Opinión

Desigualdad y reivindicación social

Platea Internacional

Columnista

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En reciente estudio publicado, varios autores dan a conocer los resultados de los factores y las causas que motivan las protestas en el mundo en lo que va del presente siglo. El título es “World Protests. A Study of Key Protest Issues in the 21st Century”, de Isabel Ortíz, Sara Burke, Mohamed Berrada y Hernán Saenz Cortés de diferentes instituciones académicas, convocados alrededor del Friederich-Ebert-Stiftung New York, la Initiative for Policy Dialogue y Global Social Justice, el cual puede ser consultado en https://doi.org/10.1007/978-3.030-88513-7 (Palgrave MacMillan).

El estudio sostiene que en las primeras dos décadas de la presente centuria se han incrementado las protestas alrededor del mundo (2809 en 101 países) e identifican al menos 250 métodos de protestas no violentas, así como a sus principales exponentes/movimientos, demandas, los métodos para buscar resultados y su contrapartida: la represión. Se indica que las causas de las protestas y la motivación de las personas para tomar la calle son muy variadas y van desde la exigencia de democracia real, empleos, mejores servicios públicos y derechos civiles hasta justicia social, denuncia y condena de abusos, corrupción y austeridad, aunque no se agotan ahí. 

Anotan que un elemento en común a pesar de su diversidad, ocurrencia geográfica y sentido de identificación política e ideológica, se refiere a las fallas de la democracia y del desarrollo económico y social, alimentadas por el descontento y la ausencia de credibilidad en los procesos políticos oficiales. Como cabe suponer, la pandemia de Covid19 ha acentuado el descontento social.

Los movimientos de reivindicación se vinculan con la preservación del espacio público, pero también con el desarrollo de las tecnologías de la información, el uso político de la desinformación, por el cambio económico y las regresiones democráticas. De manera relevante, el contexto general en el que están teniendo lugar es la enorme inequidad mundial, que ha alcanzado niveles históricos (el estudio hace referencia para ello a datos de la ONU y de Oxfam de 2020 y 2021). No pasa desapercibido que cuatro décadas de políticas neoliberales han generado mayor desigualdad y han erosionado los ingresos y el bienestar de las clases sociales media y baja.

No es gratuito que el número de protestas en el mundo se haya incrementado consistentemente desde 2006 debido al desencanto prevaleciente con el mal funcionamiento de la democracia, la frustración con los políticos y la falta de confianza en los gobiernos. Hacia 2020, el estudio registra menos protestas sobre temas específicos y un mayor número sobre cuestiones generales a las que denomina “protestas omnibus” por la amplitud y variedad de sus demandas.

El estudio es amplio y posee información cuantitativa relevante para identificar que en las movilizaciones sociales -uno de los hallazgos relativamente sorprendentes- participan crecientemente las clases medias, lo cual es observable tanto en países de altos ingresos como de países en desarrollo. También sugiere el creciente involucramiento de ciudadanos que no pertenecen a ninguna organización, de movimientos de base, y de jóvenes y ancianos (como en la Primavera Árabe, los Indignados, los Chalecos Amarillos en Europa, el moviemiento Occupy en Estados Unidos y el Estallido Social en Chile, entre otros ejemplos), si bien los sindicatos continúan siendo la mayor fuerza organizativa de las protestas sociales. Pero la nueva dinámica obedece al involucramiento masivo de las clases medias dado el reemplazo de su solidaridad pre-existente con las élites ante la falta de confianza y su conciencia de que el sistema económico prevaleciente no está produciendo resultados positivos para todos.

El estudio apunta que el destinatario común en todas las protestas analizadas es el propio gobierno nacional en cada caso. Cerca del 80 por ciento de todas las protestas exigen que su gobierno se responsabilice de que las políticas económicas, sociales y medioambientales beneficien a todos y no sólo a unos cuantos. No obstante, un cambio apreciable es la aparición de movimientos de protesta de derecha extrema a lo largo del mundo con elementos en común que incluyen la condena del régimen político por su corrupción y la insinuación de fuerzas obscuras que conspiran para negar la seguridad económica de las clases medias. También están temas de carácter individual como el derecho a portar armas, no usar mascarillas, no ser vacunado o confinados por motivos de la pandemia, el patriotismo y la promoción de valores tradicionales.

Resulta preocupante, siguiendo el estudio, que numerosos grupos nacionales y extranjeros subrayan la animosidad y el debilitamiento de las democracias para promover sus intereses a través de métodos de infodemia.

Uno de los capítulos del estudio lleva el título del “mundo despierta”, pero bien podría ser una de las conclusiones más contundentes. Como los propios autores lo sugieren, los gobiernos y clases gobernantes deben escuchar las demandas legítimas de las movilizaciones sociales en favor de mejores condiciones de vida y convivencia para los individuos y las sociedades.