Opinión

Educación en la sombra

Las críticas disparatadas que hizo el presidente a la UNAM y a las demás universidades públicas causaron sorpresa y perplejidad en el público, pero la idea --que formuló más tarde-- de que los movimientos en defensa de los derechos humanos, el feminismo y la defensa del medio ambiente fueron promovidos por los neoliberales para continuar robando, es algo que raya en el delirio.

CUARTOSCURO

CUARTOSCURO

Andrea Murcia

La serie de embestidas que lanzó contra la UNAM se pueden comprender por el desprecio que siempre manifiesta por la educación y la desconfianza que tiene hacia los académicos e intelectuales. AMLO no parece entender el valor de la cultura y la quiere meter en la camisa de fuerza de la política.

Si no es así, ¿cómo interpretar que acuse a la UNAM (una institución con más de 400 mil almas) de ser derechista o de simpatizar con el neoliberalismo? Juzga a la comunidad universitaria como si juzgara la conducta política de un individuo.

Su antipatía por las universidades, en particular por la UNAM, se relaciona probablemente con su vida estudiantil que suponemos fue frustrante pues existe evidencia de que duró casi diez años en recibirse, en cambio, fue influido significativamente por el ambiente de agitación y el activismo político que reinaba en la UNAM en los años setenta. De ahí su afirmación de que “antes” la UNAM sí producía profesionales al servicio del pueblo.

El presidente confunde, en realidad, activismo político con trabajo profesional. Lo que hubo en esa época fue una fuerte corriente (de raíz maoísta) de estudiantes que abandonaban las aulas para ir a luchar junto al pueblo y se instalaban por años en barrios populares o comunidades campesinas. De ese activismo populista emergió el caudillo del Partido de los Trabajadores hoy aliado con el presidente.

En estricto sentido AMLO rechaza a la UNAM porque, según él, no atiende las necesidades populares; en cambio la Universidad se ocupa de formar las élites intelectuales, las cuales se coluden con las élites empresariales y con las élites políticas. Ergo, la UNAM es elitista. Lo que el presidente detesta en realidad es un sistema social que premia al mérito intelectual, es decir, AMLO odia a la meritocracia.

Su postura es legítima, sin embargo, lo que procede es preguntarle: ¿Qué hace usted para substituir a la meritocracia? Los hechos muestran que ha optado, no por mejorar, el sistema meritocrático sino socavarlo debilitando al sistema educativo: se ha negado a impulsar una mejora de la educación y ha castigado al sector con bajos presupuestos.

La educación, en este sexenio, ha permanecido en la sombra. Lo único que ha impulsado AMLO en este campo ha sido la creación acelerada (en sólo dos años) de 1 mil 400 centros de estudios de nivel superior o semi-profesional, centros de muy baja calidad académica en los que se atiende a estudiantes de extracción popular. Es ofrecer educación de segunda para los ciudadanos que se piensan de segunda.

El presidente no quiere la educación tal y como existe, pero tampoco se propone mejorarla. La abandona a su suerte. Pero el colmo es que ahora convierte a la principal institución educativa del país en blanco de sus ataques. Lo que es obvio es que simplemente AMLO carece de un proyecto de transformación cultural del país y que la 4T es una expresión más de oscurantismo, una fuerza que se opone por sistema a la ilustración y a la cultura.