Opinión

El quinto año de gobierno de AMLO

El jueves inició el quinto año de gobierno del presidente López Obrador, quien, según El Financiero, tiene un 55 % de aprobación, que representan 4 puntos menos que su némesis Calderón, 6 menos que Zedillo y 25 menos que Salinas. La desaprobación de su gestión ronda en casi el 44 % y hay casi un tercio de los encuestados lo considera una decepción. La contramarcha que organizó el gobierno tiene menor nivel de aceptación que la marcha en defensa del INE (01-12-22).

El presidente Andrés Manuel López Obrador en el Zócalo capitalino

El presidente Andrés Manuel López Obrador en el Zócalo capitalino

EFE

La encuesta es telefónica y con un nivel de confianza del 95 %. Entonces, supongamos sin conceder que tiene un sesgo que no favorece al actual presidente, pero aún suponiendo una desviación alta en su representatividad, es un duro golpe para el ego del presidente quien basa el éxito de su gobierno en la popularidad y relega a un segundo plano a los resultados, donde los datos duros, los que tenemos la ciudadanía distintos a los suyos, muestran el incumplimiento de sus principales promesas de campaña y líneas de acción de su gobierno.

En combate a la pobreza, política anticorrupción, seguridad pública, salud y crecimiento económico el desempeño de la autollamada 4T es inferior a los gobiernos anteriores. La tasa de homicidios dolosos llegó a 28 por 100 mil habitantes que es superior a la que hubo en el mandato de Calderón, el crecimiento acumulado en los primeros 4 años de gobierno es negativo (-2.1 %), la pobreza aumentó a 55.7 millones de personas y la percepción de corrupción es mayor, según el INEGI, Coneval y el ranking de transparencia internacional. Nada para presumir.

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El enésimo informe del 27 de noviembre, cobijado por sus huestes movilizadas con dinero público y los empresarios beneficiados con las obras emblemáticas en este sexenio y el apoyo para ocupar las dirigencias de sus organismos, es una auto alabanza sin mayor sustento que su capital político menguante y un creciente repudio en lugares públicos manifestado por todas aquellas personas a las que desilusionó y ha ofendido en sus mañaneras.

El quinto año, en estas condiciones, se visualiza complicado para su gestión que está lejos de rendir resultados y sigue plagada de ocurrencias. Además está solo, en su palacio, luchando contra gigantes inexistentes, cual Quijote en compañía de su Sancha Panza (Sheinbaum como fiel escudera), va a enfrentar su sucesión con el partido gubernamental profundamente dividido, una alianza partidista desquebrajándose y en un país polarizado, que es producto de un liderazgo personalista y caprichosa.

En el quinto año de gobierno las facturas de los errores cometidos en los anteriores se empiezan a pagar. En 2023 vamos a sufrir, lamentablemente, el deterioro de las finanzas públicas y las consecuencias del despilfarro de los ahorros logrados en las tres décadas anteriores. Además, la política salarial desconectada de la productividad de la economía va a impedir que disminuya la inflación, la capacidad para controlar al crimen organizado será menor y las “traiciones” al proyecto del presidente se manifestarán en legítimas aspiraciones a sucederlo.

En breve, Monreal anunciará que seguirá por un camino distinto al morenista y Ebrard “radicalizará” su posición política y será el aspirante de la continuidad con cambios. Los pasillos de palacio se irán vaciando de lideres empresariales, obreros y sociales, los periodistas que asisten a las mañaneras serán menos obsecuentes y el círculo cercano será mas pequeño y reactivo a cualquier desacuerdo con la voluntad presidencial.

El quinto año es, en términos de la imaginaria política, el arrancadero de la sucesión presidencial y el inicio de la decadencia de la luminosidad de la estrella del presidente en turno que se apagará el 1 de octubre de 2024. La ilusión de que el sucesor o sucesora continuará con la obra de la 4T se convertirá en desengaño y AMLO, como sus predecesores, deberá crear su propio exilio político en “La Chingada” y será blanco de ataques de los que ahora se manifiestan ser sus más leales seguidores y que lo acompañaron en primera fila en su contramarcha.

El quinto año se sobrelleva más o menos bien cuando el gobierno ha rendido resultados. La narrativa sólo lo mantiene a flote cuando no se cumplió con las expectativas de la ciudadanía y se hunde en el sexto año donde se magnifican los errores como el accidente en la Línea 12 del metro y la baja productividad de la inversión pública en obras sin sentido económico, ni estratégico como el Tren Maya, la refinería Dos Bocas y el AIFA. Los aciertos se olvidan y se convierten en un discurso de campaña del candidato oficialista que no puede abandonar so pena de enemistarse con el presidente y perder el apoyo presupuestal.

Inicia el quinto año del gobierno de López Obrador y en el cosechará todo lo que sembró. Veremos si su estrategia de polarización social fue la correcta. Quien siembra odio y discordia, cosecha tempestades.

Investigador del Instituto Mexicano de Estudios

Estratégicos de Seguridad y Defensa Nacionales

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