade.
“Si yo pudiera hablar con ese niño que quería salvar a los animales y le dijera algo de lo que ocurrió después, yo le diría que fue un niño con mucha perseverancia para lograr lo que pensó en ese momento de la infancia, que era un sueño y llegó a ser realidad. Es un gran regalo que me ha dado la vida y, entre paréntesis, no me morí de hambre: tengo un salario decoroso y una vida decorosa, gracias a mi país y a la UNAM, que es ejemplar”.
“Vamos mucho mejor. Ahora la población sabe que el jaguar está en peligro de extinción, que la mariposa monarca es muy frágil y hace un gran recorrido para llegar a México, y que es un privilegio tener santuarios de reproducción de ballenas. El esfuerzo de los últimos años ha sido muy bueno, no sólo se trata de un esfuerzo de un grupo, han trabajado al mismo tiempo instituciones del gobierno como la Comisión para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) y la Secretaría de Medio Ambiente (Semarnat), pero también muchas universidades como la UNAM y organizaciones de la sociedad civil, como la Fundación Carlos Slim o la WWF”.
Añade que el siguiente paso es ayudar a las personas a entender que la riqueza natural es fundamental para conservar la calidad de vida de los seres humanos. Si seguimos perdiendo especies, y ecosistemas como los bosques y selvas, será imposible que la humanidad pueda sobrevivir.
Un problema adicional es que cada vez somos más personas en la Tierra. Ceballos estima que cada día nacen 250 mil nuevos seres humanos, que demandan recursos y los recursos del planeta son limitados. De ese crecimiento de la población se derivan los otros problemas que ahora vemos, como el cambio climático y la extinción de especies.
“Un reto, en relación a esto, es que debemos tener una política de población de largo plazo. Tenemos que hacer un esfuerzo para poder decir que, por ejemplo, dentro de 20 años el tamaño de población que puede tener el país serán 135 millones de habitantes, por decir una cifra. Lo que no podemos hacer es seguir creciendo sin bases, sin guías, debemos estabilizar a la población y adoptar un modelo de crecimiento más armonioso con la naturaleza. Déjame decirte que eso se puede, con consensos de todos los actores”, concluye el doctor Ceballos.
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