Opinión

Infamia, novela de Ciro Murayama

Las generaciones universitarias que entraron a la UNAM con la creación del Consejo Estudiantil Universitario de octubre de 1986 trajinaron con ideas de izquierda no tan distintas a la izquierda surgida poco después del movimiento del 1968 . En los ochenta, el rector Jorge Carpizo Mac Gregor había elaborado un documento llamado “Fortaleza y debilidad de la UNAM”, un intento de procurar reformas estructurales y desde luego académicas dentro de la Universidad. De acuerdo con los miembros del CEU, los cambios propuestos por el rector Carpizo hacían peligrar el sentido público de la Máxima Casa de Estudios y se eliminaría la gratuidad. Con el pago de colegiaturas también saldría del escenario el pase automático.

Portada del libro Infamia

Portada del libro Infamia

El CEU organizó discusiones interminables entre estudiantes y profesores, surgieron figuras como Imanol Ordorika de la Facultad de Ciencias, Carlos Imaz de Ciencias Políticas y Sociales, Antonio Santos de la Facultad de Filosofía y Letras, Claudia Sheimbaum de Ciencias, Hugo López Gatell de la Facultad de Medicina, Martí Batres de Acatlán etcétera. El CEU se mantuvo hasta 1999. Muchos de los ceuístas participaron en el movimiento que encabezó Cuauhtémoc Cárdenas y en otros grupos de izquierda. Cárdenas, en 1988, que era candidato a la presidencia la perdió o, más bien, padeció el fraude que orquestó el PRI para que no llegara al poder. De allí nació el partido de la Revolución Democrática, el PRD.

Desde luego los grupos de izquierda fueron mantenidos en la UNAM por los jóvenes estudiantes que llegaban. En la novela Infamia de Ciro Murayama (Planeta, 2023) dos estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas, el Gallo y el Diablo, entablan una gran amistad y son compañeros de la lucha política de izquierda y de parranda. El Gallo admira al Diablo por su perspicacia y su ética imbatible. El único problema, siempre superado por el afecto y la camaradería, es que el Diablo se enamora de las mujeres que le gustan al Gallo. El Diablo se casa con Adela Abreu, joven brillante, de quien el Gallo vivirá enamorado siempre.

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Desde muy chamacos, cuando apenas podían votar en una elección presidencial, se sumaron a la campaña de Cárdenas y luego acudieron a las reuniones de la sección juvenil del PRD. El Diablo, con gran olfato político advierte al Gallo del caudillismo de Cuauhtémoc Cárdenas “y de la falta de discusión pragmática”. Otro foco rojo “era la presencia protagónica de militantes que habíamos conocido en la universidad y que, nos constaba, habitaban en las antípodas de la honestidad política” (p27)

Los jóvenes estudiantes se convertirán en dedicados académicos. Sus tesis doctorales resultan investigaciones serías e importantes. El microcosmos universitario y de compromiso con el pensamiento de izquierda envolverá a los dos personajes desde que comienzan a estudiar en la UNAM.

Los primeros semestres de la carrera militábamos a todas horas: mientras estudiábamos, mientras bebíamos, mientras cogíamos. Todo tenía un fin libertario, contestatario, un toque revolucionario. O eso creíamos, quizá con más entusiasmo que reflexión. (p.47)

Invitados por un grupo de profesores y estudiantes de Chapingo, se enrolan en una brigada pacifista de apoyo a la Revolución nicaragüense: “era la hora de meter el hombro por los nicas”. Viajaron a Guatemala y a El Salvador para llegar a Nicaragua. “Las noticias de la Unión Soviética y las reformas de Gorbachov nos parecían lejanas, en cambio, sentíamos como una afrenta personal el embargo de Cuba” (46). “…La guerra fría la experimentábamos desde la perspectiva más tropical de América Latina” (ídem).

Pero como todo personaje novelesco, decía Hegel, el Gallo y el Diablo son educados por la vida. La experiencia en Nicaragua resulta interesante, pero no el control que quería ejercer sobre ellos un matrimonio que pertenecía a una organización llamada los bolcheviques de Chapingo. Los Bolchos, les decían. Esgrimiendo la novela de Umberto Eco, El nombre de la rosa, el Diablo acusa a la pareja de comportarse como inquisidores, que perseguían a la risa y al placer como grave defecto, debido a las andanzas de los dos amigos de visitar a compañeras europeas de otras brigadas y a comprar aguardiente.

La novela de Ciro Murayama no es lineal. Se adelanta o atrasa en el tiempo. Incluso comienza con el velorio de El Diablo, después de que el Gallo ha tenido que ir a la Semefo de la ciudad de México a identificar el cuerpo de su amigo. Es un arranqué espléndido, en el que Adela Abreu, ya ex mujer del Diablo, se aparece en un velatorio del ISSTE.

El inicio mantiene al lector a la expectativa, entretanto, El Gallo y el Diablo van madurando en su iniciación política de izquierda. Si en un momento de su temprana juventud se les enchinaba el cuero con la canción “Playa Girón” de Silvio Rodríguez, cuando visitan Cuba, de antemano desencantados por que el tío Leopoldo del Diablo, su gurú político de izquierda y enfermo de SIDA, cuenta de los campos de concentración impuestos por Fidel para minar a los homosexuales, los amigos descubren más inconsecuencias del régimen. Simplemente, Silvio Rodríguez es dueño de su propia disquera y pasa grandes temporadas fuera de isla. Los cubanos, encuentran el Gallo y el Diablo, viven con temor, acariciando la idea de salir de Cuba, para no continuar sometidos a la pobreza y al abuso absoluto del poder.

Años más tarde, cuando surge el movimiento zapatista en Chiapas, el Diablo y el Gallo se han curado de su fiebre revolucionaria. “Y no la despertaría nuevamente un encapuchado de pluma prolífica, aunque tremendamente cursi” (p113). No podía estar más de acuerdo yo.

La bronca es que además de desempolvar las armas y las sotanas, lo que han hecho Marcos y los cabrones que le rinden pleitesía es actualizar el manual del linchamiento público hacia los reformistas. Le están dando cuerda a esa izquierda autoritaria que tanta pendejada y tanto abuso ha cometido a lo largo de la historia aquí y allá- (p, 117).

Un año estudia el Gallo en España en la Universidad de Salamanca. En un viaje a Pamplona amiga con una joven vascuence y con sus padres. Eso le permite reflexionar sobre las atrocidades de ETA.

El Diablo, por su lado, vehemente y estudioso, investiga y documenta actos de corrupción en el Gobierno de “izquierda” de la ciudad. El hombre inteligente, crítico y astuto acepta una comida en territorio enemigo, se hecha acaso demasiados tequilas pero advierte ingenuamente que se batirá con los corruptos en una disputa pública.

No les cuento más. Recomiendo enormemente la lectura de Infamia, una novela política que sigue y logra la apuesta de la gran La guerra de Galio de Héctor Aguilar Camín.