Opinión

Lourdes Grobet (1940-2022)

Ha muerto la fotógrafa mexicana Lourdes Grobet. Sus funerales, un encuentro de amistades, complicidades e historias compartidas alrededor del altar que sus hijos instalaron en el Salón Los Ángeles de la Ciudad de México, ha sido sin duda el mejor y el más cálido homenaje al que ha asistido: una verdadera celebración de la vida y un colofón amoroso para despedir a una fotógrafa excepcional y a una promotora cultural que resumió en su obra el espíritu crítico y lúdico de varias generaciones de artistas mexicanos en el entrecruce de dos siglos.

Una foto tomada por Lourdes Grobet

Una foto tomada por Lourdes Grobet

Tuve oportunidad de colaborar con ella en diversas ocasiones tanto en México, como en China y en Dinamarca. Dedico esta entrega a recordarla.

Como agregado cultural de la Embajada de México en China, en septiembre de 2007 la acompañé a la ciudad de Pingyao, en la provincia de Shanxi, a donde asistía como invitada especial del Festival Internacional de Fotografía de esa ciudad, el más importante de su tipo en el país.

La vieja ciudad de Pingyao, una de las ciudades antiguas mejor preservadas de toda China, es famosa por haber sido la locación elegida por el director de cine Zhang Yimou, para filmar la película nominada al Oscar “La linternas roja” (1991). Recorrer sus callejones y residencias antiguas, que durante los días del festival se convierten en galerías de foto, es un paseo a través del pasado imperial de China.

En una de esas viejas casonas de patio central, linternas rojas y techos de teja, Lourdes expuso una selección en gran formato de su famosa serie dedicada a la Lucha Libre en México. Entre intrigados y asombrados, los asistentes a la exposición observaban los retratos de los personajes enmascarados y le pedían a la artista tomarse fotos con ellos. Por ratos, acompañada de su cámara, Lourdes se extraviaba entre los callejones de Pingyao sin dejar a su paso de tomar fotos de cada rincón de esa pequeña ciudad amurallada –muros de piedra y también de tiempo–. Nunca, por cierto, conocí los centenares de fotos que debió tomar durante aquel viaje.

En esa misma ocasión presentamos un pequeño libro de 80 páginas (bilingüe chino-español) dedicado a su obra, coeditado por el Festival de Pingyao y la Embajada de México. El crítico chino de fotografía, Wang Rui, una autoridad en su campo con gran reconocimiento internacional, se encargó del texto de presentación titulado: “Vida sin máscaras y creación caleidoscópica, la carrera artística de Lourdes Grobet”. Cito algunos fragmentos de esa presentación:

“No la conozco personalmente pero presiento a la fotógrafa mexicana Lourdes Grobet como alguien (…) conectada al mundo a través de los ojos por encima de cualquier otro sentido, (…) presiento en su obra y sus colores una prolongación de la vida real. (…) Lo suyo (es) la estética en movimiento, su fotografía es eso: una danza”:

“Grobet reconoce en la lucha libre un punto de encuentro entre un deporte esencialmente violento y un ejercicio dancístico y armonioso. (…) ¿Qué es el arte? Para ella la respuesta es entender al arte como un lenguaje, y al artista como un descifrador de dicho lenguaje en búsqueda de una identidad propia”.

“(De su maestro Mathias Goeritz) aprendió (…) el valor del temperamento disidente en el arte, la independencia intelectual, el valor de la duda como una forma de vida”, (…) Lourdes Grobet encuentra en la fotografía una respuesta a todas sus inquietudes: un punto de encuentro entre imagen e inspiración, entre tecnología y compromiso social, (…) una manera de integrarse a la historia”.

“(En su obra) encontró una rica vena antropológica y una manera de acercarse a grupos y expresiones marginadas de la cultura oficial, al igual que ocurre con las minorías indígenas por quienes también ha sentido desde hace muchos años impulsos solidarios. (…) Hay alto también en su trabajo de pasión por el teatro y lo dramático”.

“Los seres enmascarados que retrata Grobet, con sus múltiples colores y figuras, me recuerdan sin lugar a dudas a las máscaras de la Ópera de Pekín: ambas, lucha libre y Opera de Pekín, son patrimonio cultural de nuestras naciones”.

“Pero más allá de la política, la antropología, la solidaridad y el compromiso social, persiste en Lourdes una fuerte raíz plástica y estética (vinculada a México). Luz y color invaden sus fotografías, casi una invasión vandálica como la de las pintas de los muros en los barrios de su ciudad. (Ha construido) su propio pasaje local: un caleidoscopio personalísimo e intenso. (…) La observo sorprendida y obnubilada por el color y la intensidad del territorio latinoamericano en el que habita”.

Exactamente tres años después tuve el privilegio de presentar la misma exposición en un Centro Cultural de Copenhague, sus fotos acompañaron el primer ciclo de cine mexicano de lucha libre presentado en la historia de Dinamarca. Finalmente, en 2012, una tarde Lourdes entró a mi oficina en el entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) para solicitar un apoyo con motivo de su nuevo proyecto: nada menos que el registro multidisciplinario (desde la fotografía, el video y la música) de un viaje exploratorio y creativo al Estrecho de Bering en Alaska, la puerta de entrada de lo que milenios después construimos como civilizaciones americanas: un verdadero viaje a la semilla, como el que ella misma ya ha emprendido. Descanse en Paz.

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