Cultura

Arte&Basura de Mario Santiago Papasquiaro

1- “Yo es otro” o lo que sucede por leer a Rimbaud a una edad inadecuada

El poeta
El poeta El poeta (La Crónica de Hoy)

Sobre1 envoltorio que nadie acierta a descifrar

Luis Felipe Fabre

Mario Santiago Papasquiaro es, antes que nada, una invención literaria: en realidad se llamaba José Alfredo Zendejas. ¿En realidad? El nombre se lo cambió porque, según decía, José Alfredo sólo hay uno: el gran José Alfredo Jiménez. Lo de Santiago Papasquiaro es un topónimo adoptado como apellido en homenaje al escritor José Revueltas pues así se llama el lugar donde nació: ¡literatura!

Cambiarse el nombre es concebirse desde el lenguaje: Mario Santiago, grafómano que escribió sobre toda superficie en la que fuera posible escribir, comenzó por escribirse a sí mismo. Una escritura vehemente cuyo uno de sus momentos finales es un poema titulado “Eme Ese Pe”: sus iniciales. Iniciales finales. En ese poema (que abre esta antología) Santiago Papasquiaro avista su muerte pocos días antes de que suceda. Pero la avista también como un gesto escritural: “Garabateando la posición de feto”.

M. S. P. o la escritura: el título de un poema. Mario Santiago Papasquiaro es autor de su propio personaje que a su vez es hijo de sus poemas: su escritura lo inventa y viceversa. En su caso, los límites entre poesía y vida son bastante borrosos. Su moral, es decir, el código con el que rigió su comportamiento, es básicamente de origen literario: la moral de la tradición de los malditos. Ya sabemos: el camino de los excesos y el sistemático desorden de los sentidos. El papel del outsider, del marginal, que Mario supo cumplir a cabalidad, aunque a un precio muy alto como suele ser en esos casos, parece obedecer a un proyecto más o menos consciente, más o menos voluntario. Como él mismo escribe: “Para qué ser fosa común / pudiendo ser leyenda”.

Mario Santiago, además de ser el autor de sus poemas, es el autor del autor de esos poemas, pero su leyenda tiene también otros autores. Por obra de Roberto Bolaño, quien fuera su gran amigo de juventud y, junto con él, fundador del movimiento Infrarrealista a mediados de la década de los setenta, el personaje de Santiago Papasquiaro se desdobla en otro personaje ya totalmente literario. En una carta dirigida a su amigo, Bolaño le dice:

El trecho que recorrimos juntos de alguna

manera es historia y permanece. Quiero

decir: sospecho, intuyo que aún está vivo,

en medio de la oscuridad, pero vivo y todavía,

quién lo iba a decir, desafiante. Bueno, no

nos pongamos estupendos. Estoy escribiendo

una novela donde tú te llamas Ulises Lima.

La novela se llama Los detectives salvajes.

Dada la fuerza, importancia y popularidad de la novela de Bolaño, el personaje de Ulises Lima pareció amenazar con desplazar, sustituir o borrar a ese otro personaje del cual surge. Incluso Mario Raúl Guzmán, autor junto a Rebeca López de Jeta de santo (2008), la primera antología de Mario Santiago, se sintió en la necesidad de advertir en su prólogo: “Nadie hallará en este volumen los poemas de Ulises Lima, sino los que Mario Santiago Papasquiaro suscribió con su vida y con su muerte. Ulises Lima se queda en la ficción si es que a ella pertenece”. Supongo que yo tendría que decir lo mismo. Ciertamente Mario Santiago no es Ulises Lima. Pero en otra dimensión, del otro lado de ese espejo conocido como Los detectives salvajes, Mario Santiago se llama Ulises Lima. Y nadie que haya atravesado el espejo puede volver siendo exactamente el mismo. Hay mucho de Mario Santiago en Ulises Lima, pero también ya es inevitable que haya algo de Ulises Lima en Mario Santiago. Al menos para los que no lo conocimos en persona, al menos para los que nos aproximamos a él desde la literatura.

Lo que quiero decir es que Los detectives salvajes ha contribuido a cambiar cierta percepción de la poesía mexicana. Una poesía, ficción mediante, donde la vanguardia no sólo ha sido sino donde aún todo es posible. Sin duda, esa novela es uno de los elementos que han contribuido a la renovación (iba a decir “florecimiento” pero me contuve a tiempo) de la poesía mexicana actual. Pero no sólo se trata de escribir distinto hoy, sino también de escribir distinto ayer. Y es innegable el papel que Bolaño ha jugado en la recuperación tanto del legado estridentista como infrarrealista, redimensionándolos y reinventándolos.

Mario Santiago no es Ulises Lima pero, Rimbaud dixit, yo es otro.

A los versos de este hígado

mejor no ponerles fecha

A los pelos de la líbido

llevarles de regalo alambre de cerca de jardín

lentes-carne de agua

hule de pelotas reventadas por la euforia

Con el amor ¿todo?

Contra el amor ¿nada?

¿dije hace 2 semáforos

hace 3 victorias / en ceñidos

jeans de espuma & picotazos

de pingüino todo hielo

& tamborazos de martillo acalorado?

Si esta página avanza

¿avanzo yo?

Si esta página se hunde en sus membranas

estrella sus fogatas

& ya no agarra desde qué posiciones coger

1 a 1 los cristales de cianuro de su eco

qué filetes

qué fandango de caricias

qué densa retumbante garrapata

Sin lengua cierto soy / estoy siendo

un brazo de mar muleteado por mosquitos

angina de cielo sin canción

memoria rayada en las piraguas del aullido

Sin lengua quiero decir: guitarra de pubis sol & sombra

& me quedan lejos sus tripitas

lloro yutes

pateo tocinos

me lleno de gases los sanpartos

Con el amor / las luces de la feria & lo que cuestan

Contra el amor / ¿las mismas luces?

¿la misma feria?

¿los dedos del pianista

en sentido contrario?

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