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“El feminismo vino a liberar a los hombres; el macho dominante no es feliz”

Ritxar Bacete, autor de Nuevos hombres buenos, la masculinidad en la era del feminismo, dice a Crónica que ante el pasado normalizado de violencia de género, “iremos avanzando, pero siempre que hay luz habrá sombra y, en el camino hacia la igualdad, los hombres estamos llenos de benditas sombras”.

(La Crónica de Hoy)

Ritxar Bacete, en esta segunda parte de la conversación con Crónica, expone postulados de su libro Nuevos hombres buenos, la masculinidad en la era del feminismo, y asegura que el gran movimiento feminista mundial deberá abrir espacios a los hombres, a los “hombres buenos” que de manera radical rechazan la violencia de género, pues ésa es la única ruta por la que puede asegurar una reconstrucción social de fondo, en la que ellas y ellos puedan ser felices.

Nunca nos convertiremos en orgarismos prístinos, señala Ritxar Bacete en torno al hecho de que muchos o todos cargamos un pasado en el que esa violencia estuvo normalizada, “no existe el Nirvana, no existe la construcción de una identidad pura. Iremos avanzando, pero siempre que hay luz habrá sombra y, en el camino hacia la igualdad, los hombres estamos llenos de benditas sombras”.

—¿Has postulado la necesidad de un “hombre bueno” de cara al feminismo?

—Esto del hombre bueno es una provocación, es una invitación a cuestionar la construcción de la identidad masculina como un elemento tóxico. Si pensamos en lo que sale de él en las novelas, en el cine, la mayoría de los elementos son tóxicos, están rodeados de violencia, de dominación de poder y yo pregunto por qué no reivindicamos la bondad como una estrategia, como una pancarta, como una bandera y como una virtud.

Un hombre bueno es imperfecto, pero se cuestiona y renuncia a la violencia y expresa sus emociones como signo de identidad personal y política. Sobre todo es un hombre que no quiere hacer daño y que no hace uso de los privilegioss; tiene un compromiso radical contra la violencia hacia las mujeres y contra la violencia en cualquiera de sus expresiones.

¿Cuál es el primer paso para convertirse en ese hombre bueno?

—Yo creo que el primer paso es pensar que somos fruto de una construcción social. Uno de los mayores regalos que nos ha hecho el feminismo es esa idea de Simone de Beauvoir de que una mujer no nace, sino que se construye. Desde el momento en que consideramos que somos seres construidos, que como la mujer, no nacemos, entonces incluso aquellos que ejercen la violencia extrema, que no tienen ningún tipo de conciencia favorable a la igualdad, son fruto de una construcción social. No existe una naturaleza tóxica, terrible y supremacista, sino que es fruto de una construcción cultural. Eso te lleva a pensar que si no somos fruto de un destino inamovible, entonces puedo ser mejor, puedo ser más feliz.

¿Qué destino vaticinas al actual movimiento feminista?

—Procuro, más que ser un adivino, ser un observador y creo que cuando eligí el subtítulo para mi ensayo “la masculinidad en la era del feminismo”, fue porque estamos en una nueva era. Veamos el resultado de la sentencia contra Harvey Weinstein, el papel de Plácido Domingo, de los “supuestos acosos” a que él mismo los reconozca. El feminismo ha provocado que hayan cambiado de una vez y para siempre las reglas del juego y donde ya no todo vale.

—¿Los hombres sabremos qué hacer ante esta ola feminista?

—El feminismo debe empezar a pensar el papel que debemos tener los hombres como sujetos políticos del feminismo y de la igualdad. La igualdad no será posible sin los hombres.

El movimiento feminista tendrá que incorporar estrategias que acompañen a los niños, a los chicos, a los jóvenes y al conjunto de los hombres en la lucha feminista. Yo creo que tendrá que ir hacia un pacto de convivencia que incorpore a los hombres en el feminismo. No entraría en el debate de si es un papel de liderazgo el que pueda ejercer un hombre porque, por ejemplo, yo como padre de dos chicas debo tener un liderazgo absoluto en la socialización libre de violencia de ellas, al igual que con mi hijo. En algunos ámbitos de mi vida sé que tengo que tener un papel protagónico, pero en ningún momento supongo que los hombres vayamos a asumir el liderzgo como movimiento político y social, tiene que seguir siendo de mujeres, pero con los hombres al lado en aquello que afecta por las prácticas de la masculinidad tóxica.

—¿Ves camino a un cambio?

—Hay que conectar con la esperanza. Venimos de sociedades de mucha injusticia pero donde podemos rescatar a hombres buenos, junto a las mujeres poderosas hay que poner en su justo papel a esos hombres buenos que también pueden servir de referente a otros hombres. Vamos a ponerlos en valor: Poullain de la Barre, John Stuart Mill, Frederick Douglass, y miremos en la proximidad de nuestras vidas, podemos rescatar hombres pacifistas, hombres cuidadores que la historia borró por no corresponder a ese modelo de masculinidad hegemónico. Hay muchos hombres que están cambiando en silencio en lo privado. Las mujeres no serán libres hasta que los hombres no seamos también libres.

¿Es una liberación también para nosotros?

—Una idea que me parece fantástica es que el feminismo plantea a los hombres un camino de emancipación humana, un regalo de humanidad que ha venido a liberarnos también a nosotros. Nos acerca a que seamos nosotros mismos, a que vivamos vidas que valga la pena vivir. Vivir con gusto, con alegría y con satisfacción es algo que encontramos fundamentalmente en la relación con otras personas. La felicidad del macho dominador es mentira, es falsa; si esas relaciones no son justas, no son equitativas y si son violencias y de dominación, hace que también la vida de los dominadores no sea digna y no pueda ser feliz.

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