
Cargar dos celulares por si asaltan el camión y tener la opción de dar el más viejito, usar tu departamento únicamente como dormitorio, escuchar historias donde un militar quiso casarse y hacerse responsable de la adolescente que embarazó y jóvenes adentrados en la violencia, pero aún con esperanza de cambiar, son historias que ocurren en las periferias de las grandes urbes y son las que retoma la escritora Diana del Ángel (Ciudad de México, 1982).
En su reciente libro, “Periferia”, editado por Almadía, reúne 13 cuentos donde el eje son las experiencias propias y de amigos que viven a las orillas de las ciudades; hay relatos que hablan del transporte público, del dormir bien, de la educación sexual, del acceso a servicios de salud, por mencionar algunos.
Uno de los cuentos, “El nombre oculto de lo cotidiano”, narra la amistad entre dos niñas que cuando entran a la adolescencia, una de ellas vive un romance que le genera la preocupación de un posible embarazo.
“Me interesaba representar el hecho de que están aisladas, solas en el sentido de que no pueden decirles a los adultos. Cuando era adolescente, el tema de la sexualidad era súper tabú, ahora se ha avanzado un poco, pero tampoco hay todavía tanta información y aunque hay más acceso a medicamentos para practicar abortos en casa, creo que aún hace falta mucha cultura sobre el cuidado de la sexualidad”, señala la autora.
En ese relato, aparece una familia de puras mujeres llamadas Brígidas que se dedican a hacer abortos clandestinos.
“Aparecen en un contexto donde las mujeres no tienen otras opciones porque las clínicas para abortar con cuidados están en las grandes ciudades, por eso no sólo las madres adolescentes habitan en la periferia, sino que también están las más altas cifras de muertes por abortos mal practicados”, agrega.
En varios cuentos de Del Ángel también aparecen las noticias de desintegración familiar o de niños que abandonan los estudios, es decir, los secretos de la colonia que los adultos mantienen ocultos ante las infancias.
“Son las conclusiones que sacamos conforme crecemos, por ejemplo, me acuerdo que una de mis vecinas dejó de ir a la escuela a los 12 años porque decían que la embarazó su novio, un militar, y la familia de ella no estaba molesta porque él tenía un sueldo y había decidido casarse, pero esto nos habla muchísimo de la violencia de género y de la normalización de la misoginia”, indica.
TRAYECTOS Y SUEÑOS
Otra idea que aparece en algunos cuentos de Diana del Ángel es la mercadotecnia y lucro que se puede hacer del cuerpo. Uno de los relatos narra que la compañía Oniria creó estaciones para dormir ante largos trayectos de la clase trabajadora, por ejemplo, de Ciudad Nezahualcóyotl a Santa Fe, e incluso ofrece la posibilidad de elegir tu sueño.
En otra historia, la empresa Cuerpos de repuesto S.A. de C.V. es una alternativa de vida de acuerdo a las necesidades de los clientes, por ejemplo, un joven sustituye al hijo de un empresario y tiene que asistir a todas sus fiestas, probando drogas y alcohol.
“Los cuerpos de repuesto se me ocurrió a partir de que muchas personas tienen que hacer viajes de la periferia a la ciudad, de Ecatepec, Pantitlán, Tláhuac o Naucalpan al centro y muchos de ellos llevan un celular de repuesto por si los asalta alguien, entonces le dan un celular”, señala.
La autora reflexiona en quienes tienen poder adquisitivo y su capacidad de pagar para que otro cuerpo haga lo que lo que él no puede o no quiere. “Esto fue muy claro en la pandemia cuando quienes tenían el poder adquisitivo para quedarse en casa y pagar a otros para que les llevaran sus productos, eso era un ejercicio de poder y de privilegio, de resguardar tu cuerpo de una enfermedad mientras que otros se tenían que exponer todos los días”.
En ese sentido, Del Ángel comenta que los cuerpos comprados son aquellos que habitan en la periferia y tienen pocas horas de sueño.
“Llegan a su casa noche y se tienen que levantarse muy temprano, entonces aparecen las ciudades dormitorio que se crearon cuando construyeron unidades habitacionales en lugares donde no había ninguna infraestructura ni transporte ni manera de que la gente pudiera salir de ahí”, comenta.
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