
La vida citadina es sumamente complicada. Los capitalinos viven entre el ruido, la contaminación, la inseguridad, el estrés y el tráfico. Siempre contra el tiempo, viven para trabajar, todo camina a prisa. En medio de todo esto, está Ricardo Padilla, un vaquero citadino de 40 años de edad, oriundo de Culhuacán, en los límites de Coyoacán e Iztapalapa, quien, en pleno siglo XXI, se dedica a amansar caballos.
No requiere de un rancho, ni si quiera de un ruedo o lienzo. Él utiliza las calles y grandes avenidas de la Ciudad de México, así como espacios públicos para hacer su trabajo.
Por eso casi todos los días se le ve paseando a dos o tres caballos al mismo tiempo, cual si fueran unos perros, en plena vía pública.
Lo hace entre microbuses, taxis y camiones chimecos.
Y es que si no le hace así, confiesa en una charla con Crónica, no le da tiempo de trabajar a 14 equinos.
El hombre, enfundado en pantalón de mezclilla y camisa vaquera, cuenta que además de ser domador de caballos, es charro y extra en películas y comerciales; aunque, presume unos cuantos logros en Hollywood, donde trabajó con Paul Walker y Antonio Banderas, además de ser trabajador de Antonio Aguilar, el Gran Charro de México.
Padilla, como lo conocen sus amigos, desde muy pequeño ha estado rodeado de caballos. Su vida gira entre relinchidos, espuelas, sombreros, herraduras y monturas.
Ha dedicado su vida entera a este modo de vida que en la actualidad es poco usual, porque la mayoría de los capitalinos sabe la marca de un carro, pero no la raza de un caballo.
La charrería es su pasión, aquello que le llena y complementa.
Cuenta que intenta seguir los pasos de su padre. Desde los 6 años comenzó a trabajar a su lado domando caballos.
Esta reportera lo visitó mientras realizaba una de las tantas actividades con estos animales, Ricardo adiestra y entrena a los equinos, y ocupa cierto tiempo: más de seis meses, para posteriormente ser montados por sus dueños.
El galope de los potros se escucha a lo lejos, aquellos quienes lo miran venir aún se sorprenden, así es, a sabiendas que todos los días lo verán a la misma hora y en el mismo lugar, aún lo admiran, se maravillan, se sorprenden, lo halagan y más porque tiene que sortear cualquier tipo de vehículos, ya sean particulares de transporte público o camiones de carga.
Él, con un porte peculiar, cabalga por la calle de Estrella. Libra el tráfico y un par de motocicletas que van cual rayo por la avenida Ermita Iztapalapa.
El vaquero llega a la zona conocida como las Tres Cruces y ahí comienza su trabajo con los equinos, principalmente de las razas cuarto de milla y española.
De lunes a viernes se le ve paseando de dos a tres caballos al mismo tiempo. Hay veces que algunos jóvenes, ansiosos de aprender, lo acompañan; otras ni el perro lo sigue.
Pasa todo el día arriba del caballo. Desde las 05:00 horas ya le está dando picadero a los caballos (giros largos y cortos en los diferentes sentidos).
Trabaja cuacos de diferentes partes: Iztapalapa, Culhuacán, Coyoacán y de diversos lienzos de la Ciudad de México. Por montar un caballo cobra 500 pesos a la semana. Y sólo lo hace unos minutos; aunque ese tiempo es suficiente para sufrir un accidente que hasta le puede arrebatar la existencia, si controlar la mente de una persona es difícil, controlar dos…
LOS CABALLOS, SU TRAMPOLÍN A LA FAMA. Padilla reconoce que los caballos fueron su pase directo a la fama, pues gracias a la charrería y la jineteada se le abrieron oportunidades con las que él jamás soñó.
Con no más de 16 años se dio su acercamiento con el mundo del espectáculo, una invitación para ser partícipe de la gira de Antonio Aguilar marcaría la diferencia.
Después de su primer gira, en donde realizaba un acto ecuestre, se dio cuenta que su pasión por los caballos estaría complementada con su trabajo en el medio artístico.
“Por los caballos yo he conocido mucha gente, muchos lugares. Yo he hecho películas como stutman (doble de actores), siempre acompañado de mis caballos. He ganado premios, he conocido toda la república mexicana y muchos países” dice Padilla.
Él ha participado en películas como El amor en tiempos de cólera, Pancho Villa, Zapata y Propiedad ajena, en las que conoció a actores como Paul Waker, Ludwika Paleta, Antonio Banderas y al cantante Alejandro Fernández.
“Los caballos me han dado dinero y fama. Gracias a ellos lo tengo todo”, concluye el vaquero citadino antes de terminar su primer tanda de trabajo e ir a encerrar los caballos a las caballerizas.
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